Decenas de personas pasaron por el velatorio instalado en el auditorio de Mera, donde hace justo tres años fue su última actuación en un homenaje de su pueblo
25 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Ayer, la voz que sonaba era la de los que siempre callaban cuando la escuchaban. Les tocaba a ellos decir cosas maravillosas de Ana Kiro. Como artista y como ser humano, «que, por imposible que parezca, todavía era mucho mejor». Fueron decenas las personas que a lo largo de la tarde se acercaron a velar a la artista en el Auditorio Gabriel García Márquez de Mera, donde vivió la cantante la mayor parte de su vida y donde hoy, en su cementerio parroquial, será enterrada a las siete de la tarde. Porque Ana Kiro así lo pidió. Como pidió también, hace tres años, sobre el mismo escenario que ahora descansa, que el día de su muerte no llorara nadie. Lo dijo en un homenaje que le rindió su pueblo, que además se convirtió en la última actuación de este mito de la canción gallega que, «como a Pucho Boedo o a Andrés Dobarro, nunca le dedicarán el Día das Letras Galegas», decía ayer con tristeza un vecino.
Por mucho que ella les pidiera a los suyos que no derramaran una lágrima en su muerte, que ella había disfrutado de una vida muy feliz, que había conseguido todo lo que jamás soñó tanto familiar como profesionalmente, que se sentía querida por el público, pocos le hicieron caso. El Concello de Oleiros sí cumplió la voluntad de una de sus vecinas más ilustres. Su teniente de alcalde, María José Varela, comunicó que no habría un día de luto «porque ela non o quería. Ela pediunos que hoxe non choráramos».
Fue un velatorio muy emotivo. En el lugar que ella quería que fuese. Así se lo pidió a la familia. Quería que su cuerpo fuera honrado por sus amigos y vecinos en el auditorio que hay cerca de su casa. Y así fue. Rodeada de su esposo, Carlos Rivero; de su hija, Carmen Quiroga, y de sus nietos, Iñaki y Eva, profundamente afectados. Su nieta decía ayer que fue una afortunada, que «es un sueño haber tenido una abuela» como la que tuvo. Por eso quiere «seguir su ejemplo y ser como ella».
Despedida
Ana Kiro sabía que se moría. Desde hace mucho tiempo, según comentaban sus amigos, la artista les hablaba de ello «con entereza». Incluso esta semana quiso despedirse de los más cercanos. Como de su gran amigo el doctor César Carballo. Viajó desde Vigo a Mera el pasado domingo para darle su último adiós. «Nos abrazamos y nos despedimos así: ya nos veremos», recordaba muy emocionado un hombre que conoció a la artista en Barcelona y se hicieron íntimos. A su lado, otra de sus grandes amistades, destacaba su ejemplo de cómo se debe llevar la enfermedad. «Hablaba de ella, iba allí donde la llamaran para contar su experiencia y, sobre todo, fue una gran ayuda para mucha gente que estaba en su misma situación». Otros recordaban que a todos los enfermos aconsejaba curarse en España, no ir a Houston, «porque aquí hay grandísimos médicos». «Ni la muerte ni el cáncer le quitaban la sonrisa», añadió Manuel Lema, otro de sus amigos.
Todos recordaban la fortaleza de Ana Kiro, la entereza con la que hablaba de la muerte como algo que podría suceder. Profundamente religiosa, como la recuerda su gran amigo y párroco de Mera, Manuel Rial, Ana Kiro, «como inteligentísima que era y con unos profundos valores humanos y religiosos, era consciente de que se iba y hablaba de ello sin miedo porque estaba muy agradecida a la vida».
Otra de sus amigas confesaba con lágrimas en los ojos que Ana quiso despedirse estas últimas semanas de todos los que la querían. «Nos dio recados a todos, nos dijo lo mucho que nos quería y nos pidió que no lloráramos», dijo sollozando.
Homenaje
Cuando hace tres años se subió al escenario del auditorio Gabriel García Márquez en un caluroso homenaje que ayer todos recordaban -la gran mayoría de las personas que ayer estaban ahí también lo habían estado aquel día- se mostró feliz y «nos animó a todos». Contaban los que disfrutaron de aquella noche que habló de su enfermedad «de una manera modélica». Agradeció el homenaje diciéndonos que «era mucho mejor que estas cosas se hicieran en vida».
De los libros de condolencias que se iban llenando a lo largo de la tarde y noche también se deducía que se había ido alguien muy especial. «Lembrareite cunha sonrisa na boca», dejó escrito María García. «Nos queda tu palabra», puso Pachi Varela. Isabel Gerpe le agradecía que le alegrase «toda la vida» con su «voz». Pilar y Emilio se limitaron a escribir: «Dos admiradores». Y Juan Otero escribió por encargo de la Casa de Galicia de Caracas que «siempre te recordaremos como la más grande artista y mujer gallega». Estas sí que son letras para una artista.