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La nueva novela de Joaquín Berges evoca el último conflicto mundial romántico y deserciones actuales
26 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.A Albert Ingham lo fusilaron a las siete de la mañana. Era un joven inglés desertor de la batalla de Somme con su amigo Alfred Longshaw. Fueron enterrados juntos. Aquella lucha en la campiña francesa durante la Primera Guerra Mundial concluyó con 1.250.000 personas muertas y heridas. El padre de Albert no consideraba a su hijo un desertor, así que cruzó el canal de la Mancha, buscó su tumba y puso sobre ella unas palabras. Ocurrió hace algo más de un siglo. «Me conmovió muchísimo y me parecía que había una historia muy potente», recuerda el escritor Joaquín Berges (Zaragoza, 1965). El resultado es su nueva novela, Los desertores (TusQuets Editores) que ha presentado este fin de semana en las tertulias literarias del Sky Bar Plaza de A Coruña.
«Lo que hago es inventar unos personajes de ficción, Jota y su familia, que se conmueven igual que yo con esa historia», explica. La novela arranca con el protagonista desertando de su vida al irse en un camión a Francia. «El viaje es de verdad, va en un camión de fruta y eso me parece viajar de verdad, recorrer centímetro a centímetro lo que separa la ficción de la realidad, el presente del pasado», dice Berges, autor de comedias como Nadie es perfecto o Vive como puedas.
Insiste en que la deserción de Jota «es un viaje hacia la redención a través de la verdad que le da la historia, porque vive en una falsedad continua y eso le da una gran infelicidad».
Berges considera que en aquel conflicto mundial también desertó la épica de la guerra, la alegría con la que miles de jóvenes se alistaban voluntarios: «¡Iban cantando!». Fue la última guerra romántica: «Era un sinsentido muy grande. Los desertores, contrariamente a lo que se pueda decir, no me parecen cobardes: me parecen valientes porque la cobardía era seguir en aquella ratonera, en el corredor de la muerte donde estaban todos».
El resto de los personajes de la novela «también desertan, pero no por la vida, lo hacen por otras cosas: por la independencia, por amor propio, por la dignidad...», explica, aludiendo a la madre de Jota, aquejada de una extraña enfermedad que la recluye en una habitación a oscuras; al padre que se marcha con la asistenta que cuidaba a la enferma.
«La clave de la novela es ese juego entre la ficción y la realidad», insiste. Por ello ha incluido versos que los soldados escribieron en las trincheras: «Me parecieron muy potentes porque son sentimientos, son escenas, protagonistas que hablan, quejas, protestas, llantos... Es donde se ve de verdad el sufrimiento humano. Aquello era un amasijo de fango, metralla, restos desmembrados de cadáveres, ratas...».
De la amplia documentación utilizada por Berges solo está la inglesa, «porque los protagonistas son soldados ingleses», en una estructura que evoca el Réquiem de guerra, de Benjamin Britten, que incluye en medio versos de uno de los soldados. El escritor viajó a Francia y, en su nota final del libro, cuenta: «Igual que hace Jota, yo también me agaché junto a las dos tumbas. Leí la inscripción que figura en la de Albert y pensé: ‘ojalá fuerais personajes inventados por mí’. Ojalá la realidad no superase siempre a la ficción».