Las otras memorias de la familia Bosé: el capitán Trueno vestía una capa azul

CULTURA

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«Enrojecí como una colegiala». Una juvenil Lucía Bosé recordaba en las páginas de La Voz de 1955 su primer encuentro con Luis Miguel Dominguín, tiempo atrás en el hall de una embajada. El capitán Trueno, como apoda Miguel Bosé a su padre en sus memorias, vestía aquel día «una capa y una gorra azul». Así lo detallaba a nuestro periódico la miss Italia. Las historias que guarda el archivo de La Voz, que incluso publicó  las  memorias de Lucía Bosé en dos entregas, darían para otro libro.

24 nov 2021 . Actualizado a las 09:41 h.

«El hijo del capitán Trueno tenía fama y mucha pinta de raro, y a todo el mundo le hizo ver que eso no era malo». (Miguel Bosé. Álbum «Sereno»). 

 Ya parecía anunciar en aquel disco sus memorias, que acaba de publicar bajo el título de El hijo del capitán Trueno (Espasa-Calpe). Un libro en el que Miguel Bosé ajusta cuentas con la relación que tuvo con sus padres y cuyo relato termina a finales de los años setenta, coincidiendo con el salto a la fama del retoño del torero y de la actriz. 

Es en esos días cuando La Voz recoge las primeras declaraciones públicas de Miguel, que acababa de debutar en la tele de la mano de José María Íñigo, en Martes, fiesta: «España es un país de mediocres, los que triunfan aquí tienen que ser unos auténticos genios», sentenciaba con mucho veneno en la entrevista el intérprete de dulces canciones como Linda o Morir de amor. Con 21 añitos, así de ligero de lengua se mostraba aquel chaval al que, según nos enteramos revolviendo un poco por nuestro archivo, su padre quería llamar Esmeralda porque confiaba en que su primer retoño fuese una niña. Eso sí, tampoco el periodista que transcribía estas manifestaciones se quedaba corto. «Después de ver su actuación televisiva, juzguen ustedes mismos», dejaba escrito el cronista para la posteridad.  

En realidad, Miguel Bosé no hacía en ese ya lejano 1977 más que convertirse en el heredero natural de aquellos protagonistas de los titulares de prensa que habían sido sus famosos padres  mientras el chaval «alto, fuerte y vivo», como lo definía el torero en una entrevista en La Voz, y «dócil y tranquilo», según su madre, aguardaba su turno. He aquí algunos de ellos, por orden cronológico, que encontramos en nuestro periódico:

«El padre de Luis Miguel censura el matrimonio»: la primera en la frente. La pareja acababa de casarse en Estados Unidos. «Mi esposa y yo estamos sorprendidos y disgustados», aseguraba el futuro abuelo de Miguel Bosé en nuestro diario. Domingo González, según contaba La Voz, tenía previsto viajar a Colombia para ver torear a su hijo, «pero he cambiado de opinión», zanjaba. En todo caso acabaría limando asperezas.«Nuestro hijo es mayor de edad y dueño de sus actos, pero debió advertirnos algo». Pero el auténtico motivo del enfado, en el que también tenía mucho que ver la presión de Lucía para que el diestro dejase los ruedos, no era que Luis Miguel no los hubiese tenido al día en su última correría amorosa, entre las que había destacado, mediáticamente, la que había vivido con Ava Gardner, sino la profesión artística de Lucía, a medio camino entre el cine y los concursos de belleza, mal aceptada en una familia ligada a los toros durante varias generaciones y que formaba parte del top social de la España de la época. El torero, por su parte, se mostraba como un triste corderillo en la misma información, donde se reproducía estas declaraciones suyas: «Todas las aventuras que se me han atribuido son completamente fantásticas. Yo no he sido nunca el ídolo de ninguna mujer. Solamente de mi madre y de Lucía».

     

«Luis Miguel es como un animal salvaje»: ya de vuelta en España, e instalados en la magnífica Villa Paz, a 30 kilómetros de Madrid, Lucía Bosé revelaba en marzo del 58 en unas memorias publicadas por el periódico en dos entregas que que su marido vivía allí  «como un animal salvaje», ocupándose «solo de la caza y de los cultivos». Sobre ella misma, confesaba: «Desde que conocía a Miguel todo ha cambiado, qué feliz soy». En octubre de ese año se casarían por la Iglesia en Villa Paz, con Miguelito (que nació en abril de 1956) ya en camino. La presión social de la época influyó mucho en esta decisión. Una pareja que no había pasado por el altar era mirada con algo más que recelo, por mucho que se tratase de los famosos oficiales del momento. Entre la nueva clase poderosa del franquismo, pese a que el dictador hacía grandes migas con el torero (es una anécdota conocida que en una ocasión en la que Luis Miguel le propinó un puñetazo al yerno de Franco, este aseguró: «Algo habrá hecho»), a Lucía la llamaban con cierto desdén La italiana. «No siento ningún deseo de moverme de Villa Paz, ni para ir a Madrid, que está a menos de treinta kilómetros», confesaba Lucía al diario.

 «¿Se quiere separar Lucía Bosé?»: un regalo del torero a su hijo Miguel habría sido, según La Voz, el origen de un  gran conflicto en diciembre de 1960: «Lucía no ha perdonado nunca a Luis que no renunciase a los toros, como le prometió antes de la boda. Pero la tarde de Navidad, cuando vio brillar en el árbol, entre los regalos para su hijo Miguel (de solo cuatro años) una capita bordada y una espada de torero, ella habló por primera vez de separación». En realidad, unos meses antes el periódico ya había publicado esto: «En Villa Paz las tormentas se suceden. El gran torero reprocha a su esposa no estar a la altura de su tarea. "Lucía -dice él- era una brava milanesita que se ha convertido en una tímida Miss Italia. Y cuando el cine la transportó a Roma se adaptó pasivamente a su nueva existencia como se ha adaptado después a su papel de esposa"». 

 «Sin Luis Miguel no puedo vivir»: en una entrevista que la pareja concedió en exclusiva a La Voz, Lucía Bosé se despachaba de tal guisa, quizás para enfriar los rumores de separación de una pareja que llevaba ocho años casada. Luis Miguel, por su parte, manifestaba que su mujer era «maravillosa» y aseguraba recordar con cariño sus visitas a A Coruña, donde, según recordaba, su padre había sido empresario de la plaza de toros durante varios años. Y dada su fama de donjuán se veía obligado a matizar «Allí he tenido muchos éxitos; artísticos, se sobreentiende». En aquella entrevista, celebrada en un salón del Hotel Emperador de Madrid, también se habló del pequeño Miguel. «Es un muchacho muy inteligente y habla tan bien el italiano como el español. Las niñas dan mucha más guerra y preocupaciones», contaba su madre entre risas.

 «Es falso cuanto se ha escrito de Lauren Bacall y el torero»: La Voz reproducía una entrevista a Lucía Bosé desde su descanso en la costa francesa («Miguelito y Lucía están jugando en la orilla del mar, casi dentro del agua: a sus espaldas se alinean los espléndidos coches del fabuloso mundo de la Riviére», apuntaba el periodista) en la que justificaba el entusiasmo de su marido con Lauren Bacall: «En España es normal que los amigos se den tres besos al saludarse y al despedirse. ¿Se puede ser más imprudente propagando este tipo de rumores? ¿Se puede inventar algo peor? Mi marido y yo estamos tan enamorados como el primer día y somos felices con nuestros hijos Miguelito y Lucía». En cualquier caso, el periódico replicaba: «Cuando Dominguín fue herido en Valencia y en Bilbao no fue la Bacall descompuesta a las enfermerías de las dos plazas? ¿No lo vieron todos?».

 «El escándalo de las fotos de Lucía Bosé y su hijo»: cuatro revistas, entre ellas Paris Match, publican en 1974 unas fotos de Lucía Bosé y un adolescente Miguel asegurando que forman parte del rodaje de un filme en el que ella seduce a su hijo. El lío que se monta es de órdago, se habla de «una maquinación internacional» para perjudicar a la familia Bosé. «Rectificar o procesar», sentencia el periódico. Por entonces el capitán Trueno ya había volado del hogar con su capa azul, todo un escándalo en la época que hizo correr ríos de tinta en periódicos y revistas. El futuro cantante podría buscar, sin miedo a escuchar aquello de «¡nenaza!», el cariño en una madre que, según relata Miguel Bosé en sus memorias, no se había mostrado hasta entonces especialmente amorosa.

Como en las memorias de Miguel Bosé, nosotros también nos detenemos en esta época.

 «El hijo del capitán Trueno nunca fue un hijo digno del padre, salió poeta y no una fiera, hijo de su madre»

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