El paseo por su mundo comienza ya desde que el espectador sube por las escaleras hacia el primer piso del museo, que comparte la mitad de su superficie hasta mediados del mes de julio con la muestra dedicada a Alfredo Alcaín. En ese camino hay obra colgada donde nunca suele haberla por ser tierra de nadie, y también se expande hacia la biblioteca pegada a la sala de exposiciones, rompiendo los límites impuestos por la organización del espacio. Pero Montón atraviesa las puertas y esa lógica sin sentido en un museo salta por las ventanas.
Contando historias
La artista trabaja en la búsqueda del sentido de la pintura para indagar la realidad y por eso sus cuadros y dibujos están salpicados de imágenes cotidianas, de habitaciones con la ropa colgada sobre una silla, referencias al cómic, objetos pop de apariencia retro, como los ordenadores de la primera década del siglo XXI, y muchos animales como una presencia inevitable, a veces, inquietante, y otras, familiar y tranquilizadora. Los lienzos de Idoia Montón cuentan historias y, además, elementos de algunas obras aparecen en otras como la continuación de un capítulo inacabado en un solo marco. En el último de los epígrafes se reúnen los tres motivos centrales en la obra la artista: la ciudad, el animal y la noche, e incluye una serie iniciada en el año 2019 durante una residencia en el Kurdistán iraquí promovida por Moving Artists. Como la creadora explica, para esta versión de su trayectoria en el Marco se ha hecho una selección comprimida de su trabajo que abarca hasta el año pasado y se puede ver en Vigo hasta el próximo 4 de septiembre.