Del Monte do Gozo al cielo de Bryan Adams

Montse García Iglesias
Montse García SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

El orballo casi continuo no aplacó el buen ambiente del inicio de O Son do Camiño

13 jun 2025 . Actualizado a las 10:39 h.

«En el paraíso no hay forma de saber si fuera está lloviendo y no importa», cantó Mikel Izal. Y las palabras de este tema que el navarro ha convertido en uno de sus himnos las corroboraron miles de personas que no quisieron perderse el inicio de una nueva edición de O Son do Camiño pese a que la lluvia quiso sumarse asiduamente en versión orballo. Así quedó patente también al agotarse, a unas horas de que la actuación del gallego Filloas diese el pistoletazo de salida a más de 37 horas de música en directo hasta el sábado de madrugada, los abonos para asistir durante los tres días.

El paraíso de Izal, que sonó en miles de gargantas, no fue el único de este primer día. Un par de horas después era Bryan Adams el que saltaba al escenario del Monte do Gozo para trasladar a los asistentes a su particular cielo lleno de rock salpicado con baladas como ese Heaven, la primera en sonar. Para entonces ya se había ganado al público interactuando con él en Somebody para poco después saludar en español con un «buenas noches. Me llamo Bryan. Estoy feliz». Poco después no dudó tampoco en interrumpir una canción para decir que estaba en España y había que bailar. Así que no le hizo falta decir Here I Am —«aquí estoy, ese soy yo»— para dejar claro que su música no entiende de tiempo, aunque él no deje de recordar en Summer of 69 esa primera guitarra de seis cuerdas que tocó hasta que sus dedos sangraron. Pese a que el artista canadiense no permitió que los fotógrafos de prensa inmortalizasen sus andanzas sobre el escenario, el público sí pudo disfrutar de su mejor perfil en blanco y negro en las pantallas grandes que amplificaban sus movimientos sobre el escenario para aquellos que estaban más lejos de él.  El intérprete de Everything I do I do it for you o Please forgive me, que se despidió de Santiago con un «sois maravillosos», fue el artista más aguardado para más de una generación anoche en el Monte do Gozo.

Para otra, el plato fuerte aún quedaba por llegar: Duki. Cuando el gallego Filloas entonaba la primera canción Cando estás durmida ya había gente en primera fila por su actuación. Este era el caso de Nuria, de 15 años de Pontecesures, que desde las cuatro de la tarde se colocó delante del escenario en el que a partir de las doce y cuarto de la noche se aguardaba que el rapero argentino saliese al escenario para iniciar su gira por España. Y no estaba sola, la acompañaba su madre. «O que non se fai por un fillo», afirmaba dispuesta también a no moverse de la valla. Y Duki se subió por tercera edición al escenario de O Son do Camiño mostrando que iba a haber total comunión con ese público joven que llevaba horas aguardándolo: «¿Cómo dice Santiago?», preguntó nada más salir al escenario entre el rugido de sus fans para encarar una actuación que «espero que disfruten». Y a tenor de la entrega desde los primeros compases, así fue.

Pero para llegar ahí hubo mucho festival desde que Filloas dio el pistoletazo de salida ante aquellos festivaleros que no querían perderse ni un momento de O Son do Camiño. Después tomarían el testigo Dollar Semouni y Paul Thin que se encontró ya con un público dispuesto a entregarse, que Nil Moliner se encargó de avivar todavía más. Fueron muchas las gargantas que entonaron Libertad. Y ya para acabar de caldear el ambiente llegó Mikel Izal que desde el primer momento buscó la complicidad del público. «Es un placer estar aquí», manifestó en los primeros compases dejando claro que su intención era convertir el Monte do Gozo «en un paraíso». Fue precisamente con la canción El paraíso y con miles de voces coreándola con la que puso el broche a su actuación no sin antes disculparse por ser «un intenso». Tras él le tocó el turno a la banda escocesa Franz Ferdinand, que fue la encargada de mantener la llama muy viva hasta Bryan Adams, pese a que ahí la lluvia fue a más para luego parar para recibir al canadiense.