John Williams asegura que nunca le han «gustado demasiado las bandas sonoras»: «Quizás hay ocho minutos aquí y allá que son buenos»
CULTURA

El compositor más celebrado del cine ve un error considerar que la música cinematográfica merece el mismo espacio en los auditorios que las obras de los grandes compositores
25 ago 2025 . Actualizado a las 09:32 h.John Williams ha concebido algunas de las mayores obras maestras en cuanto a música cinematográfica. No en vano, el compositor estadounidense de 91 años tiene el récord de ser la persona viva con más nominaciones a los Óscars, con 54 a lo largo de su carrera, que se han plasmado cinco estatuillas. Lo curioso es que el artista musical no es precisamente un fan de las bandas sonoras. Más bien, todo lo contrario. Nunca me han gustado demasiado, ha revelado para sorpresa de todo el mundo en una entrevista para su biografía, John Williams: A Composer's Life, que se publicará en septiembre.
Las declaraciones de Williams, a las que ha tenido acceso en exclusiva The Guardian, han surgido de las conversaciones del compositor con el periodista Tim Grieving, autor de la biografía. Para el creador de las memorables sinfonías de Tiburón o La lista de Schindler, la música de cine es una forma de arte inferior, un simple trabajo, que no está, ni de lejos, a la altura de las obras de los grandes compositores. «La música cinematográfica, por muy buena que sea —que normalmente no lo es, salvo quizás trozos de ocho minutos aquí y allá—... simplemente creo ahí no hay música, que lo que solemos identificar como una gran banda sonora tiene más que ver con el recuerdo que nos suscita desde un punto de vista nostálgico», ha sentenciado.
El neoyorquino, además, considera un error poner al mismo nivel las composiciones para cine con la gran música de cámara de los grandes autores de la historia. «La simple idea de que las bandas sonoras ocupen el mismo lugar en un auditorio que la mejor música del canon se corresponde con una noción errónea», dice, y justifica su respuesta en que han sido creadas con un componente efímero y fragmentado. «Hasta que alguien la reconstruye de algún modo, no se puede siquiera considerar como una obra para concierto».
Tim Grieving, el periodista que lo entrevistó, se muestra tan sorprendido con las declaraciones de Williams como cualquiera. Y asegura que no se trata, en ningún caso, «de falsa modestia». Tras sus conversaciones en profundidad, ha sido capaz de entender sus razones para tan tajantes opiniones. Explica que el compositor tiene un «prejuicio interno contra las bandas sonoras», ya que, en su opinión, y a lo largo de su carrera, las ha visto siempre «simplemente un trabajo» y como una música puramente funcional. «Es cierto que se componen mucho más rápido y que se intenta siempre economizar, pero creo que precisamente su música es la que desafía esas nociones», defiende el periodista.
En parte, la autocrítica de Williams también tiene que ver con la consideración que él tenía de sus obras como una creación puramente laboral, sin ser consciente de la repercusión que tendrían en el futuro. «Si lo tuviese que hacer todo de nuevo, lo habría hecho todo más limpio, habría intentado unificar la música para las películas con obras para concierto. Pero no fue así como lo hice. Fue un trabajo, una oportunidad que o la tomaba o la dejaba».
La obra del compositor neoyorquino es, junto con la de Ennio Morricone, una de las más conocidas y aclamadas en la industria cinematográfica. Es prácticamente imposible no tener una de sus composiciones en la cabeza. Suyas son melodías tan icónicas como las de Tiburón (1975), la trilogía de La Guerra de les Galaxias (1977-1983), Encuentros en la tercera fase (1977), Superman (1978), las películas de Indiana Jones (entre 1981 y 1989), E. T., el extraterrestre (1982), Solo en casa (1990), La lista de Schindler (1993), Parque Jurásico (1993), Salvad al soldado Ryan (1998), y las tres primeras entregas de la saga Harry Potter. Y muchas otras.
Un currículo al alcance de muy pocos que ha sonado, por cierto, en la plaza de María Pita este mismo sábado en un tributo de la Orquesta Sinfónica de Galicia durante la Semana Clásica de A Coruña. La exquisita interpretación de los músicos, la emoción de los asistentes y las ovaciones demuestran que, por mucho que le pese a su autor, sus obras se merecen sonar en el lugar más privilegiado.