Lo tildan de chalado y de despilfarrador de fortunas, pero al hombre del « Let's do it » (hagámoslo), le van las apuestas seguras. Tanto que por dos veces intentó quedarse con el negocio de la Lotería Nacional británica. Eso sí, prometió hacer obras de caridad con los beneficios.
Aquel fue uno de los pocos objetivos que se resistieron al empuje de Richard Branson (Surrey, Inglaterra, 1950) desde que fundó su primera empresa (la revista Student ), a los 16 años. Con solo 20 ya protagonizaba un documental sobre emprendedores y había ganado su primera batalla judicial, tras ser acusado de obscenidad por usar las palabras «enfermedad venérea» en artículos promocionales de un centro para estudiantes que había creado.
A los 22 fundó la empresa sobre la que cimentaría su imperio. Virgin, al estilo Zara, nació como una tienda en la popular Oxford Street londinense, después de que Branson se hiciera con unos ahorros producto de la venta de discos por correo. El estudio de grabación de la pequeña compañía fue el elegido por Mike Oldfield para plasmar su primer Tubular Bells . Los siguientes en agarrarse al micro de Virgin fueron los Sex Pistols, cuyo God Save the Queen había cosechado rechazo tras rechazo en las oficinas de otras compañías. Los Rolling Stones, reticentes en un principio, permitieron a la firma dar el salto definitivo a nivel mundial.
Branson encaja en esa vaga definición de hombre hecho a sí mismo. Estudiante más que discreto (en buena parte debido a una pronunciada dislexia), su habilidad para los negocios hizo bueno parte del pronóstico del director del colegio que abandonó: «Acabarás en la cárcel o convertido en millonario». En 1993 sumó a su expediente el título honorífico de doctor en Tecnología por la Universidad de Loughborough (sexta en el ránking académico del Reino Unido).
Interés por las alturas
La ambición del empresario alcanzó a las pasiones de su madre. Huntley Flindt (Eve Branson fue su nombre de casada) trabajó como azafata de vuelo e instructora de piloto de aeroplano. El mayor de sus hijos (tuvo otras dos niñas) se convirtió años después en un fanático de las alturas, fundó una compañía aérea, batió varios registros mundiales en globo y ha impulsado el turismo espacial con vuelos que ofrecen un viaje de dos horas (con cinco minutos de ingravidez incluidos), a partir de finales del 2009.
La otra gran obsesión de Branson es la medioambiental. Un interés que en febrero del 2007 lo llevó a ofrecer 19 millones de euros (su fortuna ronda los 2,5 miles de millones) a quien dé con una fórmula para eliminar los gases de efecto invernadero de la atmósfera.
El lado verde ha tenido también mucho que ver en la última inversión del británico (su marca alcanza desde el vodka a los cosméticos). «Creo que podríamos implantar un carburante, que podría llamarse virgin fuel, que no produjera anhídrido carbónico y tan efectivo como el sucio actual», anunciaba al llegar al equipo Brawn GP. En la escudería asociaron su aparición al mantenimiento de los puestos de trabajo, pero el excéntrico Branson nunca ha dejado de ser un empresario.