Delantero contra todo pronóstico

Pablo Gómez Cundíns
pablo gómez REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Apasionado del béisbol e hijo de un rocoso defensa, Falcao superó dos graves lesiones

11 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Si los niños madrileños se llevaron ayer la camiseta del Atlético al colegio, como dijo Simeone tras ganar la Europa League, el Cholo se embutió en su casa con orgullo de padre putativo la del héroe de la final rojiblanca: Radamel Falcao García Zárate (Santa Marta, Colombia, 1986).

La relación entre ambos forja títulos. Como el Clausura argentino del 2008, con River Plate. «Estuvimos poco tiempo juntos pero tuvo un gran impacto en mi modo de entender el fútbol, viviéndolo con esfuerzo y profesionalidad las veinticuatro horas del día», resume el Tigre acerca de su relación con su actual entrenador. Lo demás, se lo agradece a Dios.

Fue en Buenos Aires, a la sombra del Monumental de Núñez, donde se hizo hombre. Su padre, Radamel García King, zaguero implacable que labró su camino con la azada de sus botas en el Unión Magdalena y el Deportivo Táchira entre otros, quiso rectificar su propio destino y le añadió en el bautizo un segundo nombre en honor de Paulo Roberto Falcao, fino mediocampista del recordado Brasil de principios de los ochenta.

Con el paso de los años, Radamel Falcao ha desarrollado un físico y una condición futbolística que lo sitúan a medio camino entre Van Basten y Camacho.

Algo debía tener el chaval que desde temprana edad ya le quisieron echar el guante los del paladar negro de River. Desde que debutó con trece años en los Lanceros de Boyacá o incluso cuando se mudó a Venezuela con su padre, hizo del béisbol su pasión y dejaba el fútbol para las inferiores de equipos como el Fair Play o el mítico Millonarios de Bogotá, el de Di Stéfano. Fue entonces cuando el compadre de Maradona decidió no esperar más y se lo llevó con quince años a la pensión del club, sin su familia. Por medio millón de dólares.

Los ligamentos

Maduró rápido Falcao y deslumbró en las inferiores de Colombia. Tras el sudamericano sub-17 del 2003 se rompió los ligamentos del tobillo. Regresó para ganar el sudamericano sub-20 del 2005, debutar con River Plate de la mano de Astrada, hacerse un lugar en la élite argentina y romperse los ligamentos de la rodilla en el 2006.

Los contratiempos cincelaron a un futbolista incansable y generoso en el derroche físico, voluntarioso en el juego a ras de césped y efectivo en el fútbol aéreo. La obra se completó con el Campeonato Clausura que festejó hombro con hombro con Diego Simeone, su entrenador. Como anteayer. Y tras el clímax llegó la discrepancia con la grada. Tanto lo adoraba como le recriminaba su torpeza a la hora de dar fluidez al ataque. Falcao solo contestaba con goles.

Tantos, que el Oporto lo contrató para ganarlo todo. Lo hizo y dejó su firma: batió el récord de Klinsmann de goles en una edición de la Copa de la UEFA y borró el mito de Mario Jardel en el estadio do Dragâo.

El Atlético vio en él su fichaje más caro de la historia, el hombre que haría olvidar a Forlán y Agüero. De eso, hace apenas un año. De nuevo, es el pichichi de la Europa League. Otra vez, campeón. Otra vez, Simeone a su lado. Esa camiseta prometida en River podría ser el tema del primer reportaje de aquel Falcao que se matriculó en periodismo en Buenos Aires «para salir de las presiones del fútbol».