¿Se ha quedado pequeña la cancha?

Miguel Álvarez LUGO / LA VOZ

DEPORTES

BENITO ORDOÑEZ

El mayor tamaño de los jugadores ha propiciado un cambio continuo las últimas décadas

30 may 2016 . Actualizado a las 07:30 h.

Después de que la selección española de baloncesto consiguiese la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, en 1984, el deporte de la canasta registró un cambio que revolucionó sus entrañas. Había llegado la línea de tres puntos. En la ACB, los equipos solo permitían fichar dos extranjeros. El resto de jugadores debían ser nacionales. El más alto del curso 1984-1985 era Fernando Romay, con 2,13 metros.

De los 32 extranjeros que empezaron la temporada, 31 eran estadounidenses. En medio de ellos aparecía Gerald Kazanowski, ala-pívot internacional canadiense que recalara en el Joventut de la mano de Aíto García Reneses. Entre aquella pléyade de forasteros, solo unos pocos se arriesgaban a fichar aleros. Brian Jackson en el Real Madrid, David Russell en el Estudiantes, Essie Hollis en el Caja de Álava, Nate Davis en el Oar, Dan Caldwell en el Caja de Ronda, Craig Dykema en el Licor 43 y Ben McDonald en el Collado Villalba eran las siete excepciones. Los demás eran baloncestistas interiores con los que se intentaba apuntalar la guerra bajo los tableros.

El Real Madrid se proclamó campeón de Liga pese a anotar solo 26 triples durante los 28 encuentros de la fase regular. Solo el Caja de Álava, con 21, rebajó los números de los blancos.  Paulatinamente, los jugadores fueron ganando en tamaño -no solo en altura, sino también en volumen-. La línea de tres puntos se atrasó medio metro -de 6,25 a 6,75-. Pero el debate no desaparece: ¿Se ha quedado pequeña la cancha de baloncesto? «Cuando se instauró la línea de tres puntos, la distancia de 6,25 metros parecía que era como tirar de una canasta a otra. Algunos jugadores ni llegaban al aro. Ahora, desde 6,75, parece que lanzan a medio metro. Esto indica un cambio técnico y físico. Pero hay que ver hasta qué punto perjudica el juego», afirma Ricardo Hevia, exentrenador de Breogán y Oar, entre otros.

Tres décadas después, todo ha cambiado. Si bien, la obsesión de anotar desde la larga distancia provoca que, en ocasiones, los jugadores se salgan del campo cuando intentan armar el lanzamiento. En este sentido, Luis Casimiro, entrenador del Sevilla, apunta que «hay que ensanchar la pista para que se puedan utilizar las esquinas. Si amenazas con el tiro con los pies en el suelo y quieres atacar el aro, o sales muy bien o es muy difícil. Otra cosa es aprovechar los extra passes».

Algo parecido opina Gustavo Aranzana, exentrenador de Valladolid o León, entre otros: «Es evidente que, más que con la largura, hay un problema con la anchura. Sobre todo en las esquinas. Al iniciar el gesto del tiro en ellas, no hay espacio con la línea de banda». «Los jugadores son cada vez más físicos y veloces. La profundidad de los banquillos también es cada vez mayor. Esto podría permitir que, en caso de que se ensanche el campo, también se pudiese alargar un poco», agrega.

Más escéptico se muestra Iñaki Iriarte, extécnico de Oximesa o Huesca: «Habría que hacer una estadística de cuántas veces los jugadores pisan la línea de banda cuando están en la esquina». «En la esquina, el jugador no tiene problemas si está cuadrado. Pero cuando quiere atacar un relevo defensivo, hay mucho riesgo de que invada la línea lateral», reflexiona Aranzana.

El debate sobre las esquinas se ha incrementado por la recurrencia de los equipos a apostar a un tirador en el límite del campo. En este sentido, Aranzana explica que «todo ha evolucionado. A partir de buscar las ventajas, los espacios se generan en las esquinas. También por las inversiones de balón y los pases extra, acciones con las que se castigan unas ayudas cada vez más largas debido a la ampliación de la línea de tres puntos. Las recuperaciones a las esquinas son más difíciles».

La evolución del baloncesto hacia el perímetro ha propiciado también una mutación en las posiciones de los jugadores. «En la actualidad, por físico, los jugadores ocupan mucho más espacio. Y los espacios cada vez son menores», reflexiona Hevia. «El juego de pívots no existe. Además, los buenos pívots no necesitan más espacio», afirma Iriarte.

Algunos echan de menos las batallas en el poste bajo, un recurso machacón hace unos años. Pero Casimiro indica que «hubo un momento en el que el baloncesto se jugaba de dentro hacia fuera. En la actualidad, el juego en el poste es una situación difícil. Los espacios cercanos al aro se defienden cada vez mejor, porque la gente es más física y llega más deprisa a las ayudas. Ahora se buscan las ventajas de fuera hacia dentro». «La evolución del baloncesto lleva a que todos los equipos tiren de tres puntos. Casi nadie juega ya con dos interiores puros y, si se juega de espaldas, es para generar ventajas en el exterior», explica Aranzana. «Ahora se tiende a tirar más de tres que de dos. Con ese volumen, hay que replantearse si el campo se ha quedado pequeño. Cuatro jugadores suelen moverse por el perímetros, por lo que las batallas en el poste ya no se ven», medita Hevia.

Sobre la evolución del juego interior, Casimiro indica que «los jugadores de ahora son más atléticos. Antes, no nos imaginábamos que un chico de 2,20 metros de estatura pudiese tener agilidad o explosividad. Bien es cierto que ahora hay menos juego de espaldas, porque menos jugadores están capacitados para hacerlo. Los grandes también pueden tirar de tres y el juego de espaldas se ha ido olvidando».

Durante las últimas décadas, se ha tendido a una robotización táctica que ha propiciado que el estilo de los equipos sea similar. «Hubo un tiempo en que los bases se utilizaban para dirigir, después se les exigió meter puntos. Así, se empezó a trabajar con los tiradores, pero hubo un punto en que se dejó de jugar, porque todos los jugadores eran capaces de lanzar de tres», comenta Hevia.

En este sentido, Iriarte manifiesta que «el baloncesto no acaba de sacar pívots ni pasadores. ¿Vamos a trabajar para que los hombres se sepan ir de sus pares o para que se limiten a realizar pases por fuera? Se va mucho al juego físico, de poco talento, y a destruir antes que sumar. Hay mucho scouting».

Aranzana, por su parte, busca soluciones para resolver algunas cuestiones. «Hay otro análisis: si se permitiese el primer paso americano y las salidas abiertas, se podría evitar el paso atrás que provoca que los jugadores que están colocados en las esquinas pisen la línea de banda», apostilla el técnico pucelano.