En agosto de 1987 el defensa vasco del Deportivo sufrió un infarto en el autocar cuando el equipo se desplazaba a Carral para disputar un amistoso
01 may 2019 . Actualizado a las 21:40 h.Transcurría el verano de 1987 y el Deportivo encaraba la temporada 87-88 con varias frustraciones en su inconsciente colectivo: la mayor de ellas, desde luego, el hecho de que el Celta fuese a competir esa nueva campaña en Primera División mientras que el club coruñés disputaría una nueva Liga, y ya iban dieciséis seguidas, en la condescendientemente llamada categoría de plata del fútbol español. La segunda, el vergonzoso espectáculo con el que había terminado la temporada anterior, con un encuentro en Riazor ante su máximo rival, en el que la escuadra viguesa se había llevado el triunfo gracias a un discutido penalti señalado por Díaz Vega y que provocó serios altercados en las gradas. Los incidentes de este partido, el primer derbi televisado en la historia del Deportivo, provocaron el cierre de Riazor por tres jornadas. El otro factor que tenía el ánimo de los aficionados bajo mínimos era la marcha de José Luis, el discutido centrocampista que había sido la estrella del equipo en los últimos años, a un conjunto de Primera División, el Betis.
Pero la gran baja de la temporada que se avecina será la de Javier Sagarzazu, víctima de la muerte súbita el 16 de agosto de 1987, en plena pretemporada. Así lo recordaba el delantero deportivista Vicente Celeiro tiempo después: «Aún siento escalofríos al recordar lo sucedido. Fue en un viaje a Carral, donde íbamos a jugar un partido amistoso con el Ourense. El caso es que, cuando ya casi llegábamos al campo, Sagarzazu empezó a ahogarse. Lo atendieron allí mismo, pero creo que murió en la ambulancia, cuando lo llevaban para el hospital Juan Canalejo (actualmente se le denomina CHUAC). Nosotros pensábamos que era una simple indisposición. Cuando nos informaron de que había sufrido un infarto, nos quedamos helados». Javier Sagarzazu, un defensa procedente de la Real Sociedad de San Sebastián, equipo con el que acababa de ganar la Copa del Rey ante el Zaragoza, era sin duda uno de los jugadores de más calidad de aquel Deportivo. Así lo había demostrado unos días antes en el Trofeo Teresa Herrera. Las ausencias de José Luis y de este malogrado futbolista cambiaron el curso de la temporada. La muerte del lateral guipuzcoano, que contaba con sólo 24 años, produjo una enorme conmoción en Galicia (con el tiempo se le dedicaría en Carral una calle que lleva su nombre) y en San Sebastián, donde su hijo Xabier, que no llegó a conocer a su padre, fue el encargado de marcar el 22 de junio de 1993 un último gol a puerta vacía y con el estadio a oscuras en la fiesta de despedida del estadio de Atocha. «El Deportivo -explicaba Vicente- había logrado aquel año una gran plantilla, manteniendo gran parte de sus mejores futbolistas de la campaña anterior y haciendo algunos fichajes muy interesantes. Por eso, cuando se marchó José Luis algunos empezamos a ver las cosas con menos optimismo. Lo de Sagarzazu fue diferente. Ninguno de nosotros en aquel equipo habíamos tenido una experiencia así. Estuvimos hundidos durante mucho tiempo. El propio Arsenio Iglesias, que acabaría entrenando al Deportivo esa temporada, recordaba en las páginas del libro Historia do Deportivo (editorial Xerais, 1993) el tremendo golpe anímico que provocó en el plantel aquella desgracia: «Me tuve que hacer cargo de un equipo muy bajo de moral. Por mucho que lo intentes, no es fácil cambiar una situación así. Y menos mal que San Vicentiño marcó un gol al Santander en el último partido de Liga, cuando ya nos íbamos para la Segunda División B».