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Un triatleta sin premios, un remero que cerró su pub y una futbolista y comercial narran su difícil parón
04 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Hace hoy once meses, Pablo Dapena se proclamaba subcampeón del mundo de triatlón de larga distancia en Pontevedra, solo por detrás de Javier Gómez Noya en el evento de la federación internacional, la ITU. Una plata que le reportó 8.000 euros. Unos meses después se llevó 7.500 por su segundo puesto en el 70.3 de Argentina, y a final de temporada sumó un bonus de 16.000 por su tercera plaza en el ránking final del circuito Challenge, uno de los más duros del mundo. Los premios en metálico de ahora, con 32 años, compensaban una larga trayectoria, labrada a base de un esfuerzo descomunal, y de la que cabe descontar impuestos, viajes, hoteles y un sinfín de gastos. Pero el éxito animó hace poco a Dapena a comprarse una casa en su ciudad. Firmado el contrato de arras, llegó el devastador parón del coronavirus. Ya no compite, apenas entrena sobre la bici gracias a un rodillo y sobre una modesta cinta que no permite grandes alardes en su domicilio. No hay premios ni siquiera pruebas de nivel a las que inscribirse en los próximos meses. Su equipo, con los patrocinadores huyendo a la carrera, le pagó el primer cuatrimestre y le avanzó la mitad del ingreso previsto en los siguientes, a la espera de cómo evolucionan los efectos económicos de la pandemia.
Triatleta y autónomo, Dapena representa la situación de ese segundo escalón de deportistas de élite que no pueden ser profesionales con plena dedicación a sus carreras. Doble golpe en tiempos de coronavirus. El triatleta pontevedrés complementa sus ingresos como entrenador de una veintena de deportistas aficionados. «No cobro demasiado, me preocupo mucho por ellos y apuesto por un trato personalizado. Así he podido mantener por ahora a la mayoría en esta época tan difícil», explica.
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El monstruo de la burocracia
La viguesa Xisela Aranda fue campeona de España absoluta de squash siete veces. Hace meses que dio un giro a su vida y ahora juega al fútbol en el Tenerife, donde desarrolla su faceta como emprendedora, del campo comercial a las charlas motivacionales, aprovechando su formación en Empresariales. «Somos los olvidados. Tiramos del carro y empujamos siempre y ahora no sabemos ni qué hacer», comenta por su faceta como autónoma, consumida por la complicada burocracia a la que obliga a un modesto emprendedor la cascada de normas que en unos días han ido modificando las obligaciones de su sector en el estado de alarma. Como distribuidora de HP en Tenerife, el parón le afecta especialmente: «Nuestros clientes son empresas, hoteles, sectores que se están viendo muy perjudicados y, ante el cierre de sus negocios, nos vemos afectados; facturamos si ellos generan», razona al tiempo que relativiza los problemas por cómo la pandemia mata miles de personas en todo el mundo y el esfuerzo de los profeisonales sanitarios. «Puedo pagar la cuota por suerte y por ahora. Abril será peor porque será completo [de inactividad], y duele». Aranda, que ha hecho de la organización la clave para tener una vida tan intensa, aplica una rutina. «Estoy en contacto con los clientes, y en cuanto al fútbol seguimos entrenado por videoconferencia, a tope, para volver de la mejor manera», concluye.
Gastos fijos, ingresos nulos
El guardés Damián Alonso lo ha ganado todo a nivel mundial en la modadlid de ergómetro. Pero su deporte no garantiza el futuro. Así que hasta hace poco era bombero eventual en el sector de los astilleros y, además, tiene un pub. «No recibo ningún ingreso y pago el alquiler del local, la basura, la luz, el agua, la cuota de autónomos… 2.000 euros de gastos fijos mensuales los tengo siempre. Se sabe de toda la vida que el autónomo paga y no tiene derecho a nada, aunque entiendo que no es fácil para el Gobierno asumir esta situación de repente».
El «colchón» se gasta
Alonso, en una disciplina tan sacrificada como el remo, afrontaría ahora el inicio de la temporada en el mar. «La del remoergómetro se había acabado, y llegaba la de agua. Pero tengo que seguir encontrenando en seco. Como estoy acostumbrado, me cuesta menos», razona el deportista de Robaleira. Y asume la llegada de una época de incertidumbre que golpeará un sector como el suyo, el de la hostelería: «Habrá que ver cuánto tiempo vamos a poder abrir, y luego que la gente no tenga miedo. Así como fuimos los primeros en parar, para que la gente no se reuniera, creo que también seremos los últimos en volver a la actividad. El miedo está ahí, pese a que la situación en Galicia no sea tan grave como en otros sitios»,
El «pequeño colchón» de Damián Alonso, que va mermando, actúa como red de seguridad. El que necesitan deportistas y autónomos, doblemente golpeados.