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¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Rafael Nadal ganó su primera Copa Davis en el año 2004 y ahora, veinte años después de una gloriosa carrera, se retira del tenis profesional representando a España en Málaga. «Me hace ilusión representar a mi país, cerrar el círculo», dijo hace unos días.
Los últimos años de su carrera a partir del 2022 han sido muy difíciles para él debido a sus lesiones. Solo pudo jugar con las limitaciones impuestas por el cuerpo.
Muchos pensamos que se iba a retirar en París, lugar donde se había convertido en leyenda. Su derrota con Zverev en la primera ronda de Roland Garros, su torneo capital, era previsible. Podía no haber jugado. Vivir en la eternidad del logro de 14 Roland Garros como campeón. Un récord, me atrevo a decir, imposible de superar. Sin embargo, decidió morir en el campo de batalla, en inferioridad de condiciones físicas, sin excusas como siempre, con esa voluntad inalcanzable, pilar fundamental de su espíritu competitivo. No pudo. Era obvio que no podía. El español luchó con hidalguía, aceptó la derrota como la «crónica de una muerte anunciada», aplaudió al rival y demostró lo que siempre fue: un gladiador de la vida.
No pudo jugar Wimbledon. Jugó dobles con Carlos Alcaraz en los Juegos Olímpicos de París en esa cancha central que lo recibió con nostalgia entre aplausos que recordaban otra época. Y ahora la vida, su compañera fiel, le da la oportunidad de despedirse frente a su público. Sería un abuso mencionar todas las cualidades del español que brillaron a través de los años, su familia y equipo como eslabón principal y su pasión por el juego.
Quizá la mejor definición que puedo dejar en forma de agradecimiento es una canción inmortal de Frank Sinatra que expresa mejor que nadie lo que hizo Rafael…
«Y ahora, el final está cerca. Y entonces me enfrento al telón final. Mi amigo, lo diré sin rodeos. Hablaré de mi caso, del cual estoy seguro. He vivido una vida plena. Viajé por todas y cada una de las autopistas. Y más, mucho más que esto. Lo hice a mi manera».
Otra forma de admirarlo sería cambiando unas palabras de Tiziano Terzani en su novela El fin es mi principio, agregando la impronta del español. «Tengo treinta y ocho años y parte del gran viaje de mi vida ha llegado a su fin. Estoy en el final del trayecto. Pero no me siento triste, en absoluto; es más, hasta casi me divierte un poco».