
El fiscal elevó a trece años la pena a cuatro de ellos por tenencia de armas
21 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Los procesados por el secuestro del empresario maderero de Cambre en enero del 2014 aguardan la sentencia tras la última vista celebrada hace unos días en la Audiencia Provincial de A Coruña. En ella los abogados de los ocho procesados hicieron uso de la palabra para convencer al tribunal de que sus clientes o bien son inocentes, actuaron por miedo o no merecen un castigo tan grande. Por el momento, la Fiscalía no les cree ni media e incluso elevó la pena para cuatro de ellos, a los que les imputa también un delito de tenencia ilícita de armas por lo que solicita que sean condenados a trece años de prisión.
Unos no sabían que la persona
que estuvo seis días en la cuadra
de los cerdos de su finca se encontraba secuestrado. Otros sí estaban enterados, pero se callaron y hasta vigilaron a la víctima
por miedo. Solo uno, el supuesto
cabecilla, Jesús Mejuto, asumió su culpa. Pero no del todo.
Según declaró la semana pasada
durante la primera sesión del juicio, lo único que quería era darle una paliza a la víctima, pero nunca secuestrarla ¿Por qué pretendía tal cosa? Porque hacía años, la empresa familiar a la que pertenece la víctima le había comprado a su padre una madera que, según él, no le pagó. Quería vengarse y «solamente darle unas hostias». Pero se equivocó de persona. En lugar de citarse con el hermano de la víctima, que supuestamente fue quien había hecho el negocio, lo hizo con Abel Diéguez, que nada tuvo que ver con aquello. Con engaños, lo citó en un monte de Aranga, pero solo para darle un susto. El problema es que el resto de los procesados, según afirmó Jesús Mejuto, no querían asustarlo, sino privarlo de libertad y pedir un rescate a su familia. En otras palabras, los malos son los demás, «yo solo le quería pegar».
¿Qué papel jugaba su hijo, de 18
años, en toda esta historia? «Ninguno», dijo el supuesto autor intelectual. Mejuto explicó que su
único vástago intentó siempre persuadirlo de que no hiciera nada malo. El joven ratificó las palabras de su padre, exculpándose
así de cualquier delito. Por el hecho de que el chico tenga nacionalidad mexicana, si es condenado deberá cumplir parte de la
pena en España y luego acogerse
a la expulsión del país.
Padre e hijo intentaron durante
el juicio descargar sobre el resto
de procesados la responsabilidad
del secuestro, siendo ellos meros colaboradores y que los hechos cometidos lo fueron contra
su voluntad. Pero el hermano de Mejuto, José Manuel, también acusado, dijo todo lo contrario. Explicó al juez que si participó en el secuestro fue por miedo a Jesús. Juró sentirse obligado a vigilar a la víctima y que si lo hizo fue por salvar su vida y la del propio secuestrado.
Los otros dos procesados, amigos de la familia -solían hacer pequeñas chapuzas en la finca- dijeron exactamente lo mismo
que el hermano de Jesús Mejuto,
que participaron en el secuestro
por un miedo insuperable a ser asesinados por aquel. De ahí que sus abogados hayan pedido la eximente. El supuesto cabecilla
los había culpado de pegar ala víctima y de «atarlo de pies y
manos como a un becerro».
Solo un acusado asume el secuestro, mientras que el resto afirmaron ser inocentes
Tres imputados sostuvieron que participaron en los hechos por miedo al cabecilla
Los dueños de la casa donde estuvo retenido en Lalín creían que estaba por voluntad propia
Otros de los procesaros fueron Isabel, pareja de José Manuel Mejuto, junto a los padres de esta, ya septuagenarios, que son los propietarios y quienes residían en la finca donde permaneció Abel Diéguez durante seis días. Pese a que el chamizo en el que se encontraba estaba a apenas veinte metros de la vivienda, el matrimonio declaró en el juicio que no tenían ni idea de que un hombre estuviese encerrado allí contra su voluntad. «Nos dijeron que era un amigo que necesitaba un techo durante unos días porque tenía problemas con su mujer», declararon. Le hacían la comida y, según ellos, «no preguntábamos nada». Esta versión choca con la de Jesús Mejuto, que había
declarado que los dueños de la casa habían aceptado mil euros
diarios a cambio de alimentar a la víctima y permitir que estuviese en la finca.
El juicio duró cuatro días. En la tercera sesión se pudo escuchar las grabaciones que uno de los acusados, supuestamente Jesús Mejuto, le hizo a la mujer de la víctima para cobrar el rescate de 70.000 euros. Le dijeron cosas como «Paga o sino la próxima vez te voy a mandar los dedos».
También compareció el hermano del secuestrado, que dijo no acordarse de la denuncia que el supuesto cabecilla de la banda le había interpuesto hace años por no pagarle una madera.
La Guardia Civil calificó de «peligrosos» a los secuestradores y en concreto ha destacado a los acusados José Manuel Mejuto y Jesús Mejuto. Consideran que este último era el «cerebro» y quien «lo dirigía todo, mientras que su hermano era el encargado de «custodiar a la víctima.