La banca se prepara en Galicia para sacar provecho de la caída del Popular

ECONOMÍA

La comunidad encadena 8 años de ajustes con miles de empleos perdidos y 900 oficinas menos
12 jun 2017 . Actualizado a las 18:25 h.La dirección del Santander mandó la semana pasada un mensaje muy claro a toda la plantilla del Popular, ya bajo su control: el primer objetivo es no perder un solo cliente. No lo tiene fácil. Dice un veterano directivo del sector bancario que cuando hay una fusión «dos y dos son tres». Es decir, que siempre que se produce una operación de compra hay una parte del mercado que pierden los que se integran, bien porque los clientes se quedan sin su oficina y gestores de referencia y optan por irse, por los inevitables cierres y despidos; bien por el desconcierto inicial, que lleva a algunos a volar lejos; bien por simple descontento con la operación. Eso es lo que desde altos cargos hasta directores de oficina consultados creen que puede suceder ahora en Galicia con la operación de absorción del Popular-Pastor. Como pasó con la unión de Caixa Galicia y Caixanova.
«Siempre hay una cuota que se pierde -dice un ejecutivo, que como el resto piden no ser identificados-, aunque en este caso ya hacía algunas semanas que se venía detectando con fuerza». La clientela del Pastor en Galicia se había mostrado fiel a su entidad: sus depósitos, atendiendo a las cifras de la Asociación Española de Banca, se mantenían estables, mientras la matriz se desangraba. Hasta hace unas dos semanas. La red gallega también empezó a notar una fuga de clientes por la inseguridad que les ofrecía la entidad, en el foco permanente por su desplome en la bolsa.
Ofertas para captar
Sus competidores en Galicia notaron esa llegada de clientes desde el Pastor. Incluso algunos aprovecharon para lanzar ofertas de captación. «Si nos presentas a un cliente nuevo, se te mejoran las condiciones». Es lo que se puede leer en el correo electrónico de una entidad remitido a uno de sus clientes gallegos la semana pasada, justo tras la intervención del Popular. ¿Casualidad? «Es posible -explican en el sector- que si el Santander no da una respuesta a los miles de accionistas cabreados por haber perdido su dinero, haya de nuevo movimiento en las cuentas, pero será a medio plazo. Los minoristas que se podían ir por la incertidumbre ya se han ido».
La banca se rearma en Galicia para aprovechar ese movimiento, el que convertirá al Santander en el segundo operador de la comunidad, con casi el 30 % del mercado de créditos y depósitos. Será la autonomía en la que disponga de mayor cuota, según los números del propio banco. Eso tiene una cara B: una concentración de riesgos en empresas (sobre todo las grandes, porque en pymes el Santander es actor secundario y el Pastor, el protagonista), por acumulación de cartera de créditos. Algo que también quiere aprovechar la competencia. La franquicia que dirige Ana Botín entra con fuerza en una de las comunidades que más ha sufrido los rigores de una interminable reestructuración bancaria que arrancó en la primavera del 2009 con la intervención de Caja Castilla-La Mancha y que apenas se ha detenido desde entonces. Ocho años casi ininterrumpidos de fusiones, intervenciones, ERE, cierres de sucursales... Solo Cataluña, Madrid y Valencia han sufrido con más intensidad ese proceso, que se reabre con la compra del segundo operador gallego por parte del que hasta ahora era quinto.
El balance de los cambios
En esos ocho años Galicia ha pasado de contar con casi una treintena de marcas establecidas en su territorio a apenas una decena, con Abanca al frente del mercado, y operadores que han entrado con fuerza, como el Sabadell, que conservó la marca del banco que compró en la comunidad, el Gallego. La reestructuración ha supuesto perder miles de empleos -no hay una estadística regional fiable sobre ese impacto- y en ocho años han desaparecido más de 900 oficinas. La red hoy es similar a la de 1978, con menos de 1.600 sucursales. Solo la Caixa Rural Galega ha evitado hacer cierres, y prevé alguna apertura este año.
El ajuste ha tenido también su coste económico: se ha reducido el mercado del crédito en 28.000 millones, más del 40 % desde aquel marzo del 2009, según datos del Banco de España.De 68.800 millones a poco más de 40.000 al cierre del 2016. En ese período, los depósitos, la fuente de ahorro de los gallegos, ha engordado hasta los 57.000 millones, 9.000 más que antes de la gran reestructuración. Solo en el País Vasco y Castilla y León hay tal desproporción entre dinero captado por los bancos a los pequeños clientes (57.069 millones) y dinero prestado a la economía productiva (40.120). Eso explica el interés que el mercado bancario tiene en este rincón del noroeste.