Galicia «inventó» en 1988 la peligrosa moda de asaltar Parlamentos

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

ELECCIONES GALLEGAS 18F

María Pedreda

Un centenar de trabajadores de las empresas Mafriesa y Propecsa entraron por la fuerza en las dependencias del pazo de Fonseca

11 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Los populismos de izquierda y de derecha que surgieron a partir del 2011 tuvieron una seña de identidad común: su preocupante afición por asaltar o asediar los Parlamentos, sedes de la soberanía popular, que veían en manos de una casta política. En septiembre del 2012, se puso en marcha la operación Rodea el Congreso, en Madrid, una protesta que tuvo su precedente en el grave y por momentos violento asedio al Parlamento de Cataluña, en junio del 2011. En el plano internacional, destaca el asalto al Capitolio de los seguidores de Donald Trump el 6 de enero del 2021, que tuvo su secuela justo dos años después en el asalto a las instituciones brasileñas por los simpatizantes de Jair Bolsonaro, que también mostraron su incapacidad para aceptar los resultados electorales.

Como sucede en otros ámbitos de la política, Galicia también fue pionera en este tipo de prácticas, mucho tiempo antes de que surgieran los populismos posmodernos. Salvando las distancias, el 2 de marzo de 1988 un centenar de trabajadores de las empresas Mafriesa y Propecsa (del grupo Rumasa) entraron por la fuerza en el Parlamento gallego, que entonces utilizaba las dependencias del pazo de Fonseca. Era un emplazamiento fácilmente accesible y quizás fue el momento en el que los parlamentarios estuvieron más cerca del pueblo. Era habitual ver a los diputados en los bares cercanos, continuando ante un café o una caña —tal vez a veces algo más fuerte— los debates de aquellas larguísimas sesiones. Pero el asalto fue de una gravedad indiscutible, independientemente de la justicia de las reivindicaciones, relacionadas con la expropiación de las empresas de Ruiz Mateos y su posterior reprivatización. Los policías custodios no pudieron evitarlo, llegaron al vestíbulo y rompieron una gruesa puerta de cristal. Su intención era entrar en el hemiciclo, que en aquel momento debatía los Presupuestos. El Diario de Sesiones refleja el alboroto y la tensión del momento:

Un momento [dice el presidente del Parlamento, Tomás Pérez Vidal]. Rógolles orde nas tribunas. (Berros e ruídos no vestíbulo da Cámara).

El presidente Pérez Vidal sale para negociar con los asaltantes y asume el control de la Cámara Luís Cordeiro, que vuelve a dar la palabra a Camilo Nogueira (Esquerda Galega), conocido por sus larguísimas intervenciones.

En todo caso, eu penso que sería máis apropiado esperar a que pase este altercado, señor presidente [alega Nogueira]. (Berros máis fortes no vestíbulo).

—Señor Nogueira, eu non sei se sería oportuno, para dar a sensación que debe dar este Parlamento, que prosigamos...

Paralizar, no suspender

Cordeiro habla con los portavoces y decide paralizar durante 15 minutos la sesión. «Non suspendemos, paralizamos», aclaró, y pidió a los diputados que permanecieran en sus escaños. Llegaron refuerzos policiales y desalojaron con una carga a los manifestantes. Dos líderes sindicales fueron condenados a ocho meses de destierro, en un radio de 50 kilómetros de Santiago. Si la sesión se hubiera suspendido, la pena habría sido mayor.

Aquel incidente y la escasa protección de la sede parlamentaria tuvo sus consecuencias. El propio Pérez Vidal admitió que la criticada verja que rodea el Parlamento de O Hórreo —que se estrenaría un año después— se justificó como elemento disuasorio para evitar asaltos similares.