La impresionante casa prefabricada de Alberto y Sabela en la milla de oro de Galicia: «En solo 20 meses nos la entregaron y fue a precio cerrado»

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ANGEL MANSO

La pareja decidió comprar una vivienda modular y asegura que todo son ventajas. «El día que la trajeron en unos tráileres, un amigo nos escribió un mensaje: "¡Creo que estoy viendo tu salón!"», recuerdan. Aún guardan la foto de la grúa colocándola

10 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Alberto y Sabela fueron los primeros en comprar una de las nueve viviendas unifamiliares de As Galeras en Bastiagueiro (Oleiros, A Coruña), que podría considerarse una de las primeras urbanizaciones de casas prefabricadas de Galicia. Se diferencia de una urbanización al uso, aclaran los propietarios, en que los vecinos no disponen de zonas comunes y cada comprador es autopromotor de su propia vivienda. En su día, estos chalés adosados por los garajes se comercializaron por un precio de venta que partía de los 460.000 euros, y que también incluía la parcela. A esta cantidad hay que sumarle lo que cada uno eligió para su casa, tanto en lo relativo a materiales como a la propia distribución o al equipamiento del jardín privado. El precio de partida, además, dependía de aspectos como la extensión de la parcela y el número de dormitorios.

La pareja se decidió por esta promoción porque tanto la casa como el proyecto les convenció, y el tipo de construcción siempre resultó algo secundario para ellos. Al menos en su momento, porque a día de hoy ambos aseguran que, si volviesen a comprarse una vivienda, volvería a ser prefabricada. «Aunque no creo que lo hagamos, porque configurar una casa implica tomar tantas decisiones que no nos quedaron ganas de cambiar», asegura Sabela con su bebé en brazos.

ANGEL MANSO

El matrimonio, que también tiene otro niño más mayor, encontró en su chalé un auténtico remanso de paz. No es para menos. Si bien por fuera las fachadas se visualizan todas iguales, con un estilo contemporáneo que combina el color beis con paneles de madera, la de Sabela y Alberto por dentro es como para quedarse a vivir. Diseñaron la planta inferior sin tabiques, con cocina abierta al salón y una mesa de comedor ubicada en una galería de ventanales con vistas y acceso al jardín, que tiene forma de ele. Todo luz y amplitud en un chalé que desde el interior engaña, porque tiene algo más de terreno exterior del que parece. Son unos 150 metros cuadrados de terraza y jardín, suficientes para instalar la barbacoa cubierta, sentarse a tomar algo al sol e, incluso, disfrutar de un espacio de juegos con portería del que de momento disfruta su hijo mayor, «pero en un futuro, cuando los niños aprendan a nadar, haremos una pequeña piscina», señala Alberto. Desde su jardín, en lo alto, se ven las de otros chalés, porque el conjunto consta de cuatro casas arriba y de otras cinco debajo.

Una de las cosas que les atrajo a ambos de la vivienda modular es que no les dieron un plano cerrado, sino todo lo contrario. «Fue uno de los aspectos que más agradecimos. Nos dieron el plano, varias distribuciones y una oferta de proveedores y de precios con una serie de materiales para todo, suelos, puertas, picaportes... Construir una casa desde cero es tomar muchas decisiones, y con ello te acotan un poco y te ayudan. Pero luego, si tú quieres escoger algo de otra marca porque te gusta más, o hacer modificaciones en el plano, no hay problema», explican. Cuentan que cambiaron el tipo de escalera —la vivienda tiene dos plantas— y los espacios de la planta superior para añadir un armario que les aportara el almacenaje necesario para los niños, así como abrieron una claraboya para dar todavía más luz a la casa. También apostaron por una distribución abierta en la planta baja y ampliaron la superficie del salón: «Nosotros, como fuimos los primeros en contratar y pudimos elegir, escogimos una casa con suficiente terreno como para poder ampliar un poco el salón y convertir un espacio que en principio era exterior en una galería acristalada que forma parte de él, y donde colocamos la mesa del comedor», explica Sabela, que también destaca la rapidez del proceso: «Yo estaba embarazada, entonces tampoco queríamos que fuera algo que se alargara demasiado».

TERRENO Y CASA JUNTOS

«Reservamos la casa cuando esto no era más que un terreno sin tratar en julio del 2020. Tardamos solo 20 meses en tenerla, y eso contando con el covid y todos los retrasos que hubo de transportes y materiales en esa época; además del papeleo con el ayuntamiento, las licencias, los permisos... En todas esas gestiones te ayuda Cube, lo que facilita mucho el proceso. Pero aun teniendo en cuenta todas estas cosas, desde que se empezó a fabricar la casa no tardamos ni dos años en tenerla, y fue con un precio cerrado desde el principio», asegura Alberto, que tras casi tres años en ella no nota ninguna diferencia con respecto a lo que sería vivir en otro tipo de construcción, ya que está perfectamente aislada y cuenta con suelo radiante, «y hemos tenido unos cuantos temporales para comprobarlo», bromea.

El hecho de poder ver cómo van construyendo su chalé, «incluso poder pasear por él en la fábrica», señalan ellos, les encantó. «Ves los módulos de tu casa, todavía separados, pero ya vas viendo tu salón y demás. Es muy útil, porque no somos arquitectos, y no es lo mismo ver un plano o imaginártelo, que pisarlo». Todavía conservan la impresionante foto de su salón descendiendo de la grúa hacia el terreno sobre sus cabezas. «Fue alucinante», indican. Alberto cuenta una anécdota: «Yo me acuerdo del día que la trajeron, porque vino en unos tráileres, y me escribió un amigo que la vio: “¡Creo que estoy viendo tu salón!”».

Él es coruñés y su mujer de Vigo. No es difícil imaginar que la pugna a la hora de elegir dónde establecerse tuvo que ser interesante. «Llegamos al acuerdo de venir para A Coruña», afirma Alberto. «Yo dije que vale, pero que no me iba a meter en un piso en el centro. Veníamos de vivir en Madrid en una casa con jardín, y eso influye mucho. Alberto me habló de esta zona, que yo no conocía, pero la verdad es que estoy encantada», reconoce Sabela, que destaca la paz de la casa para trabajar —los dos teletrabajan y afirman no oír ni un ruido—, así como la cercanía a la playa de Bastiagueiro, al colegio de sus hijos, a todos los servicios básicos y a la ciudad. «Hacemos vida aquí, tengo a un minuto el supermercado, la farmacia me queda de camino al cole en dos minutos, después tenemos cerca el centro de salud, que además tiene urgencias pediátricas, y si quieres ambiente, puedes salir hacia A Coruña o hacia Santa Cruz (Oleiros)». Todo un lujo en el municipio más rico de Galicia.