
Los protagonistas de cinco días de vértigo que acabaron con la salida de Teodoro García Egea y con la convocatoria de un congreso extraordinario
23 feb 2022 . Actualizado a las 15:42 h.Había mar de fondo, pero la crisis definitiva con la que se acaba precipitando el final de Pablo Casado al frente del PP se puede circunscribir en unas 100 horas, las comprendidas entre el viernes por la mañana, cuando acude a una entrevista para cargar contra Díaz Ayuso, hasta el mediodía del martes, momento en el que traslada a los suyos que está dispuesto a abandonar.
Pese a la gran catarsis en la que entró el partido a mediados de la pasada semana, todas las fuentes consultadas coinciden en que Pablo Casado podría haber salvado su cargo ofreciendo la cabeza de su secretario general, Teodoro García Egea, tal y como le reclamaron los pesos pesados de la formación; sin embargo, este salvoconducto para seguir al frente del partido dejó de tener validez desde que el presidente del PP rompió su silencio con una entrevista el viernes en la Cope en la que los barones territoriales coincidieron en que la marcha de su fiel escudero no iba a ser suficiente. Casado había cruzado el Rubicón al acusar en directo y sin pruebas a la presidenta de Madrid de una mala praxis en plena pandemia.
El fin de semana los líderes territoriales estuvieron conectados al teléfono, y el lunes a primera hora comienza el asedio a la planta más noble de Génova en busca de un congreso extraordinario a la mayor brevedad en el que se elija a un nuevo líder del partido. Los movimientos se suceden a lo largo de toda la jornada. El primero de cierta importancia es el desmarque del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que se niega a asistir a la habitual reunión del lunes del comité de dirección del partido en el que Casado y el núcleo duro, compuesto por una docena de cargos elegidos por él, organizan la semana. La de este lunes no era una reunión de maitines cualquiera. Estaba en juego el futuro del PP. Y Almeida no acudió. Tal y como contó La Voz hace unas semanas, estaba empezando a acusar una gran erosión al frente del ayuntamiento que le había llevado a la conclusión de que la vara de mando de la capital no era compatible con la portavocía nacional del partido.
El segundo movimiento de relevancia llegó desde Ourense. Alberto Núñez Feijoo habló mucho más claro que en otras ocasiones cuando es cuestionado por asuntos del partido. El presidente de la Xunta, erigido en portavoz de los barones, advirtió que el PP estaba en «situación de colapso» exigiendo a Casado decisiones «urgentes y complejas». Y a partir de aquí, se producen una serie de movimientos en cascada que concluyeron pocas horas después con Casado cediendo. El todavía presidente del partido primero trató de enrocarse, pero sus defensas se desmoronaron en pocas horas y acabaron con el líder popular saltando de escaque en escaque evitando los embistes.
Uno de los primeros jaques llegó con un movimiento que podría considerarse de peón. El diputado autonómico y presidente de Novas Xeracións, Adrián Pardo, reclamó en la redes sociales la convocatoria de una junta directiva nacional que diese paso a la celebración de un congreso urgente. Cualquiera que conozca el PPdeG sabe perfectamente que Pardo no se mueve de esta forma sin el visto bueno del secretario xeral, Miguel Tellado, el número dos de los populares gallegos. La presión se disparó y empezó a llegar una cascada de mensajes exigiendo un congreso extraordinario a la mayor brevedad.
García Egea y Casado pensaban que podían resistir, pero las cosas empezaron a torcerse mucho cuando dentro del comité de dirección empezaron a aflorar las grietas. En primer lugar, de la diputada Belén Hoyo, que pidió la celebración de un congreso. También de Ana Pastor y Jaime de Olano, los dos gallegos con asiento en ese sanedrín. Elvira Rodríguez, Cuca Gamarra y hasta Javier Maroto y Andrea Levy, dos de las personas que cuatro años atrás se presentaron en las puertas de Génova junto a Casado para apoyarle en su candidatura a suceder a Rajoy. No era un grupo muy grande, de apenas una decena de jóvenes dirigentes, todos de su máxima confianza, entre los que se encontraba, por cierto, Isabel Díaz Ayuso, por entonces una desconocida para el gran público.
Casado y García Egea acuerdan convocar la junta directiva nacional para el lunes, pero confiando en que a los detractores no les será sencillo reunir las firmas de las dos terceras partes de este órgano compuesto por medio millar de cargos populares.
Martes. El reloj no marcaba todavía las nueve de la mañana cuando desde el PPdeG se volvió a abrir fuego. Marta Fernández, diputada por A Coruña y la primera vicesecretaria de Comunicación que puso Casado en el partido, antes de dejar paso a Pablo Montesinos, exige un congreso extraordinario. Le sigue Ana Belén Vázquez con otro mensaje en las redes. También el ourensano Celso Delgado. Y tras ellos, llega un comunicado firmado por la dirección del grupo parlamentario en el que también reclaman un congreso. Los peones habían dejado paso a los caballos y a los alfiles. La presión era cada vez más insostenible. Almeida, que el día anterior se había desmarcado de la junta, presenta su dimisión como portavoz nacional del partido. La cascada de desmarques no cesa, hasta el punto de que el presidente de Murcia, Fernando López Miras, una de las personas de máxima confianza de Teodoro García Egea, pide un congreso. A la dirección ya no le quedan apoyos. La batalla está perdida.
Alrededor de las 13.30, una persona cercana a Casado traslada a sus interlocutores en Galicia que la decisión ya está tomada, reclamando que cesen las presiones. Habrá congreso y será extraordinario, es decir, a la mayor brevedad. A las pocas horas García Egea anuncia su salida. Está previsto que este miércoles en Génova Casado pacte con los barones territoriales una renuncia lo más limpia posible.