
Van apenas diez meses de legislatura y Pedro Sánchez tropieza semana tras semana en la misma piedra, la que le pone en el camino Carles Puigdemont, el único que no ha caído rendido a los cambios de opinión —antes conocidos como mentiras— del socialista. En Waterloo no olvidan que la amnistía, piedra angular del apoyo de Junts a la investidura del socialista, sigue varada en el Constitucional y va para largo. Y no deja de escocer la elección de Salvador Illa como presidente de la Generalitat. El esperpento de la fuga —¿pactada?— de Puigdemont en agosto no sacia el ansia de venganza del expresidente catalán y su portavoz en Madrid, Miriam Nogueras, no para de repetir que el PSOE «sudará sangre» en cada pacto. Toca empezar otra subasta.
De nada sirvió el envió a Ginebra de Santos Cerdán, el fontanero para todo de Sánchez. De lo que ha trascendido de las dos reuniones a puerta cerrada queda claro que el calvario va ser largo para los socialistas. «Nosotros no vamos a votar nada a cambio de nada», anunció Jordi Turull el lunes y repitió Nogueras ayer minutos antes de que el PSOE retirara la votación del techo de gasto del orden del día de este jueves por falta de apoyos.
Dicen los separatistas catalanes que quieren multiplicar la capacidad de endeudarse de las comunidades autónomas. O sea, que primero se arrogaron una quita de pufos —muchos de ellos procedentes del delirio independentista— de más de 12.000 millones que saldrá del bolsillo de todos los españoles. Luego, pretenden una agencia tributaria propia y satisfacer su conexión con España con un cuponazo que mermaría las capacidades del resto de comunidades. Y ahora pretenden garantizarse la capacidad de empufarse por encima de sus posibilidades para luego reclamar no se sabe qué agravios históricos. Sísifo estaría orgulloso de sus herederos catalanes.
Pero el problema no es solo Puigdemont. El problema es que, como ocurrió primero con la sedición y la malversación, luego con la amnistía y más recientemente con la financiación a la carta, el Partido Socialista está dispuesto a concederle todas sus peticiones para que el chantaje no se materialice y mantener una ficticia mayoría que ya ha quedado en evidencia en una treintena de ocasiones en apenas diez meses.
Gritaba Sánchez en Ferraz el 23J aquel «somos más» que hoy no existe. El presidente del Gobierno será incapaz de aprobar en tiempo y forma los Presupuestos antes de que acabe el año, como manda la Constitución. Y cuando lo consiga, si lo logra, será a costa de un rosario de dádivas que beneficiarán a una pequeña parte del país para perjudicar a la mayoría social. Ojalá haya aprendido al menos que no puede vivir de espaldas al poder legislativo. En Portugal, en una situación similar, suenan campanas de adelanto electoral. En la Moncloa prefieren hablar de política internacional.