Amaral: «Por fin tenemos un disco para escucharlo y para bailarlo»

FUGAS

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El grupo estrenó el pasado viernes su octavo disco, «Salto al color», una vuelta de tuerca a su sonido, en el que Galicia está muy presente

17 sep 2019 . Actualizado a las 16:14 h.

Un salto al color y, de algún modo, también al vacío es el que han dado Amaral con su nuevo disco. Amplían, y mucho, la paleta de sonoridades, acercándose sin rubor incluso a la pista de baile. Y se mojan en sus contenidos como nunca hasta ahora lo habían hecho. No hay tormento. Tampoco frivolidad. El dúo mantiene ciertas señas de identidad pero se entrega, lúdico y desprejuiciado, a un nuevo tiempo, a la era del technicolor.

 -El disco arranca, ahí es nada, con «Ondas do mar de Vigo». ¿Por qué escogieron esa canción?

-Hace un par de años Carlos Núñez nos invitó a grabarla con él. Finalmente no se llegó a hacer, pero nos pareció bonito recuperarla ahora; y que Mares igual que tú, el tema que abría el disco, tuviese como introducción esta canción que tanto nos había marcado. Así que hicimos nuestra versión llevándola a nuestro universo musical. Y contando con Carlos, por supuesto.

-Le han dado un punto casi psicodélico a la cantiga.

-Sí, es que nosotros somos un poco así también.

-«Salto al color» le da un giro notable a la sonoridad de Amaral. ¿Había una idea previa, una dirección a seguir?

-No es que tuviéramos claro que queríamos hacer un disco rupturista pero el modo en el que evolucionábamos y la música que estábamos escuchando nos llevaba a ello de una manera natural. La única premisa que nos impusimos fue cero prejuicios. Y no ir por caminos por los que ya hubiésemos transitado. Así que mezclamos todo lo que quisimos sin tenerle miedo a nada. Experimentando desde el punto de vista más lúdico. Queríamos hacer un disco que no solo disfrutásemos escuchándolo sino también bailándolo. Y por fin lo tenemos.

-¿Se han tirado de cabeza a la piscina, como han plasmado en la portada?

-Sí, la portada lo refleja perfectamente. De cabeza y sin miedo. Es como la música que ahora estamos escuchando. Va de aquí para allá, sin ningún tipo de complejo ni prejuicios.

-En una ocasión dijo que «para hacer lo más nuevo hay que escuchar lo más antiguo». ¿Qué es lo que está escuchando?

-Escucho música a muchas horas. Por las mañanas, mientras desayuno, antes de dormir... Pero la música que más se funde con mi cabeza es la que escucho cuando salgo a correr. Y ahora mismo en la lista de reproducción de correr tengo a Bob Moses, James Blake, Billie Eilish... Por ahí van los tiros.

-¿Son las bases electrónicas el elemento que ahora define el sonido de Amaral?

-No sé si llamarles bases electrónicas. Hay una mezcla de sonidos que muchas veces pueden parecer sintetizados, pero que en realidad son guitarras con tratamientos que Juan trabaja de una manera muy especial. Sí que es cierto que, al contrario que en nuestros discos anteriores, hay muchas canciones que no están construidas sobre guitarra. Y eso, desde luego, marca su estructura y su sonoridad.

-Esas nuevas sonoridades las dejan ya patentes desde el tercer tema del disco, «Señales», que casi parece un remix.

-Pues sí. Y es que además Señales narra la historia de dos personas que se subirían a todos los aviones que pasen por delante suyo, dos personas que están buscando una chispa en su vida, algo que les mueva.

-¿Podría ser la cuestión de la reafirmación personal la otra gran seña de identidad de este disco?

-Sí, está muy presente. Creo que todo el disco es, en realidad, la búsqueda de una identidad. La búsqueda de tu lugar, de tu momento. Veníamos de Nocturnal, que era la búsqueda de la luz desde lo más íntimo. Y en Salto al color hemos salido hacia afuera. De repente hemos mostrado esa persona que eres o que quieres ser. Le cantamos a ser uno mismo en todo momento, a procurar la felicidad sin complejos, a buscar a la persona que te quiera, que no será la que te haga llorar.

-¿Hay mucho de estriptís emocional?

-Es inevitable que lo haya. Hay canciones que hablan de historias y sensaciones reales y otras de sueños. Pero incluso en las de los sueños, es que son nuestros sueños... Es imposible abstraerse de la implicación personal.

-Le dedican una canción a «nuestro tiempo». ¿Cómo lo ve?

-Extraño, ¿no? Y desconcertante. Pero supongo que todas las generaciones se enfrentan a ese desconcierto. Aún estamos aprendiendo a estar tan hipercomunicados. Creo que esa es la gran revolución de nuestro tiempo.

-En otro tema hablan de los «fantasmas del pasado». ¿Cómo se lleva con ellos?

-Bien, están ahí [se ríe]. Agazapados en algún lugar. Pero desde el momento en que te ríes de ellos es que lo llevas bien.

-«Psicópatas hambrientos de poder comandan ejércitos y presiden gobiernos», cantan en «Juguetes rotos». ¡Caray! ¡Quién ha visto a Amaral y quién los ve!

-Nunca hemos tenido miedo a verter nuestra visión del mundo en nuestras canciones. Curiosamente, esta la empezamos a componer en el 2008. Pero hay canciones que en su momento te dicen que no están preparadas para salir. Y de repente un día te llaman a la puerta y te dicen «ahora sí». Y ese fue el caso de Juguetes rotos. Por desgracia, la historia que relata sobre la fragilidad del individuo ante la presión de los poderosos sigue muy vigente.

-Decía Cifu, de Celtas Cortos, que sacar la lengua a pasear sale cada vez más caro.

-Yo nunca he tenido miedo a las palabras ni a decir lo que pienso. Tanto para mí como para Juan la libertad ha sido siempre lo más importante de este proyecto. De hecho seguramente somos músicos porque teníamos idealizada esa visión del músico que anda por ahí, viajando, sintiéndose libre y expresándose sin tapujos.

-Hace años Juan se lamentaba de que la gente no veía a Amaral como una banda. ¿Está eso superado?

-Sí, al fin sí. La verdad es que ha costado porque nuestro formato no era el habitual. Somos dos y da igual nuestro género. Los dos hacemos de todo, nos intercambiamos los papeles y, claro, eso era un poco desconcertante porque no nos podían meter en las plantillas de roles preestablecidas. Es muy gratificante comprobar que esos tópicos por fin han caído.