«Cuanto más lejos de Barbie, más cómodo me encuentro»

FUGAS

Rafa Martín

«La cosmética es hoy una especie de pensamiento único», advierte Andrés Neuman, que ha presentado «Anatomía sensible» en Galicia

14 nov 2019 . Actualizado a las 16:19 h.

Andrés Neuman (1977), «vitalista y hedonista» en sus palabras, eriza la piel del pensamiento con Anatomía sensible, una celebración de los cuerpos, de todos, que ha llegado a Galicia y que ayer compartió con los lectores en Moito Conto, de A Coruña.

­—¿Cómo clasificamos esta «Anatomía sensible»?

—Una poeta lo calificó como un cuerpario. Y me gustó. He procurado que fuese un libro inclasificable, con un lenguaje que no se encorsetara en ninguna pureza de género. He intentado jugar con los géneros y las generaciones en todo sentido.

­—¿Puede leerse como un manifiesto político a favor de la imperfección?

—Sí, tiene ideas de militancia contra el mercado de consumo en torno al cuerpo.

­—Dispara al Photoshop.

—Estamos viviendo un pico de opresión cosmética, una dictadura en el canon de belleza que imponen la publicidad, las películas, la televisión y a veces la literatura. Hay injusticias que me parecen preocupantes, como la gordofobia y la viejofobia.

—¿Son males sociales maquillados?

—Es como si las personas no tuvieran derecho a envejecer. Ya ni hablar de las mujeres... Yo era muy consciente de esto, por eso celebro la estría, la arruga... ese tipo de cosas que no están en el imaginario del deseo. La juventud es una parte breve de nuestra vida, pero estamos en una sociedad longeva que debe aprender a representar y amar el cuerpo de otra manera, porque, si no, seremos vampiros vampirizados. El 99% de las personas, cuando se asoman al espejo de las representaciones públicas del cuerpo, no ven el suyo. La belleza es un trabajo de equipo, un proyecto cultural en disputa.

—¿Dónde ve la belleza?

—En la imperfección y, ¿cómo te diría?... en el gozo del movimiento. Hay algo rígido en esos modelos del Photoshop aséptico.

—¿No le seduce el modelo Melania Trump?

—No podría estar más lejos de mi imaginario personal. Cuanto más lejos de Barbie, más cómodo me encuentro [risas]. Me parece mucho más interesante un cuerpo que plantea dudas y preguntas que la reproducción de un modelo en cadena que me parece injusto y, en lo personal, aburrido. Si el lenguaje tiene frases hechas, nuestro cuerpo tiene sus lugares comunes.

—¿Siente la vocación de reventar el canon?

—Me preocupa que confundamos estética y cosmética. Los usamos como sinónimos, y en realidad son antónimos. La estética es una pregunta acerca de la belleza, y la cosmética es la reproducción acrítica de un modelo que no se discute. La cosmética parece una especie de pensamiento único. No hay imaginario alternativo.

—¿Qué clichés y ausencias pesan más?

—Hay zonas del cuerpo masculino que están muy ausentes en las representaciones. No hay tradición erótica que muestre a señores de cierta edad. Si no es un cuerpo apolíneo, joven y de gimnasio, se invisibiliza. Hay una tradición de literatura escrita por mujeres donde el cuerpo es un campo de batalla social y familiar. Es algo que los hombres no tenemos.

—¿El cuerpo masculino es el gran ausente en la historia de la literatura? Una pena...

—Y una oportunidad... Hay muchas zonas en sombra o desatendidas o photoshopeadas donde se pueden producir discursos nuevos. La mirada es lo más poderoso y constructivo que tenemos. La mirada construye los cuerpos, no al revés. Y hay zonas del cuerpo que no tienen ningún prestigio. Nadie te dice «Qué sienes más bonitas tienes», ¿no?

—Advirtió que escribir se parece a estar enamorado.

—El enamoramiento es un estado de atención desmesurada, casi neurótica, que se parece al que provoca la literatura.

—¿Cuáles son las zonas más erógenas y carnales del lenguaje?

—Los reflejos y la velocidad de la voz son importantes, también la cadencia...

—¿Qué es la vocación?

—La conversión del trabajo en placer, es una alquimia mediante la cual todo lo que nos cuesta trabajo nos produce placer. A mí me gusta la escritura con memoria, que no se limite a la actualidad. Ahora que estamos en plena discusión sobre la memoria histórica, no está de más recordar que todos los cuerpos tienen su memoria histórica. Y que cada cuerpo narra la historia de su persona, y que cada cicatriz forma parte del libro que se va escribiendo en ese cuerpo. Reivindico los cuerpos con memoria narrativa.

—¿El humor es en su escritura una forma de desapego, de suavizar la intensidad?

—No sé si utilizaría la palabra desapego, pero puedo estar de acuerdo en el concepto. El humor podemos pensar que aligera, reconcilia y abraza, pero por otro sabemos que hay cosas que solo se pueden decir con humor, silencios y tabúes que solo el humor rompe. El amor puede ser una sonrisa de reconciliación, pero también la única manera de nombrar lo que se omitiría por incomodidad. Cuando se aborda un tema muy serio, enseguida tengo la tentación de hacer una broma, y cuando percibo un abuso del chiste algo que me dice que toca ponerse serio. Tiendo, inevitablemente, a la tragicomedia.

—¿Las palabras pierden sensibilidad con el uso y el abuso, o cuando las utilizamos de manera equivocada?

—Siento que sí. Hay un repertorio de metáforas gastadas en torno al cuerpo, como el cabello como el oro o los dientes como perlas o la piel de seda..., que van construyendo un canon físico alienante. Hay lugares comunes demoledores, como que clausuran la discusión antes de que se produzca, que es lo peor. Las palabras son acciones. Muchas veces se dice, me parece que equivocadamente, «menos palabras y más acción». Todo discurso es un acto y todo acto se legitima por un discurso. No hay ningún acto colectivo que no esté legitimado por un discurso. El lenguaje debe hacerse cargo de la realidad, no generar inmediatamente un tecnicismo como MENA para referirse a los menores extranjeros sin hogar. Hay palabras, como los tecnicismos, que le restan cuerpo a su conflicto. También es una especie de Photoshop. El tema central de Anatomía sensible es cómo Photoshop ha pasado de ser un software a lógica cultural y política. Hay que intentar escribir y vivir sin filtros.

—No eludiremos mencionar que es un amante del deporte...

—Sí. No creo que sean incompatibles el fútbol y la poesía, igual que no lo son la edad y la belleza, o lo alto y lo bajo. Soy un tío de gustos muy impuros.