Kiko Veneno: «Que los jóvenes me conozcan por mi trabajo con C. Tangana por una parte me encanta y, por otra, me decepciona»

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Dos discos rompedores -«Sombrero roto» y «Hambre»- y una colaboración -con C. Tangana- lo han situado en una nueva órbita, que hoy menos que nunca planeaba alcanzar. Por eso lo goza

13 ago 2021 . Actualizado a las 12:27 h.

De vacaciones en Matalascañas, Kiko Veneno se confiesa feliz. Atiende de mañana, temprano, con un punto de pereza pero siempre solícito. Con esa agilísima lucidez y ese hiriente sarcasmo, tan marca de la casa como aquel mechón blanco. «En las entrevistas me desahogo políticamente», admite. «En las canciones y en los conciertos, no. Yo soy de los que creen que la música debe ser para disfrutar». Aun así, en uno de los temas de Hambre, su último disco, escribe: «Estoy cansado de callar y mirar para otro lado, de escuchar que los tiempos han cambiado pero nunca es para mí». Pero vaya si han cambiado. Y sí, también para él.

­-La chavalada está descubriendo a Kiko Veneno, ¿eso le rejuvenece?

-No, no, en realidad es un palo. Te hace darte cuenta de que hay mucha más desconexión entre generaciones de la que pensabas. Que a estas alturas, con 69 años y después de llevar haciendo canciones toda la vida, la gente joven me conozca por estos dos discos o por mi trabajo con C. Tangana, por una parte me encanta, pero por otra me decepciona. Pero bueno, tampoco conocen la historia de España. Ni saben quién era Franco. Ni Hitler.

-¿Estos dos discos nacen por una necesidad de conectar con un determinado público o por inquietudes personales?

-Por mis inquietudes, por supuesto. Yo ya daba por perdida a la gente joven. Pensaba que no se iban a interesar nunca por mi música. Ahora, eventualmente, se están interesando. Pero yo hago mi música para mí y para la gente que la ama.

-Dice que la felicidad «es una raya que hay que atravesar». ¿Qué nos detiene, qué nos impide cruzarla?

-A mí lo que me interesa es que tú te hagas esa pregunta, no respondértela. Ese es el objetivo. Pero es que, aunque quisiera contestártela, no conozco la respuesta. La vida casi nunca son respuestas. La vida es una pregunta permanente. Y en el momento en que dejas de hacerte esa pregunta te sale una barriga de 20 kilos, las bolsas de los párpados parecen las cestas de un supermercado y no tienes resuello ni para cultivar unas papas para freírtelas después. Ese es el estado mental y físico en el que puede estar la humanidad si deja de hacerse preguntas.

-Canta Drexler en «La guerrilla de la concordia» que «amar es cosas de valientes». Y asegura usted en «Luna nueva» que «besar es un plan revolucionario». ¿Se ha tornado el amor un acto de insurgencia?

-Siempre lo ha sido. Ya lo decía Allen Ginsberg, todos los minutos que pasen sin amor en tu vida no valen pa' na, eso lo puedes tirar. Lo decía Ginsberg, lo decía Bob Dylan, el Arcipreste de Hita, Lorca... Lo han dicho todos los grandes poetas. Políticos no he escuchado a ninguno que lo diga. Bueno, el otro día un poquito a Alberto Garzón cuando dijo: «Vamos a cuidarnos, vamos a amar un poco la naturaleza y el planeta». Pero inmediatamente salió el presidente del Gobierno y le dijo: «chuletón patriótico, calla». Y se cortó el discurso de amor.

-Se habla mucho de su acercamiento a la electrónica, pero «Hambre» me parece también el disco más flamenco que ha hecho en años.

-Sí, sí. La verdad es que me he atrevido a componer y cantar un par de canciones, Hambre y Madera, en un estilo muy flamenco. Nunca me había atrevido a cantarlo tan abiertamente. Y lo he hecho sin propósito alguno. No es que haya dicho: ahora detrás de El Niño de Elche voy a ir yo a poner mi granito de arena en el nuevo flamenco. No, yo he hecho lo que me ha dado la gana. Como he hecho siempre.

-Resulta estimulante comprobar cómo la electrónica y las nuevas tendencias consiguen conectar con las músicas de raíz, como el flamenco, sin pervertirlas.

-Es que la única forma de no pervertir esas músicas es hacerlo así. Si nos mantenemos en la pureza y en preservar el canon, eso se convierte en un folklore y se fosiliza. La única forma de que las músicas naturales encuentren cada vez nuevos campos de desarrollo es mezclando la tradición y la vanguardia. Lo actual, lo contemporáneo... ¿Quién hace eso? Pues Rodrigo Cuevas, Baiuca, Rosalía... ¿Los demás? Pues seguirán quejándose de apropiacionismo cultural, de falta de pureza, de esto y de lo otro. Griterío estéril. Lo único fértil está ahí.

-¿Tiene alguna intuición de por dónde le puede llevar este camino en el futuro?

-No, ni lo pienso ni quiero saberlo. ¡No, hombre, no! Es que entonces no hay creación. Si tú ya sabes lo que quieres hacer antes de hacerlo, ¿dónde está la creación? Cuando llegue el momento, quién sabe, igual hago un disco de guitarra y voz nada más, como el de Guitarricadelafuente.

—¿Está atento a lo nuevo que está pasando en la música?

—Estoy moderadamente atento a lo nuevo que sale. Yo escucho la radio todos los días y con eso me hago una idea de lo que está pasando. Desde escuchar a Dua Lipa, a James Blake o a Rosalía... Escuchas un poco las tonalidades y con eso me basta. Me interesa lo que aparece, por supuesto, pero no con la pasión que yo tenía de joven cuando esperaba los nuevos discos de mis ídolos. No, no. A los contemporáneos de ahora los escucho con otra calma. Pero sí, siempre con curiosidad y con interés. Porque desde los años 60, la música popular se ha basado en las nuevas perspectivas que le iban aportando las nuevas generaciones. Hay que estar atento a eso, claro.

—¿Se siente cómodo en la actual industria musical?

—Me siento cómodo en la música. Porque la música es de las pocas cosas que van bien en el mundo. La tecnología no sé a donde nos va a llevar. La estupidez humana, tampoco. La agricultura y la ganadería no sé donde van a ir. Igual acabamos todos comiendo pastillas biológicas. Pero la música va bien porque cumple un papel muy agradable, muy reconfortante y muy unificador. La especie humana necesita construir un sonido, un sentido y una poética común. Y en eso estamos.

VIGO AUDITORIO MAR DE VIGO JUEVES 19. 21.00 29,70 EUROS