
El actor y humorista llega a los cines con «O home e o can», de Ángel de la Cruz. «Hay dos cumpleaños que celebré con especial ilusión, los 18 y los 70», revela
22 oct 2023 . Actualizado a las 21:25 h.El concepto es rotundo, crudo y bello, en O home e o can, un homenaje en blanco y negro de Ángel de la Cruz al neorrealismo, que llega este viernes a los cines tras una gran cosecha de premios. Rodada en blanco y negro en gallego, e íntegramente en la provincia de Ourense, con una escena de gran potencial emocional en las Burgas, la película que protagoniza Manuel Manquiña con Paula Chaves, Pauliña, rompe con la Galicia de anuncio y riquiñismo, desnuda la soledad de las pequeñas aldeas que se quedan sin gente, el desapego feroz en la ciudad, el infierno de ciertas familias e instituciones en otros momentos de la historia, los abusos de poder o la marca del estatus, y el bálsamo que puede ser una amistad (un regalo siempre, aunque llegue a deshora).
—«O home e o can» muestra un registro muy diferente de Manquiña. ¿Cómo te acercaste al personaje de Manuel, el peculiar protagonista de esta película?
—Estaba perdido con el guion. No sabía cómo enfrentarlo: en Manuel había contradicciones, por una parte tenía unas carencias y, por otra, tenía unos diálogos y unos razonamientos demasiado elaborados. Lo comenté con Ángel [de la Cruz], le dije que creía que había que eliminar texto. Manuel es un hombre muy elemental. Fue de lo primero que probamos: en vez de responder con cinco líneas de texto, responder con una. Quitar texto ayudó mucho.
—Manuel no dice una palabra en vano...
—No, porque tiene una lógica elemental. Tenemos el vicio social de adulterar el mensaje para que sea más asimilable por el otro. Manuel no tiene ese problema. No sabe mentir.
—Rompe con la retranca de Manquiña.
—Claro, ¡es que el personaje no soy yo! Yo no pensaba como Manquiña, sino como Manuel, el personaje. Es un hombre acostumbrado a que le llamen tonto, inútil. Llega a creer que la policía lo puede detener por el hecho de venir de la aldea y moverse por la ciudad.
—Hay denuncia social. Esta película nos despierta, nos lleva a recordar los casos de los niños robados, por ejemplo.
—Sí. Cuando la presentamos en Redondela, alguna persona nos descubrió facetas de la película de las que yo no era consciente. Se habla de la soledad de los mayores, del abandono del medio rural, de los necesitados... Pero yo no era consciente de todas esas lecturas.
—Paula y Manuel son familia, pero no de sangre. Son familia elegida.
—Yo los veo como dos seres que se comunican por necesidad y acaban teniendo un vínculo que puede ser más fuerte que el familiar. Ella lo explica bien cuando me llama punki en el estanque de As Burgas..., algo que no estaba en el guion.

—Recuerdas un poco a Charles Chaplin, quizá es una asociación simple.
—Yo no trato de igualarme a Chaplin, pero sí creo que es algo está bien traído, por el componente de tragedia en ese humor.
—¿Es punki lanzarse a hacer en Galicia un cine como este, diferente?
—¡Creo que la persona más punki que hay en Galicia haciendo cine es Darío Autrán!, con su Cuarto de Mona y El tirabeque... No sé si punki, pero sí es atrevido, y tiene un espacio. Las producciones pequeñas lo tienen. No todo tiene que ser Los vengadores, coches y explosiones.
—¿Qué momento vive el cine gallego?
—No hay más que ver las películas de los Mestre Mateo o la repercusión que las películas gallegas tienen fuera, como acaba de pasar en San Sebastián con O corno... El momento es bueno. Es para estar contento, pero no para conformarse.
—¿Cómo ves la vida a los 70?
—Hay más horizonte si miro para atrás... Es ser realista. Eso de «¡me quedan muchos años a pleno pulmón!», pues no. Me siento cómodo en los 70. Hubo dos cumpleaños en mi vida que celebré con especial ilusión, los 18 y los 70, pero por razones diferentes. Los 18 me permitieron sacar el carné de conducir y esas cosas y los 70 haber podido llegar hasta aquí. Está bien si sabes aprovechar el tiempo... Se sigue arriesgando, pero tienes otra madurez; la prueba está en este personaje de O home e o can. Este personaje tiene una madurez que quizá no tendría si lo hubiera hecho con 30 o 40 años.