Darío Villanueva: «La nueva pedagogía, entender la escuela como una especie de parque de atracciones, conduce al fracaso»

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El académico y crítico literario español Darío Villanueva ha publicado «El atropello de la Razón».
El académico y crítico literario español Darío Villanueva ha publicado «El atropello de la Razón». Sandra Alonso

El profesor y académico de la RAE desnuda las debilidades posmodernas sin morderse la lengua en «El atropello a la Razón». «Hay estúpidos a tiempo completo que parecen empoderados gracias a algunos medios digitales», advierte el exdirector de la Real Academia Española

05 jul 2024 . Actualizado a las 17:42 h.

El atropello que señala el profesor que ocupa el sillón D de la Real Academia Española no es sangriento, pero tiene varias víctimas: la verdad, el rigor, el pensar crítico, la memoria, el valor del esfuerzo y la solidez de la identidad son algunas de ellas. «No me quiero poner muy estupendo, pero los filósofos griegos utilizaban la palabra logos con dos sentidos. Era 'palabra', y también 'pensamiento'. Morderse la lengua es un libro que trata del logos como palabra. Este otro trata del logos como pensamiento», señala Darío Villanueva (Vilalba, 1950), que tomó el título de su nuevo ensayo, El atropello a la Razón, del tango Cambalache, «que dice: 'Qué falta de respeto, qué atropello a la razón'». 

«La emocionalidad desplaza por completo a la racionalidad», advierte el catedrático de Teoría de la literatura en un ensayo que muestra y argumenta los disparates a los que puede conducirnos el abandono de la Razón cuando nos dejamos llevar por la corrección política, la nueva pedagogía del modelo sueco o la deriva de las identidades líquidas, en las que uno es (al margen de cuerpos y géneros) como se siente. 

­—¿A la vista de la realidad, y del lenguaje, es más cambalache este siglo XXI que el XX?

—Efectivamente, en el tango, que es del 35, se habla del siglo XX, pero cantantes posteriores añaden 'siglo XXI' porque lo que se señala sigue ocurriendo, y con una novedad que potencia el atropello a la Razón, que es la viralidad de las nuevas formas de comunicación.

­—Apunta a los «besugos» de ese mundo virtual de inteligencias artificiales y redes sociales. ¿Adónde nos puede llevar y nos está llevando ya?

—Los medios tradicionales (la prensa, etcétera) pueden tener sesgos, pero tienen un sentido de profesionalidad y responsabilidad que es una garantía. En cambio, ahora, en estos otros nuevos contextos no hay responsabilidad. Es el terreno de los prejuicios, los bulos, las posverdades. ¡Y eso incluso ejercido por alguien como Trump, que fue presidente de EE.UU. y puede volver a serlo! Según algunos estudios, el 80 % que se mueve en redes sociales es falsa. Son informaciones que, sin embargo, configuran la opinión pública de una amplia mayoría de gente.

—Frente a la posmodernidad y sus posverdades, y ante el «relativismo epistemológico», nos insta a desandar el camino para recuperar el poema de Machado, que cita: «¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. La tuya, / guárdatela». ¿Pero queremos saber la verdad?

—La verdad existe, pero no a todo el mundo le interesa. Hay un grupo de gente a favor del terraplanismo, que sostiene que la tierra es plana. Hay verdades de hecho que se están negando. Ha ocurrido con las vacunas y el cambio climático. Hay otro concepto, que son las verdades de razón, que no son hechos físicos, sino fundamentados en la razón de las cosas. Con ese nihilismo que viene de Nietzsche, cada uno tiene su verdad. Y si cada uno tiene su verdad, ya me dirás cómo configuramos una convivencia de la cosa pública...

«Pienso lo contrario de lo que dice el refrán 'el sentido común es el menos común de los sentidos'». El sentido común es algo de lo que participamos todos. Es algo absolutamente democrático»

­—Si no somos educados para saber, sino para tener competencias, eso nos lleva a preguntarnos si es la democracia el mejor sistema.

—Pienso lo contrario de lo que dice el refrán «el sentido común es el menos común de los sentidos». El sentido común es algo de lo que participamos todos. Es algo absolutamente democrático. No necesita uno haber hecho grandes estudios para tener sentido común. El sentido común lo adquiere uno en el momento en que su personalidad se desarrolla lo suficiente. Y eso suele ocurrir a edades tempranas. La base es esa, el sentido común de las cosas. Quienes niegan la razón están promoviendo a veces cosas que atentan contra el sentido común que todos compartimos. ¿Cuál es el engarce entre el voto de un sabio y alguien sin grandes estudios? El sentido común, compartido.

­—Personas muy inteligentes han perpetrado cosas atroces...

—Por supuesto. En relación a la estupidez, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. El problema está en los estúpidos a tiempo completo. Todos cometemos nuestras pifias, pero sabemos hacer autocrítica. En cambio, ese otro tipo de gente, empoderada gracias a algunos medios digitales, tiene un exhibicionismo de su estulticia perjudicial para la esfera pública.

—¿Se borrarán las diferencias entre hombres y mujeres y seremos, finalmente, «cuerpos hablantes»?

—Esa es una evolución de la teoría queer, que es dañina para el pensamiento sólido del feminismo, que es la gran revolución cultural y social de nuestro siglo. Es la primera revolución absolutamente transversal, pacífica y con un fundamento conceptual que viene del siglo XVIII. Esta línea queer niega la existencia de sexos y de géneros.

—Me sorprendió ver en su libro «cuir», la españolización de «queer».

—Sí, llegará al Diccionario.

«Algunas feministas históricas, mujeres extraordinariamente valiosas en lo intelectual y con gran arrojo para manifestar sus posiciones, se han mostrado en contra de esta última deriva de lo queer, que es dañina para el pensamiento sólido del feminismo, que es la gran revolución cultural y social de nuestro siglo»

—Lo «queer» choca con el feminismo.

—Totalmente. En España, algunas históricas feministas, mujeres extraordinariamente valiosas en lo intelectual y con gran arrojo para manifestar sus posiciones y reivindicar se han mostrado en contra de esta última deriva de lo queer. Si luchas con argumentos a favor de la igualdad entre los géneros o sexos, que venga una teoría negando la existencia diferenciada de estos, es destructivo. El problema es que algunas minorías quieren imponer a la sociedad sus visiones sectoriales. La democracia tienen respeto a las minorías, pero se basa en el predominio de las mayorías. Sin embargo, vemos que demandas concretas de sectores minoritarios cobran una globalidad que no les corresponde.

—¿A veces eso renta?

—Puede ser, puede ser... Como modesto intelectual que soy, me opongo a ese exhibicionismo de los intelectuales que se apuntan a estas opciones para cobrar fama, y no dicen las cosas como son. Y están fallando al compromiso de la verdad, que es el gran compromiso que un intelectual debe tener siempre.

—En el capítulo «Educación, memoria y tecnología», hace una revisión de los actuales modelos educativos, e incide en el sueco como un bluf, si me permite la expresión; ¿muy aparente pero inconsistente? Hay que considerar que la edad del niño es clave, y hoy en España la escolarización es muy temprana, por necesidades laborales de los padres...

—Me fijo en el caso sueco porque fue pionero de la pedagogía constructivista y comprehensiva. Hay una teórica, Inger Enkvist, que demuestra el fracaso absoluto al que ha conducido esa nueva pedagogía, en la que se desautoriza el papel del profesor y el que dirige su proceso educativo es el propio alumno, se descarta la transmisión de contenidos y todo se basa en las llamadas competencias, se desdeña el papel de la memoria, y los resultados  ya están a la vista... Pero en España no. En España sigue predominando eso, con resultados preocupantes: desautorización del profesor, sentido lúdico aplicado de forma indiscriminada. La escuela es una especie de parque de atracciones al que uno va a divertirse. Salir de la ignorancia significa esfuerzo. Estamos celebrando el 300.º aniversario de Kant. Su lema era «Sapere aude» ('atrévete a saber'). Esto nunca es destructivo. El problema hoy es la paradoja de que nunca antes en los países desarrollados, como el nuestro, el sistema educativo ha sido tan amplio y ha gozado de tantos medios y tantos recursos, con una educación obligatoria que empieza cada vez antes, como dice. A veces, con un planteamiento teórico muy discutible, y con malos resultados.

«Lo que hoy me preocupa especialmente es la contaminación innecesaria de anglicismos y la corrección política, que es una forma de censura»

—¿Piensa que se puede conciliar el respeto a los ritmos de maduración del niño y la exigencia, el aprendizaje significativo y la cultura del esfuerzo?

—Por supuesto. Yo mismo soy fruto de ese planteamiento, como tantas personas más que no hemos acabado siendo unos tarados.

—¿Cuál es su diagnóstico del español que utilizamos hoy?

—Es difícil establecer un diagnóstico general. Hay gente que habla muy bien y hay gente que no. Lo que hoy me preocupa especialmente es la contaminación innecesaria de anglicismos y la corrección política, que es una forma de censura. Hoy hay eufemismos que son una absoluta ridiculez.