Preguntadle al viento

Mercedes Corbillón

FUGAS

CESAR QUIAN

20 dic 2024 . Actualizado a las 22:07 h.

Qué cielos más hermosos tiene Coruña, con ese azul extremo y esas nubes que corren de un lado a otro arrastradas por el viento. Me gusta el viento, que tiene tan mala fama, que construye locuras, que se desata de golpe y sin previo aviso, quizás por eso me gusta, por lo impredecible y lo incontrolable, por lo peligroso, aunque me den miedo las cornisas y los árboles caídos.

Los árboles caídos también me dan pena, deberíamos llorar por cada árbol muerto, por cada rama rota en la que ya no se puedan colgar los pájaros. Bueno, quizás no tanto, no hay que exagerar los duelos, tampoco las ansias. Mantener a raya los deseos es la clave de alguna filosofía, no sé de cuál, quizás de todas. No pierdes lo que no anhelas, pero yo hablaba de los árboles, que se regeneran si se les da espacio y tiempo, como nuestras esperanzas, que a veces podamos más allá de lo recomendable, por eso acabamos agonizando en las cunetas, en los jardines, en las rotondas de los centros comerciales, que son el purgatorio en la tierra, y damos vueltas sin mucho sentido hasta que tropezamos con algo que nos hace sentir vivos o miramos al cielo que se abre y está Júpiter y Marte y la Luna que ya es menguante. En la orilla de Marineda unos amantes se besan en ese lugar que un día fue mar, territorio robado, ficticio, como el amor que quizás se susurran al oído. El amor, ese invento de las poetas y los inconformistas. Nada parece más verdadero que ellos, que giran como muñecos de una caja de música, pero no hay música, solo su baile y el tintineo de los mástiles de los barcos que se agitan con el viento que siempre aparece en la ciudad donde todo es mar y ahora silencio, tan escaso en este mundo de ruido y furia, de palabras que no conducen a ninguna parte, excepto las de amor y las de protesta, que no derriban proyectos de ignominia que se erigen en nombre de puestos de trabajo que nunca son tales, pero dan dignidad a quien las pronuncia. Palabras gritadas por muchos, acalladas por otros. Deberíamos preguntarle al viento, quizás lleve muy grande la palabra no.