Rumena Buzarovska, el humor que rompe cadenas: «Aún confundimos amor y romanticismo con sumisión y violencia sexual»

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La escritora Rumena Bu?arovska visitó España con el volumen de relatos «No voy a ninguna parte».
La escritora Rumena Bu?arovska visitó España con el volumen de relatos «No voy a ninguna parte».

«La familia puede llegar a ser una enfermedad mediterránea», dice esta mordaz cuentista macedonia con toques de Kubrick y Flannery O'Connor

25 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Más maridos que Evelyn Hugo tienen los cuentos, depuradamente salvajes, de esta autora macedonia convertida en huracán literario en Europa, que ha tenido el coraje de editar en español el sello Impedimenta. Rumena Buzarovska (1981, Skopje), profesora de Literatura Americana y Traducción en la Universidad Estatal de Skopje, codirige el proyecto literario PeachPreach, centrado en contar historias que dan voz a las mujeres, y resiste con alegre condescendencia la comparación con Coetzee o Flannery O'Connor. Porque leerla es una singularidad, pero habitada de ecos. Deja un sabor ácido, despiadado y exótico. Buzarovska agita cadenas sociales y opera con esas manos de cirujano que tiene el cuento.

«No voy a ninguna parte» me confirma que es una fiera literaria, tan interesante como incómoda.

—Me siento halagada por esas palabras.

­—Tiene el coraje y la habilidad de desnudar las relaciones, cómo son las relaciones íntimas. ¿Lo hace así de forma deliberada, cree que la literatura debe ser eso, despojar de filtros suavizantes, edulcorantes, la realidad de la pareja, de la maternidad, de las familias?

—Sí, tengo esa determinación de escribir sin ternura. Y cada vez más. Me gusta ese rollo directo, el lenguaje brutal. Creo que es algo que he practicado, sin intención al principio, con mis mejores amigos. Solo porque intentábamos ser divertidos cuando estábamos creciendo. Cuando encontré esos ejemplos de brutalidad en la literatura, por ejemplo en Flannery O'Connor, y me di cuenta de que podía explotar esa violencia, esa brutalidad y llegar a una epifanía dentro de los cuentos, me gustó y lo hice.

«Un hombre bueno es difícil de encontrar», de O'Connor, tiene eco en «No voy a ninguna parte», pero en usted veo más acentuado el humor negro. ¿Es el humor un recurso típico de Macedonia y un arma literaria poderosa?

—Me reconozco en el humor, sí, pero no es algo típicamente macedonio. Eso de contar historias con humor no me viene de casa ni mucho menos. No es una tradición tampoco en la literatura macedonia ni en la antigua Yugoslavia. Me han influido más bien escritores americanos y películas como La chaqueta metálica. Me interesa ese punto de alivio desde el humor para lo trágico. Respecto a lo que comentas de Flannery O'Connor, pienso que no está tan centrada en la vida interior de los personajes, y es justo lo que a mí me interesa más...

—Hay un interior que rompe las costuras externas del personaje en sus relatos. ¿Ve el humor una suerte de exorcismo para el drama y los traumas?

—Es muy importante reírse. El humor es una herramienta de supervivencia. Uno de los grandes regalos de la humanidad.

—¿Rompe sin dolor los patrones familiares y sociales hoy dominantes?

—La familia es, probablemente, lo que más define nuestro carácter. Y en muchos casos, no en todos, las familias pueden ser muy disfuncionales. Esta cultura existe: ¡tú no puedes hablar mal de tu familia! Es tabú, es secreto. Es algo común en culturas tradicionales, pero también puede llegar a ser una enfermedad mediterránea. Y en estas estructuras familiares las mujeres nos llevamos la peor parte. Seguimos silenciadas. El matrimonio es la institución patriarcal por excelencia, la que mantiene ese silencio. Es habitual en ese tipo de visión de la familia «normal» entender que los niños deben sentirse agradecidos por el hecho de tener unos padres, como si les debieran algo... La familia de mis cuentos es una prisión.

—¿Ve usted la familia como una prisión?

—Algunas familias sí lo son, por supuesto. Pero hay quien elige qué familia tiene porque se ve expulsado de la que le tocó. La gente LGTB elige su propia familia. En el modelo tradicional de familia, el padre es Dios, la madre una sirvienta y los niños deben convertirse a eso; este tipo de familia es una prisión.

—En el primero de sus cuentos se rompe un jarrón y se quiebra un tabú. En sus relatos siempre hay algo que se rompe para reconstruirse con más libertad. Expone una violencia coyuntural, afectiva, sexual, pero siempre deja abierta, a mi modo de ver, una ventana a la esperanza.

—Cuando salió el libro Mi marido, muchos lectores decían que no había ahí ningún modelo de mujer, pero la literatura no es ni autoayuda ni un panfleto, y tampoco una película de superhéroes o heroínas. Para mí, era importante reflejar esa crueldad que dices para enfrentarnos a ella. En algunos cuentos quiero abrir esa ventana de esperanza, y decir: «Nunca es tarde. Puedes cambiar tu situación».

—También habla sin velos ni tapujos de sexo. Esas relaciones son violentas, descarnadas, humillantes. Para mí el sexo es una cuestión central en sus relatos.

—Manejo el sexo de una forma muy grotesca en mi escritura. Creo que es muy difícil escribir bien sobre sexo, normalmente da cringe. Hay dos formas en las que hablo de sexo: una es grotesca y divertida, y la otra son abusos. Me parece que en los dos casos las mujeres no entienden muy bien que no quieren hacerlo.

—¿Lo que queremos nos lo dicen otros? ¿Llamamos amor o romanticismo a lo que en realidad es abuso afectivo y sexual?

—Definitivamente, seguimos confundiendo amor y romanticismo con sumisión y violencias sexuales. Me siento ahí, pero las generaciones venideras tienen otra conciencia. Lo que llega a las jóvenes sobre el sexo, el consentimiento y el cuerpo hoy es más claro. Las mujeres de mi generación, de la tuya, siguen teniendo muy atado el concepto de amor romántico.

—¿Dependemos de otros, como en sus cuentos, aunque nos pese o nos duela?

—Sí, en mis cuentos las mujeres tienen esa dependencia, pero también un deseo de independencia, cercenado por no fallar a esos que tienen alrededor. Mis mujeres no son heroínas. Son supervivientes.

No voy a ninguna parte

Rumena Buzarovska

EDITORIAL IMPEDIMENTA PÁGINAS 234 PRECIO 22,50