Sfhir, el mejor muralista del mundo vuelve a Galicia: «El feísmo es ideal para pintar en grande»

FUGAS

Del mejor artista urbano del mundo en el 2024 es la gaiteira que tiene cuerpo de fachada en Vigo. Con Sfhir iniciamos la ruta del mural en Galicia, que tiene a Yoseba Mp entre sus nombres de referencia
01 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El mural es la cara poética del muro, capaz de transmutar la idea política y social de división que suscita el muro. El muro separa, el mural atrae con la fuerza de un gran reclamo turístico. Desde el 2016 se busca, año a año, el mejor de los murales del mundo, la obra elaborada en pared de grandes dimensiones por uno de esos artistas que ven en la cara más anodina o incluso fea o monstruosa del paisaje el potencial del mejor de los lienzos. Este museo no se cierra, es la calle.
A Sfhir, elegido autor del mejor mural del mundo en el 2024, tras la selección y veredicto de Street Art Cities, aplicación que muestra el mejor arte urbano a nivel mundial, se le busca «por arte ilegal» ya desde el 95. Mucho antes de que sonara para el oído sigiloso el violonchelo de la mujer que toca las cuerdas en la rúa da Fraga de Fene. Antes de que el grafiti madurase hasta medrar a arte urbano, Sfhir, álter ego de Hugo Lomas, ha experimentado con multitud de técnicas, «cincelando cada detalle de un modo casi obsesivo para lograr el más crudo hiperrealismo», manifiesta él. Diseccionar la realidad y plasmarla de modo sobrecogedor es el mayor objetivo de este madrileño que ha dejado en Galicia fachadas de talento.
A Sfhir le debemos un buen pedazo de la popularidad de Juan Pareja, el pintor barroco español de origen morisco que fue esclavo de Velázquez, y de Marcela de Ulloa, cuidadora de las doncellas del entorno de la infanta Margarita que aparece en Las Meninas de Velázquez ataviada cual viuda de la época, es decir, con hábitos de monja. A Marcela la rescata Sfhir de la sombra del cuadro y la reinventa tatuada y con pirsin pintando ella un grafiti. El autor de la monja que pone a rezar a cualquier paseante del barrio de Canido acaba de concluir a La gaitera de Vigo.
—Último muralazo en Galicia. ¿Por qué una gaiteira en la Rúa Montecelo de Vigo y cuánto tiempo te ha llevado hacerla?
—Han sido cinco días de trabajo. La iniciativa es del Ayuntamiento de Vigo y ella es una gaiteira anónima. Lo he tratado de llevar a mi estilo, clásico, barroco. Por eso tiene esa vestimenta victoriana.

—Enseguida piensas al verla en la violonchelista de Fene, que te dio el primer puesto entre los mejores murales del mundo en el 2024. ¿Algún parentesco entre ellas?
—Son las dos en la misma línea, la de trabajar con la arquitectura del edificio como si fuera el instrumento.
—En el caso de la dama del violonchelo, es impactante el efecto de las luces de las ventanas del edificio que dan patio... Parece que si se encienden suena el edificio.
—Pero ese fue un efecto casual. Ver el efecto cuando se encendieron las luces por las noches fue azar, una sorpresa.
—¿Cómo trabajaste esta vez en Vigo el diálogo entre el edificio y el arte?
—He jugado con el patio de luces. No tanto como en la violonchelista de Fene, pero sí que parte de lo que es la gaita es el patio de luces del edificio.
—¿Qué tiene para ti de atractivo un patio de luces?
—Atractivo poco. Precisamente es eso, se trata de aprovechar los inconvenientes que tienen las fachadas. En este caso, son como un lienzo partido en dos. Ese es un hándicap, pero es también un reto.
—¿Es feísmo que degrada el paisaje de Galicia favorece a los autores de arte urbano?
—Es así, es lo que te comentaba. Un patio de luces desluce la arquitectura, al igual que muchas paredes y ventanas. Una fachada completamente plana, sin nada que interfiera, es un lienzo perfecto. El feísmo es ideal para pintar en grande.
—Eres de Madrid, pero Galicia ha sido varias veces inspiración y soporte de tus obras. ¿Por qué?
—Aquí a Galicia he venido mucho por unas cosas o por otras, pero creo que casi todo ha venido derivado del festival de Meninas de Canido [en preparación el certamen de este 2025]. Sí es verdad que hace poco estuve hablando con otro artista que me dijo: «Estuve viéndote ya en el 2009 en Ourense...». Eso me trae recuerdos de que he estado bastante por aquí. Pero cuando se empieza a dar importancia a lo que son las fachadas de gran formato es sobre todo con este festival de Meninas de Canido, en lo que a mí respecta, digo... Porque no es que haya empezado yo con las fachadas en Galicia. Ya había festivales aquí superimportantes.
—¿No es un fenómeno emergente, está consolidado el arte urbano en Galicia?
—No sabría cuantificártelo, pero se lleva años haciendo diferentes festivales. Este mismo de Vigo en el que acabo de participar yo lleva un montón de ediciones.
—¿Ves singularidad en el muralismo que se hace en Galicia, dan estos lugares y sus edificios un potencial y unas oportunidades diferentes a los de otros lugares europeos o del resto del mundo?
—Cada sitio tiene sus peculiaridades, pero los procedimientos y todo es casi siempre muy parecido, aquí y en China.
—Puestos a hacer una ruta del mural en Galicia, o una selección de obras en las fachadas gallegas, ¿cuáles destacarías?
—Sin duda, la violonchelista de Fene. Aunque sea mío, nos ha traído muchas alegrías tanto a mí como a Galicia. Luego, sería muy injusto que mencionara a unos y no a otros. Hay muchas cosas en Galicia que son muy-muy interesantes. En fachadas gigantes, ahí se han hecho obras muy potentes...
—¿Por ejemplo?
—Yoseba Mp tiene muchas fachadas que son increíbles. Lo mencionaría a él, pero hay muchísimo más.
—¿Qué distingue un buen mural?
—Es complicado. Cuando se valora algo artísticamente debemos tener en cuenta criterios de técnica, criterios de creatividad y criterios de dificultad. Después cada uno tiene su opinión. Hay gente a la que le gusta más el arte abstracto, otra el figurativo... Esto es algo muy personal, pero creo que también es lo bonito del arte urbano: como todo el mundo lo puede ver, todo el mundo opina, todos lo ven como si fuera un museo al aire libre.
—No es la gente en este caso la que va al museo, sino el museo sin entrada que está a simple vista de la gente. ¿Tendría que salir más el arte de los museos, dar un paso a liberarse?
—Yo vengo de un arte más libre. Vengo de la transformación del grafiti, que era un movimiento que no tenía mucho que ver con el arte. Era un poco como si dijéramos una campaña publicitaria de locos. Teníamos nuestros propios códigos, con esas tipografías cada vez más enrevesadas, para no tener problemas con las autoridades. Creo que eso ha ido evolucionando en tratar de embellecer la urbe. Entonces, se ha generado una nueva forma de consumir arte con la que yo estoy de acuerdo, porque al final es más social y comunitaria. No tan elitista como pueden ser los museos, en los que tienes que pagar, o las galerías, que tienen un punto más snob, que te pueden juzgar. Al final, la calle es siempre más libre, más democrática.
—¿Siempre hay una dosis de rebeldía en el muralista, no se pierde esa rabia aunque haya una evolución?
—Creo que eso depende de la persona. Hay gente que viene de Bellas Artes que no quiere hacer nada rebelde...
—¿Te consideras grafitero o muralista?
—Podemos hablar, más bien, de orígenes. Un grafitero no es alguien que pinta por encargo, esto no tiene nada que ver con el grafiti. Yo he entrado en contacto con este arte urbano a través del grafiti, pero otras personas habrán entrado a través de la publicidad o la cartelería... Este del arte urbano es un colectivo que cada vez es más heterogéneo.
—¿Qué mural te ha costado más hacer y qué obra ha supuesto una mayor satisfacción personal?
—La serpiente que pinté en Guarda, en Portugal [The golden legend staircase graffiti]. Fue un mural que se hizo muy viral.
—Una serpiente colosal en forma de escalera...
—Fue como enfrentarme a esa serpiente que estaba pintando. En el proceso fueron todo inconvenientes. Acabo haciéndolo con una escalera, con un calor de la Virgen... Los materiales también fallaron, y era como luchar contra todo. Ese mural fue una locura, me puse a contar escamas y había casi tres mil, cada uno con su relleno, su brillo, su sombra y sus matices. Un trabajo de locos que tuvo su recompensa porque trataba el arquetipo de la lucha de la persona contra la bestia.