El Balón de Oro resumió a Luis Suárez durante décadas. El único de un futbolista español. Pero en realidad debió recibir más veces el trofeo gracias a cómo se paseó por el fútbol español, italiano, europeo, mundial... Nadie le regaló nada al rapaz de la calle Hércules de A Coruña, que siempre tuvo que demostrar algo más que los demás. Porque era tan bueno que resultaba sospechoso. «Era incluso mejor que Pelé», insistió durante años Marcelino, el de Los Cinco Magníficos del Zaragoza, el del gol a la URSS, uno de los jugadores que se benefició del talento de Luisito, el tipo menudo que tenía todo el fútbol en la cabeza y lo regalaba por el campo como quien plasma unos planos. Por eso Di Stéfano, con el que protagonizó duelos antológicos, lo bautizó como El Arquitecto.
Como tantos adelantados a su tiempo, porque su fútbol era más artístico que físico, generó desconfianzas que derribó con el tiempo con la fuerza de los hechos, de los pases, de los goles, de los títulos. Le pasó en el Deportivo, cuyo presidente de entonces, Martínez Rumbo, facilitó su salida; también en el Barcelona, donde el favoritismo por Kubala hizo más compleja su consolidación; e incluso en la selección, donde solo podía jugar de forma esporádica por el descontrol de los calendarios.
En el Barcelona anticipó el juego de pases, a veces largos como le gustaba conectar de chaval y en el Deportivo, y tantas veces en corto, el ADN futuro del club. En el Nou Camp fraguó la alianza de su vida, porque hizo mejor hasta al entrenador, al carismático e histriónico Helenio Herrera, que lo llevó al Inter para seguir triunfando. En Milán su pegada fue tan intensa que lo convirtieron en su símbolo, hasta que este domingo se apagó su vida.
Comentarista radiofónico durante sus últimos años, nunca dejó de atender el teléfono, visitar Galicia, pasearse con el mundo con la normalidad de siempre. El archivo fotográfico de La Voz regala imágenes impensables en el fútbol bunkerizado y prefabricado de hoy en día, los baños que no perdonaba en su playa de San Amaro convertido ya en estrella, su presencia en partidos aquí y allá para ayudar (hasta con la camiseta del Ponteceso siendo ya campeón de todo).
Su colección de balones de oro habría sido aún mayor si no se impusiese casi siempre la regla no escrita hasta los setenta de evitar repetir el premio. Por eso no le dieron el de su año triunfal. Cuando en 1964 hizo campeona de Europa a la selección española y al Inter.
En un suspiro se fueron Amancio, Arsenio y Luis Suárez. El deporte hoy es un lugar mucho más pequeño.