
Otro domingo de gresca en el fútbol gallego. Ya ni sorprende.
El campo de A Fonte, en Cospeito, tuvo el dudoso honor de albergar el último capítulo, por ahora, de una lacra que debería abochornar a todos. Un filial, el del Racing Vilalbés, y el San Ciprián se medían por un puesto en el grupo lucense de Primera Galicia, pero la tensión lógica de sus objetivos deportivos no justifica el esperpento que obligó al árbitro a suspender el partido a pocos minutos de cumplir el tiempo reglamentario.
Tras un encontronazo, un jugador chairego propinó un puñetazo a un rival. Lo tumbó y le causó una brecha en la ceja. Así se inició una multitudinaria tangana. Participaron jugadores y personal de los dos clubes y también muchos aficionados. Las imágenes, filmadas por algunos espectadores y rápidamente viralizadas, son bochornosas.
Poco importa ya el 3-1 que llevará al Racing Vilalbés B a Primera Galicia —su segundo ascenso en dos cursos federado—. Del partido de ayer en A Fonte se recordará sobre todo un bochorno que terminó con la intervención de una patrulla de la Guardia Civil, que escoltó a la plantilla visitante a su salida del campo.
Ojalá pudiésemos decir que los protagonistas de la trifulca son una excepción en el fútbol gallego. Probablemente tampoco la mayoría sean capaces de llegar a las manos durante un partido, pero lo cierto es que el racismo, la xenofobia, la homofobia y la violencia siguen colándose cada fin de semana con completa impunidad en los estadios. Y hacen demasiado ruido.
Urgen medidas severas para exterminar de una vez esta lacra. Y urge más educación para evitar camuflar con el deporte actitudes que parecen imposibles en la calle. La tangana de A Fonte no debería repetirse ni una sola vez más.