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El mundo a los cuatro vientos El regidor de Praga se disfrazó de turista para comprobar en sus propias carnes cómo el gremio de taxistas de su ciudad timaba sin piedad a los extranjeros
14 ene 2005 . Actualizado a las 06:00 h.Al alcalde de Praga le soplaron que los taxistas de su ciudad eran poco menos que bandoleros. Turista que subían, turista al que bajaban los cuartos. No era un gusano ni dos los que pudrían la manzana. No, eran decenas, le chivaron. El regidor no se lo quería creer y estaba dispuesto a despojar a los taxistas de toda esa hojarasca de acusaciones que emborronaban el honor del sector. Animado por un periódico local, el Mlada Fronta Dnes, el populista Pavel Bem aceptó disfrazarse de extranjero aturdido y despistado y comprobar en sus carnes si todo el lodo lanzado contra el gremio de taxistas era cierto o formaba parte de una secreta conspiración. El alcalde se dejó hacer y lo dejaron hecho un hombre Marlboro (tío machote, curtido por el sol de la aventura y que viste como si la vida fuera un perpetuo safari). De la mano de un periodista del Mlada Fronta Dnes, eligieron un taxi al tuntún. Con acento extranjero, en perfecto inglés, con sonrisa larga y numerosa de dientes, Pavel Bem le pidió al conductor que le llevara a una dirección que distaba tres kilómetros, muy cerca del ayuntamiento de la capital checa. Había elegido uno de los recorridos habituales que hacen los casi cuatro millones de turistas que visitan Praga anualmente. Estafa Al llegar al destino, con aplomo, sin rebozo alguno, poniendo cara de cemento armado, el conductor miró fijamente al taxímetro y espetó: «Son 785 coronas (25,7 euros)». Y se quedó tan ancho. «Menudo pájaro» debió de haber pensado el regidor, que sabía que esa carrera, en condiciones normales y con un hombre de ley, la tarifa oficial no debería superar las 130 coronas (4,2 euros). Es decir, que el conductor le metió una estocada de 21 euros, seis veces más de lo correcto. Tras exigir un resguardo, Bem pudo comprobar que aquel hombre tenía menos papeles que un conejo de monte, pues recibió un recibo en el que figuraba el nombre de una empresa inexistente, un teléfono ficticio y ni siquiera la descripción del trayecto. El alcalde no acertó más que a decir que «el conductor se merece el castigo más duro, por lo que entregaré el caso a los órganos de control de la municipalidad». Tipo de cambio Pavel Bem lo intentó de nuevo y, al querer pagar en euros, resultó de nuevo estafado. Esta vez, en el timo no participó el taxímetro, sino toda la mala uva aderezada con el engaño, pues el conductor fijó el cambio de moneda según le salió de las narices, duplicando el precio del servicio. Finalmente, el alcalde, triste y desconfiado, se afeitó el bigote y barba de pega y decidió regresar a casa. ¿En taxi? Sí, pero ya como regidor. Tal vez por eso el conductor no le cobró nada, después de parar intencionadamente el medidor. Multas El año pasado, el Ayuntamiento de Praga emitió multas a 91 conductores de taxi por importe de 180.000 euros, y retiraron la licencia a ocho taxistas reincidentes en el robo, según fuentes de la municipalidad de Praga. El reportaje publicado en el diario Mlada Fronta Dnes sacó los colores a los taxistas de la capital checa. Tanto meterse el dinero en el bolsillo, ahora no saben donde meterse ellos mismos.