«Parecía una persona normal de todo», repetía ayer una mujer de mediana edad a las puertas del juzgado de Monforte. Vive en una aldea cercana a O Couto y conoce a José Carnero. Ayer se lo encontró de casualidad. Solo ella y algún otro transeúnte presenciaron la entrada en el juzgado del acusado por el crimen de Sober. Allí no acudieron ni familiares ni vecinos. Antes y después de su declaración, el acusado esperó impasible sentado en su silla de ruedas, sin cruzar palabra con nadie.
Antes de la llegada del acusado, agentes de la Guardia Civil entraron en el juzgado con una caja que guardaba las pruebas recogidas por los investigadores en la casa en la que apareció el cuerpo de María Pilar Palacios. La víctima murió, al parecer, de un golpe en la frente que le provocó una herida abierta y una importante contusión. Compañeras de trabajo de la mujer, que tenía 35 años, confirmaron que conocía a su presunto agresor, de 51, y lo identificaron como un cliente habitual suyo. La víctima había nacido en Madrid, pero vivía desde hace años en Ourense. Estaba casada y tenía un hijo.