El final, los principios

GALICIA

18 ago 2013 . Actualizado a las 06:00 h.

La muerte es esa guadaña implacable que corta las briznas de hierba a la misma altura. Lo iguala todo con escalofriante precisión. Siempre que se presenta abre una ventana que ilumina de forma diferente la vida. La vida del que se queda y la vida del que se va. Ambas se ven de forma distinta. Diferentes colores. Distinta perspectiva. Con otra luz. Salen a la superficie pedazos que parecían sumergidos en el pasado o hundidos en el olvido y alcanzan el presente. Ocurrirá también con Rosalía Mera. Llegarán más detalles, más historias sobre la pequeña costurera y la gran empresaria, esas que convivieron hasta la muerte sin anularse, sin avergonzarse la una de la otra. En cierto sentido, era como una emigrante retornada con fortuna. Pertenecía a dos mundos. Seguramente muchos querrían que hubiera renegado de su origen humilde, que se hubiera callado sus inquietudes sociales. Otros casi exigían que, para ser coherente con sus ideales, renunciase a su fortuna y al sistema capitalista. Ella siguió pisando la calle, por su propio camino. No es casualidad que la revista Forbes, ese Nuevo Testamento en el que se buscan los poderosos, la considerara la mujer más rica del mundo hecha a sí misma. Aunque no lo parecía. Entre los que acudieron a despedirla a Liáns se escuchaba: «É un enterro coma outro calquera». Sí, hubo música. Gaita y violín. Sí, el repicar de las cámaras fotográficas rompía el silencio. Sí, estaban Feijoo, Luz Casal, alcaldes, concejales... Y también una familia millonaria que se reunió, que lloró sin ostentación como habrán llorado a sus muertos ayer otros en otras parroquias de Galicia. En el final, también los principios.