Angrois: tres meses de preguntas

carlos punzón / p. gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Vecinos de Angrois tuvieron que utilizar herramientas para abrir algunas puertas de vagones.
Vecinos de Angrois tuvieron que utilizar herramientas para abrir algunas puertas de vagones. xoán a. soler< / span>

La incógnita de por qué no se abrieron las puertas del Alvia martillea entre otros interrogantes a las víctimas, que cada vez requieren menos medicación y sí más terapia

27 oct 2013 . Actualizado a las 14:49 h.

Las víctimas del accidente del Alvia en Angrois, los familiares de los 79 muertos y los 150 heridos, afrontan el tercer mes desde el accidente con decenas preguntas sobre las causas del siniestro, el duelo de sus seres queridos o la incertidumbre por su futuro. Aunque todas esas preguntas se resumen en una sola que en su momento fue titular de la primera página de este periódico: «¿Por qué?». Los hombres y mujeres que sufrieron este accidente presionan con todos sus medios para que se mejoren todos aquellos aspectos negativos que influyeron en el descarrilamiento, tanto en la seguridad de la vía como en la de los trenes.

Parece que van a conseguir una solución para que los equipajes no vayan sueltos en los vagones y será más difícil que se instalen cinturones de seguridad en los asientos. Pero ahora pretenden también que se aclare por qué la mayoría de las puertas del tren permanecieron cerradas a cal y canto, dificultando la evacuación y obligando a los rescatadores a romper las ventanas o utilizar herramientas para abrirlas. No solo quieren que se investigue por qué no sirvieron como salidas de emergencia, sino que los fabricantes tomen medidas para que esto no vuelva a pasar.

La víctima 80

Renfe incluye en la lista de fallecidos a Antonio Casares. El interrogante que sí se ha resuelto, al menos para Renfe, es la duda sobre el número final de víctimas mortales que provocó el accidente. A los 79 fallecimientos registrados el 24 de julio y en los días posteriores, la operadora ha sumado ya la muerte de Antonio Casares, la víctima número 80 del Alvia. Su familia está convencida de que la leucemia que padecía y le causó la muerte el pasado 5 de octubre se aceleró a causa de las heridas sufridas y el impacto emocional de haber perdido en el siniestro a su esposa. Ahora sus hijos, como los demás familiares y los heridos tratan de pasar página, pero reconocen que todavía es pronto, y las cicatrices emocionales demasiado profundas.

La Familia Milagro

Otra vez sin empleo, sin poder dormir y con escaso apoyo psiquiátrico. «Claro que fue un milagro, toda la fortuna del cielo nos ayudo a salvarnos», dice Yessica tras hacer un rápido y ya rutinario parte médico y psicológico de su marido Daniel, su hijo de siete años Carlitos, la pequeña Teresita y de ella misma. Y aunque los cuatro lo pueden contar, hasta por los móviles que acaban de recuperar todavía ahora, la tristeza y la preocupación vuelven a abatir a la familia. Ayer se terminó el contrato de trabajo del marido y Yessica solo suma siete horas de empleo a la semana. «Nos ofrecieron muchas cosas, pero yo ya me imaginaba que después esto iba a ser así, se olvidan de todo», dice de los políticos y de algunos periodistas también.

Como a las demás víctimas, le queda aún el dolor como recuerdo de sus fracturas, pero lo peor está en el cerebro y en el recuerdo. «Menos mal que un psicólogo amigo mío me ayuda desde Venezuela porque aquí me dan cita para cada mes y medio y me pregunta por cosas de mi pasado», reprocha. A Carlitos, que no se separa por las noches de su dinosaurio de peluche, todavía le da pánico dormir solo, ver un tren u oír ruidos fuertes. «Ahora le va a ayudar un profesional en el colegio», respira Yessica con cierto alivio.

La pasajera de Angrois

No consigue el traslado a Galicia «y no me imagino tener que coger otro tren». Cuando salió de los amasijos de hierros en Angrois fue la última vez que Ana Belén Leis utilizó el tren. Hasta ese momento lo había hecho infinidad de veces para venir a ver a su marido e hijos desde Alicante, donde trabaja como funcionaria de prisiones. «No están por la labor de darme el traslado», se lamenta tras haber hecho la petición. «La Administración tira por donde quiere y los políticos dicen cosas muy bonitas, pero a mi ni me han llamado de Instituciones Penitenciarias para preguntarme cómo me encuentro», añade Ana Belén. Aunque sigue de baja, le estresa imaginarse cogiendo otra vez el tren, «porque además si estuviera aquí, con mi marido, que está muy mal, nos daríamos apoyo mutuo», dice la única pasajera con relación vecinal con Angrois que viajaba el pasado 24 de julio en el Alvia accidentado.

Oficina de apoyo

Los padres piden ayuda en secreto. La oficina creada por Renfe para ayudar a las víctimas y sus familiares constata la normalización médica de los afectados, pero también la creciente demanda de terapia para aprender a pasar página. Los más jóvenes rechazan la ayuda, señalan los responsables de la oficina, «pero sus padres nos mandan sus números de teléfono para que les llamemos». Algunos han sugerido la posibilidad de recibir un curso para poder volver subir al tren, pero Renfe ha optado por facilitarles billetes para que les acompañen las personas que les den más confianza. Varios se han lanzado a realizar el mismo recorrido para vencer sus miedos.

Solo tres de los afectados han pedido que la operadora no les vuelva a llamar; otros doce están ilocalizables en el extranjero y casi todos, incluidas las ocho personas que siguen ingresadas en hospitales, hacen frente a sus preguntas y a sus miedos, que juntas han generado una patología prácticamente común, la de no conseguir volver a dormir bien.

La pérdida de una madre

Ángel Pinacho: «Estoy pensando en pedir ayuda psicológica». Ángel Pinacho es un joven madrileño que perdió a su madre en el tren. Es hijo único, su padre también falleció hace diez años y estaba muy unido a su madre. Aunque quizás lo más duro ha sido explicarle a su hijo de cinco años, que quería mucho a su abuela, que ya no la va a ver más. «Se enfadó mucho cuando mi mujer se lo explicó y de alguna manera me culpaba», dice. Su madre es para su hijo una estrella más en el cielo y se entristece cuando está nublado y no puede verla. Ángel parece un chico fuerte mentalmente, pero cree que algún día le llegará el bajón. «Ahora con el papeleo, el trabajo y la asociación estoy entretenido. Pero estoy pensando en pedir ayuda psicológica», dice. Recuerda sobre todo las llamadas infructuosas al móvil de su madre. Como sabía en el vagón que iba, se hizo pronto a la idea de que no volvería a verla al ver las imágenes por televisión.

Gracias a la denuncia de Ángel Pinacho, la Xunta investiga a Rumbo y Ryanair por supuestamente duplicar el precio de los billetes con los que iban a trasladarse a Santiago tras el accidente. Está embarcado en esta batalla, pero también en la lucha por que se conozca toda la verdad sobre el accidente. Despejar todos los interrogantes que aún les inquietan.