Cinco automovilistas fueron detectados a velocidades que son delito
17 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.«El radar puede estar en cualquier sitio y en cualquier momento». Lo afirma el comandante Antonio Hidalgo, actual responsable de la Guardia Civil de Tráfico de Galicia. Los radares móviles del instituto armado son los que generalmente descubren a los grandes infractores de la velocidad, fundamentalmente porque su presencia suele ser menos visible, ya que los dispositivos de control pueden estar incorporados en un coche camuflado aparcado en un lateral de una travesía limitada a 50 o simplemente en un trípode que se instala en la mediana de una autovía con límite de 120. Así las patrullas de la Guardia Civil han interceptado al infractor récord del 2013. Ocurrió en abril en la autovía AG-64, que comunica Vilalba con As Pontes. Un radar móvil de la Guardia Civil de Tráfico detectó un coche que circulaba a 235 kilómetros por hora.
Con esa infracción, su conductor acababa de cometer un delito por el que tuvo que comparecer ante un juez al haber superado en 80 kilómetros por hora (60 en vías urbanas) el límite de velocidad establecido en esa vía interurbana. Esa infracción está tipificada en el Código Penal y castigada con la pena de entre tres y seis meses de cárcel, que el juez puede sustituir por una multa o la realización de trabajos en beneficio de la comunidad. En todo caso, la condena llevará aparejada la retirada del carné de conducir por un espacio de entre uno y cuatro años.
Como ese conductor de la AG-64, este año fueron sorprendidos a velocidades de delito otros cuatro automovilistas. Uno más en otra autovía, en la A-6 cerca de Lugo, cuando volaba a 224 kilómetros por hora. Los otros tres fueron interceptados en carreteras convencionales y travesías, lo que entraña un mayor riesgo. Los casos se detectaron en la carretera PO-551, con una moto circulando a 188 kilómetros por hora en un tramo limitado a 50; en Pontevedra, donde un coche iba a 117 ante un límite de 50, y en la N-120, en la provincia de Ourense, en la que el radar detectó a un turismo a 181 por hora en un tramo de 80.
Los radares móviles de la Guardia Civil de Tráfico complementan la vigilancia de la velocidad de los controles estáticos. La ventaja de los móviles es que pueden situarse en cualquier lugar en función de las necesidades. Un incremento de la siniestralidad debido a excesos de velocidad en un determinado tramo puede ser corregida con la presencia temporal de uno o varios de esos radares móviles. Así sucedió por ejemplo en el corredor de O Morrazo, cuando en un corto período de tiempo se concentraron varios accidentes de gravedad, algunos de ellos mortales. La Guardia Civil de Tráfico reforzó entonces la vigilancia en la zona, también con equipos de radar, e inmediatamente se redujo la velocidad media y se acabaron los accidentes. En la actualidad, esa carretera, la CG-4.1, mantiene dos radares fijos, en Domaio y en Moaña.
El comandante Hidalgo destaca la importancia de que los conductores no tengan sensación de impunidad respecto a la velocidad, sobre todo en las vías secundarias, donde se producen salidas de vía por excesos de velocidad que suelen tener consecuencias fatales.