Luto entre las gentes del mar

Marcos Gago Otero
marcos gago MARÍN / LA VOZ

GALICIA

RAMON LEIRO

El naufragio del arrastrero marinense conmueve a sus vecinos

03 abr 2014 . Actualizado a las 10:41 h.

De las paredes de uno de los bares del puerto de Marín cuelgan viejas fotos de barcos. Una de ellas, curiosamente, es un naufragio, un barco militar que se estrelló contra las rocas. Es un recuerdo del destino que, con excesiva frecuencia, se cobra vidas humanas y destroza familias de la misma forma que las rocas despedazan los cascos de los buques siniestrados. Es como una metáfora de la dura vida del mar. Y esta imagen está expuesta en el mismo recinto donde los marineros acuden todos los días a descansar o a prepararse para un día de trabajo.

Los naufragios cobraron esta semana una dimensión trágica tras el hundimiento del Mar de Marín. En el puerto, en los cafés de descanso de las oficinas, en el mercado entre las pescantinas y hasta en los paseos de los jubilados por la Alameda marinense, la tragedia del arrastrero hundido en las Cíes ha estado omnipresente. Marín es una villa conmocionada, donde casi todos conocen a alguno de los tripulantes del arrastrero, y si no, a alguien que es familiar. El luto se vive con un sentimiento de entre pesar y resignación, como evidenció la familia de Manuel Domínguez Mallo, uno de los dos desaparecidos. Ahora solo aguardan a que aparezca el cuerpo y poder enterrarlo. Lo mismo ocurre con los amigos del marinero ghanés Alexander Nketiah, que ya han comunicado por teléfono a su viuda en África el terrible suceso del martes. Los dos gallegos fallecidos fueron despedidos ayer, y el cuerpo del tercero, el marroquí Hassan Boudra, será repatriado.

En pocos sitios se palpa más el pesar y la inquietud que en el puerto. Carlos Correa, vecino del barrio de Loira y buzo de profesión, conoce perfectamente cómo era el Mar de Marín. Él era mecánico en el astillero Factoría Naval cuando se construyó este arrastrero en 1989. Lo recuerda bien porque también era el encargado de su revisión de casco cada vez que regresaba de una campaña. «Soubemos o que pasou ao saír de traballar, un bateeiro díxonos que se afundira o Mar de Marín». «Xa nos quedaban poucos barcos e agora con este un menos», añade. Es como si el destino del pesquero estuviese escrito para acabar como el otro arrastrero que se construyó a la vez en Factoría Naval, el Punta Couso. Este «foi para A Coruña e desguazárono hai dous anos», comenta.

Correa explica que este es «un día triste para todo o mundo, pero para nós, a xente do mar, sobre todo». Daniel Dopazo, otro buzo de profesión, comparte la desazón de su compañero. Ninguno de los dos entiende cómo pudieron colisionar el pesquero y el mercante. «Foi probablemente un fallo humano», comentan. ¿De quién es el fallo? Aquí ya nadie se atreve a hablar. El silencio se adueña del bar. La resolución del caso la dejan en manos de la comisión investigadora, aunque cada uno tiene su propia teoría, que se guarda para sí mismo.