Alumnos que construyen su futuro

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira MEAÑO / LA VOZ

GALICIA

Martina Miser

Ganador del Proyecta Innovación, el IES de Meaño se define como «makerschool»

28 oct 2019 . Actualizado a las 10:16 h.

Situado en el corazón de O Salnés, Meaño es un pequeño concello que bascula entre los cercanos Sanxenxo y Cambados, lugares donde sus estudiantes van a hacer el bachillerato y la FP. Pero hasta ese momento, la secundaria la cursan en un edificio de líneas modernas y grandes ventanales que acoge a 172 alumnos y 22 profesores.

El instituto siempre se ha caracterizado por un claustro compacto y amigo de las novedades. Ellos son centro Abalar y muchas de sus iniciativas tienen diez años, aunque casi todas han ido evolucionando con el tiempo. Actualmente, su proyecto estrella tiene nombre propio: Makerschool. Se ha creado una empresa entre todo el colegio que hace unos productos (con impresoras 3D) para después venderlos físicamente y por Internet; el dinero obtenido va destinado a una oenegé, la Asociación de Lucha contra el Cáncer. Con este plan ganaron el segundo concurso Proyecta Innovación, de la Plataforma Proyecta, el espacio educativo de la Fundación Amancio Ortega y la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre, un premio que les permitió obtener los fondos necesarios para materializar las ideas que hoy siguen funcionando, un año después.

«Lo importante de Makerschool -explica César Fernández, profesor de Tecnología y coordinador de innovación- es que participa todo el profesorado, todas las asignaturas».

¿Cómo funciona hoy Makerschool? «Cada materia es un departamento de nuestra empresa», comenta José Víctor Josevi Cimadevila, el director del IES: Matemáticas se encarga de la contabilidad; Tecnología mantiene las impresoras 3D; el diseño de los productos también es responsabilidad de Plástica; Física y Química estudia el uso de materiales para la impresión; o Educación Física organiza una carrera solidaria para vender los productos (que se ha convertido en la fiesta con puertas abiertas del centro).

La responsabilidad, clave

Los alumnos dedican entre dos y tres horas semanales al proyecto, aunque eso depende mucho del momento y las asignaturas. Lo interesante es que los responsables de cada departamento son estudiantes, elegidos por sus compañeros, y «no hay nada como hacerles responsables», comenta Fernández, porque «se lo toman muy en serio».

Los de cuarto están hoy en Tecnología, optativa; son 20 alumnos divididos en varias comisiones. Andrea y Nazareth se ocupan de la hoja de producción, con los pedidos (cada clase apunta cuántas piezas cree que puede vender) y los costes. Separados del resto y protegidos por mascarillas y guantes, Pablo y Breixo están probando los diferentes acabados para los objetos: «Primero miramos en Internet cómo aplicarlo, y ahora estamos viendo cómo resulta», sin que les convenza excesivamente ningún modelo. Peor lo llevan en una mesa cercana, donde David, Damián, César y Pablo están instalando de nuevo los drivers de la más antigua de las impresoras del centro: «O maior problema é saber que lle pasa», explica uno de los alumnos, mientras otro comenta que ellos no montaron esa impresora, y les cuesta más entenderla. Sí ayudaron a construir la segunda del centro -«levounos dous meses», reconocen- y con la tercera fue coser y cantar: «Montámola nunha tarde». No todo el mérito es suyo, porque cada vez las impresoras vienen mejor preparadas, «parecen de Ikea», resume otro estudiante.

En esta clase tan poco tradicional también están Félix y Santi, buscando algún niño que necesite una prótesis que puedan construir con su impresora 3D. «Los niños crecen muy rápido y cambian de prótesis con frecuencia», explican, y Makerschool quiere ayudar. «Son unos cracs -dice orgulloso Fernández-, se han puesto en contacto con web americanas, todo en inglés, buscando a quién podemos donar una prótesis [una especie de guante rojo con dedos articulados] y buscan por su cuenta en todo el mundo». Cada cinco o seis sesiones, las comisiones se intercambian y unos explican a otros lo que han conseguido y qué queda pendiente. «Funcionan muy bien», puntualiza el profesor.

Ahora quieren potenciar las ventas por Internet, a la vez que extienden la red por la comarca: «Los del colegio de primaria nos han encargado llaveros, que ellos mismos han diseñado, y nos ofrecemos a las empresas para hacer sus regalos corporativos», dice Fernández.

Pero las innovaciones en el IES no pasan solo por Makerschool. Después de valorar su situación, el claustro decidió apostar por los desdoblamientos para hacer grupos más pequeños, que se hacen en todas las asignaturas de primero y segundo desde el año pasado: en vez de dos clases tienen tres. «Ha sido una gran decisión -dice Cimadevila- sobre todo para la detección precoz de problemas, pero en general es bueno para todos los alumnos».

Un centro único

El huerto, simbólico

«Se encargan los de primero, y así se adaptan mejor al colegio»

Ángela López, la profesora de Biología, se encarga de uno de los proyectos más bonitos del colegio: el huerto escolar. El instituto está en la red Voz Natura y hace años alumnos y profesores decidieron diseñar un patio interior como un jardín. Árboles, plantas y bancos dotaron de vida un lugar abandonado y ahora son los alumnos de primero los que lo cuidan: «Es una estrategia -explica López- porque les sirve para sentir el centro como algo suyo y les permite moverse por el instituto buscando las herramientas y productos».

12 de mayo

Una gran fiesta para vender sus productos

El 12 de mayo, los alumnos de los centros del entorno (y todos los que quieran ir) están invitados a una especie de fiesta-jornada de puertas abiertas. Habrá una carrera solidaria, pero también talleres como el de Plástica, donde los estudiantes de tercero enseñarán a hacer papel marbling, técnica que están aprendiendo con Aránzazu, su profesora.

Vida saludable

Los balones «fitball» sustituyen a las sillas

En todas las aulas las sillas se han convertido en algo residual: «Usamos fitball [balones de gimnasio] que se adaptan a cada alumno y son más saludables», aunque a los profesores al principio no les gustaba mucho porque los chicos se movían demasiado; pero eso solo ocurre unos pocos días.