La tragedia de la familia Hailas

J. Romero / M. Moralejo / M. Torres TUI / LA VOZ

GALICIA

M. Moralejo

La comunidad musulmana está preocupada por el futuro de los niños, de 13 y 9 años, que se quedan huérfanos

25 may 2018 . Actualizado a las 20:09 h.

El sueño español de Abdelkhalek el Bouabi Hailas y Ezzoura Bouadel acabó en el mismo instante que les cayó la casa encima y perdieron sus vidas. El matrimonio marroquí, de 56 y 45 años, residía en Tui desde el 2007, tenía nacionalidad española y deja dos huérfanos: Ilyasse, de 13 años, y Bilal, de 9. El primero, herido en la explosión, alertó a los servicios sanitarios de que sus padres podrían haber muerto en la explosión. El apellido de él, Hailas, daba nombre a la familia en su comunidad social. «Los niños siguen hospitalizados, ni ellos saben aún la magnitud de lo ocurrido. Es una tragedia que todavía empiezan a asimilar», relata Noureddine Eljabraoui, compatriota, amigo y vecino de los fallecidos: «Vivo a 400 metros de su casa, la mía también está destrozada. Ni entrar podemos».

Abdelkhalek llegó a España hace casi tres décadas. «Quería buscarse la vida», dice un amigo Abdelkhalek llegó a España hace casi tres décadas. «Quería buscarse la vida», confiesa el mismo amigo. Antes, en Marruecos, formaba parte del Ejército del Aire. «Era piloto de avión, y muy bueno. Pero lo dejó, no sé el motivo, pero lo cierto es que se vino a España. Allí tenía otra familia, con dos hijos, luego se separó y se instaló en España. Pero nunca dejó de atender sus responsabilidades, allí y aquí. Era una buena persona», añade Noureddine en el exterior del polideportivo de Macoca. En el interior, y cedido por el Concello de Tui, decenas de marroquíes asentados en el sur de Galicia van ocupando su espacio. «Estaremos aquí cuatro días para celebrar nuestros rituales de despedida», expone otro amigo del matrimonio, desplazado de Poio.

El hermano del difunto también viajó de urgencia. En su caso desde Algeciras. Evitó cualquier declaración y se disculpó por mediación de sus amigos: «Está destrozado, y muy cansado por el ramadán y el viaje que hizo por carretera. Imagina si fue largo que estando en época de ramadán puede comer para recuperar fuerzas». Noureddine añade que el fallecido era el único que trabajaba en casa: «A veces de vendedor ambulante, pero por épocas. En otras ocasiones trabajaba conmigo o le salían otras ocupaciones. Era muy trabajador y responsable, por eso lo llamaban siempre».

La custodia

El futuro de los hijos es la prioridad para todos. «Tenemos que conocer la opinión de la Administración y saber si su tío puede hacerse cargo de ellos. Incluso nosotros podríamos asumir la custodia», confiesa Noureddine, que, además, ejerce de portavoz de la extensa comunidad musulmana que reside en Tui y en el resto de la comarca del Baixo Miño. «Si es necesario estaríamos dispuestos, y otros muchos amigos de la zona nos ayudarían». Máxima, también marroquí, amiga y vecina puerta con puerta de los fallecidos, ha perdido su casa: «Pensé que era el fin del mundo, estaba con mi marido y nos tiramos por la finca, bajamos rodando. Damos gracias a dios por estar vivos, pero que ese señor pague lo que hizo». Máxima añade que «esto es un crimen, todos pensábamos que lo que almacenaba allí eran palos, de lo contrario lo habríamos denunciado».

A pocos metros, Mustafa pide la palabra. Se presenta como vecino e íntimo del fallecido: «Perdimos a un gran amigo y compañero, estábamos casi todas las tardes juntos en la zona de la estación de tren de Guillarei. Era una gran familia con la que compartimos mucho desde hace años. Estamos destrozados». En el mismo perímetro del polideportivo de Macoca se suceden otras conversaciones. Y abrazos, y condolencias. Otro allegado añade que se espera también la presencia de más familiares procedentes de Francia y Marruecos.

En el interior del polideportivo, un gran manto de alfombras cubre la cancha. Sobre unas mesas, en maceteros, hay piezas de fruta y botellas de agua. El ramadán será largo y el golpe anímico por la muerte de Abdelkhalek y Ezzoura lo hace más cuesta arriba. Noureddine, despidiéndose, recuerda que en Galicia no hay cementerios para musulmanes. «Es una reivindicación que llevamos años planteando, pero no nos hacen caso. Solo hay cementerios para nosotros en Cataluña y Madrid». Quizás por eso, ayer, Noureddine pidió personalmente un terreno a la presidenta de la Diputación de Pontevedra para dar sepultura al matrimonio.