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Cataluña acaba de dar carpetazo al 0, igual que Galicia, que ha eliminado el muy deficiente de sus boletines
10 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Cero patatero. Rosco. Carolo. Los nombres con los que los estudiantes bautizaban el examen con la peor calificación posible van a convertirse en historia. Ahora, ninguna asignatura de primaria o ESO puede presentar un expediente de cero, y en Galicia, donde las notas tienen nombre, ya no existe el muy deficiente, el temido M. D. La última comunidad en sumarse a esta práctica -que arrancó de la LOE y se extendió con la Lomce- ha sido Cataluña, que exige que la nota mínima final sea 1.
Una cosa es superar materias y otra adquirir competencias
Cataluña ha anunciado el fin del cero, pero lo ha hecho en la evaluación de competencias. Esta es una parte de la nota final, que exige contar también con la superación de la materia. En el decreto gallego que regula los currículos de ESO y bachillerato, de 1.491 páginas (aparece el temario de cada asignatura) el término competencias se puede leer en 1.640 ocasiones. ¿Y qué diferencia hay entre superar la materia y adquirir competencias? Por ejemplo, Historia de España de segundo de bachillerato. El alumno tiene que saber qué pasó en Cádiz en 1812; desde el punto de vista del conocimiento, ha de comentar la labor legisladora de las Cortes de Cádiz y su relación con el diario del liberalismo; debe saber las características generales de la Constitución y comparar las cortes gaditanas con las cortes del antiguo régimen. Además, debe exhibir competencia lingüística (CCL), competencias sociales y cívicas (CSC) y capacidad de aprender a aprender (CAA).
En la nota final de evaluación, el alumno gallego de primaria y el de secundaria tienen una calificación numérica y nominal. Puede ser: de 1 a 4, que es insuficiente; 5 o suficiente; 6 es bien; 7 y 8, notable; y entre 9 y 10, sobresaliente. A veces ocurre que el alumno tiene un 8,6 pero se le pone sobresaliente en el boletín aunque la media se hace con ese 8,6. En bachillerato, los resultados se expresan solo en número sin decimales y van de cero a diez.
En el examen sí se mantiene el cero
Lógicamente, si el alumno no acierta ninguna pregunta de un examen o directamente lo deja en blanco, la calificación que este recibe será cero. Algunos profesores ponen un punto en caso de un mínimo esfuerzo del estudiante, algo que no sea un tachón, aunque en otros estampan el cero aunque pueda acabar sumando 0,5. Se trata de una nota algo vergonzosa, pero que muchos buenos alumnos sacaron alguna vez en su vida de forma puntual.
La evaluación es continua y sumatoria
La no existencia del cero en las notas de los niveles obligatorios se explica porque las asignaturas deben considerarse continuas y sumatorias. Así, es difícil que a lo largo del curso un alumno no sacase siquiera un dos o un tres en algún momento.
Entienden los técnicos del ministerio que abandonar el cero en el boletín final o el M. D. no cambia nada la terrible situación del estudiante afectado, y en cambio no se hace escarnio de una situación difícil.
La autoevaluación y las rúbricas son la tendencia
Cuando se trabaja por proyectos y no por asignaturas, poner una nota es más complicado. Los colegios de los Jesuitas de Cataluña crearon un algoritmo que completa sus apreciaciones con notas clásicas. Por su parte, a ellos les interesa más la progresión que haga el estudiante que la nota final que obtenga. Y esa parece ser la tendencia futura.
A esto se suman las rúbricas, que explican al alumno lo que se espera de él. Ahora se emplean en selectividad. Por ejemplo, en Historia de España hay que comentar un tema a partir de unos documentos y para sacar entre 3,5 y 4 hay que «desenvolver as cuestións da introdución, citar e contextualizar ben os documentos e analizar parte do seu contido. A redacción debe ser precisa e o texto estar ben argumentado».