Borrando el estigma de los Charlines

Bea Costa
bea costa VILANOVA / LA VOZ

GALICIA

MARTINA MISER

La Audiencia Nacional embargó el pazo de Vista Real, el Concello de Vilanova lo compró y ahora se usa para enseñar a pilotar drones, como «coworking» o para impartir clases de inglés

14 ene 2021 . Actualizado a las 14:17 h.

Con el permiso del imponente pazo de Baión, el pazo de Vista Real, ubicado también en Vilanova, era otro de los símbolos del poder económico de los narcos arousanos. Y como le ocurrió a Laureano Oubiña, la Audiencia Nacional frustró el sueño de los Charlines de tener una gran mansión rodeada de viñedos. El clan vilanovés ya había empezado a adulterar la sobriedad de esta casona del siglo XVIII con vidrieras de colores y una portentosa chimenea flanqueada por querubines, cuando fue confiscada y pasó a manos de la Agencia Tributaria.

Edificio y finca salieron a subasta en el año 2010 y el Concello de Vilanova los compró por 1,1 millones de euros, que financió con cargo a un crédito, que todavía hoy sigue pagando. Ocho años después, la sombra de los Charlines en Vista Real ya solo queda en las hemerotecas.

Las ayudas públicas permitieron rehabilitar el edificio para convertirlo en un centro de formación que, en tan solo tres años, se ha convertido en un referente en la provincia. Valgan los datos de su perfil de Facebook para dar cuenta de su grado de implantación: 11.800 seguidores y una media de 300.000 visualizaciones por semana.

En sus aulas se realizan docenas de cursos y talleres por los que han pasado ya más de tres mil personas. Allí acuden quienes quieren conseguir el certificado de manipulador de alimentos, de carretillero, de aplicador de productos fitosanitarios, de piloto de drones, parados que desean aprender un oficio o emprendedores que buscan una oportunidad para su idea de negocio.

En el Concello se afanan por dejar atrás el estigma de los Charlines, tanto que evitan utilizar el nombre de Vista Real para referirse a la finca que corona la loma del mismo nombre. Ahora es el Centro de Desenvolvemento Local (CDL) de Vilanova, donde se vertebra toda la política formativa, laboral y empresarial del Concello.

El antiguo pazo enseguida se quedó pequeño. Primero se construyeron oficinas y aulas en la planta baja, este mismo año se habilitaron más aulas en la planta superior y se está a la espera de recibir nuevas ayudas para completar la rehabilitación en 2019.

Al edificio central hay que sumarle las antiguas cocheras -que acogen de forma provisional la escuela municipal de música y que en los próximos meses darán paso a un vivero de empresas- y una finca de cuatro hectáreas, de las que 2,5 están ocupadas por viñedos.

Fuera de los muros sí sobra espacio, de momento. Tras superar las trabas legales que pesaban sobre las cepas de albariño, que no estaban inscritas en el registro vitícola correspondiente, el Concello va a sacar a concurso su explotación con el fin de obtener algún rendimiento de la plantación. Vino de Vista Real todavía no hay, pero de su invernadero sí han salido lechugas, tomates, pimientos y hasta quinoa, gracias a un taller de empleo de agricultura ecológica desarrollado en este enclave.

La actividad no para, ni siquiera en verano. En julio y agosto se desarrolla un campamento tecnológico que permite que un centenar de chavales se adentren en el mundo de la realidad virtual, del 3D, la robótica y el pilotaje de drones. A mayores, docenas de niños tienen oportunidad de aprender inglés gracias a las clases gratuitas que organiza el Concello; veintidós emprendedores con proyectos relacionados con la alimentación y el turismo participan en la segunda edición de la aceleradora de empresas que organiza la Escuela de Organización Industrial (EOI) y acaba de concluir un curso de limpieza de superficies para personas con discapacidad.

No todo es aprender y trabajar en Vista Real. Numerosos vecinos y turistas acuden a sus jardines, ricos en camelias y especies botánicas meritorias, para disfrutar de la paz que destila este lugar y de sus hermosas vistas sobre la ría de Arousa. Las que no pudieron disfrutar, en exclusiva, el viejo Charlín y los suyos.