Diego Bello, sin pólvora en las manos y sin droga en el cuerpo. ¿Y ahora qué?

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

Francisco Lafuente y Bruno Bello, tío y hermano de Diego
Francisco Lafuente y Bruno Bello, tío y hermano de Diego MARCOS MÍGUEZ

Los primeros informes de la autopsia echan por tierra el atestado policial. Para la familia «fue un crimen»

26 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Conforme avanzan los días se va asentando la verdad sobre la muerte del coruñés Diego Bello en Filipinas. Era difícil creer la versión de la policía filipina pero había que esperar para demostrarlo. Los primeros informes de las autopsias realizadas a Diego Bello en el Instituto Anatómico Forense de Madrid y en Manila lo confirman: ni consumía drogas, ni tenía pólvora en sus manos; el coruñés no se enfrentó a tiros a la policía.

Del análisis capilar realizado en Madrid salió que en los últimos seis meses el fallecido no había consumido estupefaciente alguno. Dio negativo en heroína, ketamina, cocaína, derivados anfetamínicos, cannabinoides y metadona. Eso, al hermano de la víctima, Bruno Bello, no lo cogió por sorpresa. Sabía que Diego no consumía «ningún tipo de droga». Y cree que el informe ayudará a limpiar su nombre: «Ahora tenemos una garantía 100 % y científica» de que era así. «Afirmamos con rotundidad que mi hermano nunca consumió drogas, era una persona sana y limpia».

Tan importante o más que la inexistencia de sustancias en su organismo es que la autopsia realizada en Filipinas, con la presencia de una comisión de Derechos Humanos de aquel país -a petición de la embajada española- no detectó pólvora en sus manos, lo que convierte en imposible que el fallecido disparase su arma contra los agentes que lo fueron a detener, como decía el atestado policial. La ausencia de pólvora todavía no ha sido ratificada por el informe de Madrid. El resultado final saldrá en unos días. 

Limpiar su nombre

La familia de Diego Bello, destrozada, ha decidido ganar en terquedad a la instrucción policial del país asiático. Para su hermano, no hay mayor voluntad que «limpiar el nombre de Diego», que «nadie tenga la más mínima duda» de que «no era un drogadicto, mucho menos un narcotraficante». Y, ni por asomo, «fuese armado y disparase contra los agentes», como dice el atestado filipino, «que no hay por dónde cogerlo».

Al principio, cuando el empresario cayó «asesinado» junto a su casa de la isla de Siargao, el 14 de enero, solo se sabía lo que la policía filipina decidió contar. Hilvanando una versión incoherente. Los agentes calificaron la muerte del coruñés como un gran golpe contra un narcotraficante «de primer nivel en la zona». Podía ser mentira, pero podía ser verdad. Tal relato -salpicado de detalles crueles-, decía que le habían tendido una trampa con dos agentes de incógnito haciéndose pasar por toxicómanos. Y que cuando el fallecido se percató del engaño, abrió fuego contra ellos. Curiosamente, no le dio a ninguno. Todas las balas las recibió él. Fueron seis.

Cuando el consulado en Filipinas vio que esa versión se caía y empezó a presionar a las autoridades de aquel país, el jefe policial decidió atrincherarse y callarse. 

Exigir responsabilidades

Ahora, quienes hablan y bien alto son los allegados de la víctima y los políticos españoles. No basta con limpiar el buen nombre de Diego Bello, que con la autopsia «ya queda claro», dice su hermano. Lo que viene a partir de ahora «es que el Gobierno español y la Unión Europea sancionen a Filipinas y exijan responsabilidades».

La familia contó desde un principio con el apoyo del presidente de la Xunta, la alcaldesa de A Coruña, el embajador en Filipinas y varias formaciones políticas. Como el BNG, que llevó al Congreso una iniciativa para pedir un castigo a Filipinas.

¿Y ahora qué? La pregunta es buena, pero la respuesta depende de los políticos.