Las cenizas de Asunta reposan ahora en la misma tumba que el cuerpo de su madre y asesina

Xurxo Melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Llegada del féretro de Rosario Porto al cementerio de Boisaca el 26 de diciembre del 2020
Llegada del féretro de Rosario Porto al cementerio de Boisaca el 26 de diciembre del 2020 PACO RODRÍGUEZ

La única heredera de Rosario Porto, su amiga ourensana, asume los 10.000 euros que costaron el traslado del cuerpo y el entierro

28 dic 2020 . Actualizado a las 19:53 h.

Rosario Porto reposa desde el pasado sábado en una tumba propiedad de su familia materna en el cementerio compostelano de Boisaca. Si lo hace o no en paz es algo que nadie sabe ni jamás sabrá, pero sí ha trascendido que junto a su féretro se han depositado las cenizas de su hija Asunta. Un retorcido final que une en la eternidad a víctima y verdugo, porque no hay que olvidar que, cuando el 18 de noviembre se quitó la vida ahorcándose en la cárcel de Brieva (Ávila), Charín, como la llamaban sus más allegados, cumplía condena de 18 años de cárcel por urdir y ejecutar un macabro plan junto a su exmarido, Alfonso Basterra —que sigue en prisión—, por el que drogaron y asfixiaron hasta la muerte a la pequeña.

La urna con las cenizas de Asunta llevaba siete años en el piso de la calle Doctor Teixeiro de Santiago en el que Rosario Porto vivía con Asunta cuando se produjo el crimen. El que finalmente reposen junto a su madre y asesina ha sorprendido a no pocos, pero nadie ha alzado la voz, dado que los únicos familiares vivos que le quedaban a Rosario, sus primos, finalmente se han desentendido del entierro tras conocerse que no figuraban entre los herederos.

De hecho, solo la prima segunda a la que Rosario Porto ha legado unas joyas estuvo presente en el sepelio, el resto no acudieron pese a que antes de que se hiciera público el testamento aseguraron que estaban dispuestos a hacerse cargo del cuerpo y a correr con todos los gastos de su traslado a Santiago.

Pues bien, lo cierto es que los primos de Rosario Porto no solo no fueron a su entierro, sino que tampoco van a abonar finalmente los gastos que ha generado. Lo hará la que es ya su única heredera, Teresa Sampedro, la amiga de toda la vida de la familia que vive en Ourense. Ella será la que pague los casi 10.000 euros que ha generado la estancia de más de un mes del cadáver en un tanatorio abulense, su traslado hasta Santiago y el sepelio en el cementerio compostelano.

Teresa Sampedro fue designada como heredera, junto al abogado compostelano Juan Guillán —otro gran amigo de la familia—, de todos los bienes de Rosario Porto. El letrado, sin embargo, ya ha renunciado a su parte, por lo que su mitad será para la amiga ourensana, que, aunque aún no lo ha confirmado, todo apunta a que sí aceptará la herencia. Ella conoció a la madre de Rosario Porto, Socorro Ortega, cuando ambas estudiaron en la universidad en Santiago. Trabajó como profesora de matemáticas en la Facultad de Empresariales de la Universidad de Vigo, en el campus de Ourense, y fue también, en 1995, la primera mujer presidenta de la denominación de origen del Ribeiro.

El abogado que defendió a Porto en el juicio por el crimen, José Luis Gutiérrez Aranguren, también figura en el testamento, pero no como heredero, sino solo como legatario, ya que le dejó su colección de cuadros.

Basterra sigue sujeto contra su voluntad al protocolo antisuicidio en Teixeiro

J. R.

Alfonso Basterra pasa en la prisión coruñesa de Teixeiro las primeras fiestas navideñas tras el suicidio de su exmujer, Rosario Porto, en su celda del penal de Ávila. Desde que ambos mataron a su hija Asunta han transcurrido siete años. Pero a Basterra no le satisface su situación actual en la cárcel, principalmente por el protocolo antisuicidio que le aplican desde el mismo día en que falleció su exmujer.

Era el 18 de noviembre y aquel suicidio, se cree aún, puede tener efecto en él. Al fin y al cabo ya no queda nada de la que fue su familia, y sí unos cuantos años más en prisión por delante, sabiéndose el asesino de su propia hija. Pero Basterra niega cualquier síntoma depresivo o intención de quitarse la vida, de ahí que alegue que tampoco necesita seguir sujeto al protocolo antisuicidio, que supone tener a un acompañante pegado a él cada minuto que pasa en la celda.

A Basterra lo vigilaba, hasta hace pocos días, un preso condenado por narcotráfico que pertenece a la primera generación de arousanos que se manchó las manos con polvo blanco. Ahora se aclimata a su nuevo interno de apoyo. El resto de la jornada la invierte en completar las tareas propias de su módulo, que no es uno cualquiera. Es el asignado a programas de salud mental, y Alfonso Basterra ya estaba en él antes de suicidarse Rosario Porto. Con anterioridad trabajaba en la biblioteca, pero a causa de una infracción se le retiró la tarea y se le destinó al módulo de salud mental.

Su actitud, con presos o funcionarios, es igual ahora que antes de suicidarse la madre de su hija. Basterra se considera mucho más preparado académicamente que la gran mayoría de internos en Teixeiro, y tampoco tiene reparo en hacérselo saber a unos y otros, mostrando actitud altiva.