«Saben aquel que diu?»

GALICIA

PILAR CANICOBA

Solo con la célebre muletilla de Eugenio, el Messi de la risa catalana durante muchas temporadas, puede contarse el episodio de la ampliación del Prat

18 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

si todo esto solo fuera una representación dirigida por Albert Boadella, con actores entrenados por El Tricicle? ¿Y si las declaraciones pomposas de los independentistas solo fuesen chistes de Eugenio con un leve barniz político? No es una hipótesis que se pueda descartar sin mas. Quizá el repliegue del humorismo catalán, que tuvo hace unos años una época dorada en la que dominaba la risa y la sonrisa de las Españas, se deba a que han decidido convertir Cataluña en un gran escenario al que trasladan sus gags mediante comediantes que desempeñan papeles de políticos y que, al cabo de unos años, saldrán juntos a saludar al respetable antes de que se baje el telón.

Entonces nos pondremos de pie y aplaudiremos durante largos minutos la representación, excelente, aunque tal vez demasiado larga. Una parte del público dirá que ya sospechaba algo, porque tantas situaciones cómicas no podían ser reales. Otra, en cambio, confesará que fue tal la maestría de los personajes que llegó a creer que todo estaba sucediendo. No faltarán sagaces que aseguren que en algunos momentos del desarrollo de la trama intuyeron pasajes del Ubú president de Els Joglars, la parodia sobre Pujol en la que la solemnidad patriótica se transformaba en sainete. ¿Y los líos de siglas? ¿No están inspirados en La vida de Brian y la irrisoria oposición judaica a los romanos, empeñados en levantar infraestructuras?

¿Saben aquel que diu? Solo con la muletilla de Eugenio, el Messi de la risa catalana durante muchas temporadas, puede contarse el episodio de El Prat. El mismo nacionalismo que consideró un agravio que no se ampliara el aeropuerto, protesta después por la agresión que supone su ampliación y aplaude como una victoria que Pedro Sánchez retire los 1.700 millones de la obra. Si antes España les robaba, ahora los bombardea con gigantescas inversiones contra las que se levanta el grito de la resistencia: ¡no pasarán! Para confirmar esta peculiar teoría, el ministro (o actor) Iceta compara la mesa de diálogo con las negociaciones para la paz en Vietnam, sin aclarar cuál de los interlocutores es estadounidense o vietnamita. Poco antes de efectuar semejante parangón había participado en una lectura colectiva de la Divina Comedia, otro posible indicio de que estamos ante un ilusionismo teatral.

El Marx menos humorista sentenció que la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa. No pudo prever, sin embargo, que la farsa fuera dirigida desde las sombras por humoristas profesionales confabulados para poner en escena su obra cumbre con escenarios naturales. Se habla de los rusos moviendo los hilos del procés gracias al oro no devuelto de Moscú. No. Son Boadella y el Tricicle acompañados de Eugenio desde el más allá. Esperamos con ansia el resto del guion.

La alfombra energética

La factura, o fractura, de la luz es una alfombra bajo la que se han escondido todas las miserias de la política energética. La moratoria nuclear, las primas a las renovables, los derechos de emisión, los déficit de tarifa, son muertos que los gobiernos han escondido en el armario con la esperanza de que fuesen descubiertos en un lejano futuro. Todas esas decisiones tenían importantes consecuencias. El truco consistía en dispersarlas y demorarlas. Dispersarlas en un prorrateo de recibos redactados por algún escriba de los faraones; y demorarlas para que nadie se acordara de las causas que provocan el efecto tarifario. Muchas de esas medidas son de color verde, o sea su intención es contribuir a la transición ecológica, algo sin duda necesario pero que entraña costes para el ciudadano que se ocultan pudorosamente en un recibo imposible de desencriptar. He ahí una verdad incómoda. Esa transición no es barata y nos hace más dependientes de fuentes externas. De momento tenemos más decisiones con efecto retardado.

Necrofagia en el Parlamento

Si bien la necrofagia propiamente dicha se refiere a alimentarse de cadáveres -algo característico de los animales carroñeros-, existe una nueva variante en la que no se trata de cadáveres sino de la memoria de notables ya desaparecidos. A la espera de que la Academia cree una nueva entrada en el diccionario, podríamos llamar a semejante práctica necrofagia política. Un episodio reciente acaba de producirse en el Parlamento gallego a cuenta de su primer presidente democrático. Varios buitres se han abalanzado sobre su biografía para intentar nutrirse con ella. Se practica con Antonio Rosón no la memoria histórica, sino la inquisición histérica. «A moro muerto, gran lanzada», dice la expresión castellana para subrayar la valentía de quienes se ceban en el indefenso. Don Antonio ya no puede alegar nada y por eso el mismo nacionalismo que no está libre de pecados intenta lapidarlo con sus piedras ante un socialismo que se lava las manos. ¿Hay algo que impida que el Valedor do Pobo proteja a los muertos?