Nené Barral, el alcalde con aroma de batea que traía de cabeza a José María Aznar

Serxio González Souto
Serxio González RIBADUMIA / LA VOZ

GALICIA

El humo de contrabando planeó siempre sobre un hombre tan capaz de suscitar lealtades inquebrantables y presumir de su amistad con Fraga como de tirar del bigote al portavoz de la oposición y proclamar que bajo su mando Ribadumia se gobernaba «con hombría»

14 dic 2023 . Actualizado a las 20:31 h.

Ribadumia. Una de la tarde. Las banderas, tocadas con un crespón negro, ondean a media asta. El alcalde, David Castro, recién integrado en el Partido Popular, preside un minuto de silencio en memoria de su antecesor más renombrado, José Ramón Barral, Nené, una figura sobre la que las luces y las sombras dibujan una verdadera alfombra de claroscuros. Un buen número de trabajadores municipales se suman al pequeño homenaje. Entre ellos se coloca Gonzalo Durán, el regidor popular de Vilanova, donde Barral residía. Mónica es la funcionaria más veterana del pequeño concello arousano. «Foi alá o meu primeiro xefe, o mellor que tiven. Con el, no mostrador do Concello nunca faltaban as latas de aceite e os cartóns de leite para repartir entre os veciños. Aquí ninguén pasaba fame».

Comprender las adhesiones inquebrantables que Nené era capaz de suscitar requiere viajar algunos años hacia atrás en el tiempo. Como mínimo a junio de 1999, momento en el que Barral gana sus últimas elecciones al frente del PP de Ribadumia. La gaviota está revuelta. Teóricamente, el histórico regidor había dado un paso a un lado para facilitar que Rafael Louzán, su alumno aventajado, que iniciaba su escalada en la vida pública y con quien acabó enfrentado encarnizadamente, lo sustituyese al frente de la candidatura conservadora. A última hora, la operación de relevo se viene abajo y el hombre del pelo blanco asume de nuevo la cabeza de la lista en un viraje que el partido es incapaz de explicar satisfactoriamente. Sin Nené, será difícil que alguien lo confirme alguna vez. Pero probablemente en todo aquello tuviese mucho que ver la peculiar forma en la que Barral gobernaba su municipio. Como muestra, un botón. En 1997, el mismísimo Manuel Fraga, presidente de la Xunta y fundador de la formación popular, acude a la orilla sur de la ría para inaugurar el polígono empresarial de Cabanelas, germen del actual parque industrial de O Salnés, tal vez el único que verdaderamente merezca tal nombre en la comarca. Un motor económico que, sin embargo, nació al margen de cualquier ordenación urbanística. Nené lo explicó en una entrevista: «Eu debuxo proxectos á miña forma, sen tecnoloxía ningunha, coa miña rústica. E logo os plasman os técnicos co tiralíneas».

En Ribadumia, en aquel tiempo y en alguno inmediatamente posterior, llegaron a concederse licencias de obra provisionales, una auténtica aberración legal que apenas tuvo consecuencias. Demasiados líos, demasiados compromisos cogidos con pinzas como para que el regidor desapareciese sin más de la ecuación electoral. Dicen, quienes frecuentaban los círculos de mayor altura, que la amistad con Fraga, de la que presumía, su particular estilo de gobernanza y la alargada humareda que se entreveía tras sus hombros llegaron en más de una ocasión al despacho de José María Aznar, quien, alcanzada ya la presidencia del Gobierno, se tiraba de los pelos ante las andanzas de su carismático pero incorregible alcalde. Su ambición política, que la tuvo, se estrelló contra el general de las fuerzas populares. En aquella suerte de Camelot por la diestra que Aznar comenzaba a erigir en Madrid no cabían tipos como Nené Barral.

Que conste que, pese a haber aceptado recientemente algunos acuerdos para evitar males mayores a su familia, en concreto a sus hijas, Barral jamás fue condenado por contrabando de tabaco. Por mucho que estuviese considerado como uno de los pioneros del negocio, uno de aquellos bregados individuos que, junto con el legendario Terito, rompió las ataduras de los contrabandistas de las rías con respecto a los portugueses para negociar directamente los alijos de rubio de batea con los todopoderosos importadores holandeses. «Este Concello gobérnase con hombría», le espetó en aquel junio de 1999 a alguien con quien discutía por teléfono desde la alcaldía. El mismo aparato desde el que la Fiscalía sostiene que Barral se comunicaba con los guardias civiles y los funcionarios de Vigilancia Aduanera que, según el escrito de acusación, tenía en nómina. Su detención en el 2001, al hilo de una causa ante la que, 22 años después, acaba de sorprenderle la muerte sin haber podido ser juzgado, marcó el inicio de su ocaso político. Él siempre lo negó todo.

Después llegaría el intento por recuperar el bastón de mando al frente de Independientes por Ribadumia. Durante unas horas, de hecho, lo consiguió. Aunque por apenas dos papeletas, el recuento de los comicios del 2003 colocó a IR como formación más votada en Ribadumia, con el mismo número de concejales que el PP, lo que, habida cuenta de que ningún acuerdo era posible con el BNG de Ramón Mouriño, la tercera formación en liza, hubiese devuelto a Nené la alcaldía arousana. Un recurso ante la junta electoral invirtió los términos de aquella victoria, otorgando esa condición de primer partido en las urnas a la gaviota.

Por el camino, Nené acuñó el primer Rocío en campaña del que se tiene noticia en Galicia, encabezando desde una calesa una cabalgata simbólica hacia la Casa Consistorial. En la pegada de carteles, se había lavado las manos con agua mineral, como símbolo improvisado de que allí, en realidad, no había pasado nada y el contador volvía a cero. Pero las siguientes elecciones reforzaron el dominio conservador, y Barral fue cediendo, poco a poco, su vitola de político ganador a la espera de un proceso judicial que, cuando concluya, lo hará con él fuera de la partida.

En sus últimos años le gustaba acercarse por la piscina municipal de Vilagarcía, donde nunca perdonaba dos mil metros de natación con un pausado y característico estilo de braza. Él, que en su época dorada regalaba palés de ladrillo y sacos de cemento y arena a quien construyese una casa para establecerse en Ribadumia, que se revolvía con vehemencia suficiente como para tirarle del bigote al portavoz municipal del PSOE, que engatillaba mayoría absoluta tras mayoría absoluta, se había convertido en un hombre tranquilo. «De rapaz Nené emigrou e viu mundo. El era en realidade un socialdemócrata, ho, o que pasa é que ao volver, daquela, se non te metías en AP, quen demo ía gañar unhas eleccións? Non podías facer nada», recuerda un estrecho compañero de fatigas. Una afirmación discutible, que Barral tampoco podrá confirmar o desmentir. A su electorado probablemente no le hubiese importado lo más mínimo. No hay más que recordar el imperativo que una mujer le encomendó a las puertas de la Casa do Concello, en mayo del 2001, poco después de haber presentado su dimisión tras ser detenido: «Nené, preséntate anque seña polos comunistas».