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Los subterfugios de Sito Miñanco

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

GALICIA

Sito Miñanco, a su llegada a una de las sesiones celebradas en la Audiencia Nacional.
Sito Miñanco, a su llegada a una de las sesiones celebradas en la Audiencia Nacional. SERGIO PÉREZ | EFE

Juicio tras juicio, durante los últimos 40 años, Prado Bugallo ha expuesto alegatos exculpatorios que no han evitado que sume 31 años entre rejas

16 feb 2025 . Actualizado a las 14:06 h.

Sito Miñanco recapituló buena parte de su biografía durante sus dos últimas comparecencias en juicios. La última fue esta semana en la Audiencia Nacional; la anterior, en el 2018 en Pontevedra. En ambas, Miñanco defendió su inocencia. En ambas, Miñanco aseguró que sus negocios durante los años en que fue investigado eran legales; ni para traficar ni blanquear. Pero la estrategia numantina de negar la mayor —pese a tres sentencias en contra, dos por tráfico de drogas y una por blanqueo de capitales procedentes del tráfico de drogas— de poco o nada le ha servido. Él mismo lo recordó el martes, durante su comparecencia: «Llevo 31 años y seis meses en prisiones». La Fiscalía Antidroga le pide, casualmente, otros 31 años en el juicio que se está celebrando en la Audiencia Nacional desde otoño.

Miñanco entró el 26 de octubre del 2018 a la Audiencia Provincial de Pontevedra para ser juzgado por blanqueo de capitales procedentes del narcotráfico a través de la inmobiliaria familiar, San Saturnino. Llegó esposado, sujetando con las manos un ejemplar enroscado de la revista Interviú. Ya en la vista, frente al tribunal, desplegó las páginas que él mismo protagonizaba. El reportaje le situaba residiendo en Amberes, ejerciendo de estanquero mayorista de tabaco. Aquello le sirvió de arranque para su intervención: sostuvo que residió en Bélgica, donde dirigió la empresa legal de distribución de tabaco Melina Trading entre 1987 y 1992, y que tributaba en el país flamenco ya desde 1986.

Según la documentación aportada aquel día, Melina Trading era una mina de oro. Miñanco se dio de alta en la Seguridad Social belga el 15 de julio de 1986 y ese mismo año cerró el ejercicio con un activo total de 8,5 millones de francos suizos (al cambio actual son 7,5 millones de euros). Al año siguiente, ascendió a 10,3 millones de francos suizos (9,1 millones de euros).

Pero la incorporación del cambadés al mundo laboral belga solo se entiende analizando sus antecedentes en su ría natal, Arousa. En diciembre de 1983 fue detenido en el primer macroproceso contra los contrabandistas de tabaco en Galicia e ingresó en prisión provisional hasta junio de 1984. La causa, archivada al entrar España en el Mercado Común Europeo, elevó a 15.000 millones de pesetas el dinero que tres grupos mafiosos lograron evadir. Uno de ellos lo colideraba Miñanco con dos socios.

Las pruebas en contra del narco gallego en su juicio del 2018 fueron suficientes para condenarlo. Dieron igual los balances de cuentas aportados a la causa justo el mismo día que Miñanco declaraba, tras más de una década de instrucción.

También en 1983, cuando fue detenido por contrabando de tabaco, negó cualquier relación con el rubio de batea. En aquella ocasión, tampoco le sirvió de nada. Ingresó en la cárcel de Carabanchel sin saber que coincidiría allí con dos embajadores de los carteles colombianos de Cali y Medellín; un puente de plata para afianzarse en el negocio que estaba por llegar, la cocaína, y que cambió los parámetros del narcotráfico en España, entonces concentrado mayoritariamente en el hachís y la heroína.

Memoria para los detalles

El miércoles, Miñanco, mantuvo la estrategia de mantener su inocencia. Se mostró convencido, sin dudar. La sentencia que emita el alto tribunal decidirá si tiene razón él o la Fiscalía. El gallego evidenció igualmente una buena memoria al exponer sus argumentos. Datos, fechas, nombres y apellidos, ubicaciones. Fue tajante al negar cualquier relación con los dos alijos de 4.000 kilos que le imputan. Aseguró que se dedicaba a la venta de teléfonos encriptados, que los vendía a pares y que las ganancias superaron los 700.000 euros. También reconoció haber ordenado habilitar un zulo en un coche para transportar los terminales por España.

Miñanco reveló a mayores su otra faceta comercial durante los años que duró esta investigación, del 2016 al 2018: vender lanchas, piezas de embarcaciones y motores fueraborda para avistar delfines y ballenas. Se desvinculó de Astilleros Facho, en Cambados, donde la investigación le sitúa haciendo grandes planeadoras rígidas y con cabina, precisamente iguales a las requisadas al registrar el astillero en el 2018.

El último planteamiento exculpatorio de Miñanco supone un órdago en toda regla. Pretende inmolar cada pilar de la acusación. Nada es cierto, según Miñanco; ni reconoce su voz en las grabaciones realizadas con micrófonos ocultos. Tampoco las de sus amigos e integrantes de la organización que presuntamente gestionó entre el 2016 y el 2018.

El gran problema es que en las grabaciones sí se reconoce a los implicados hablando, y puede demostrarse que son ellos. Charlan de los problemas causados tras la pérdida de los dos alijos que se les imputan, lo que los sitúa participando en la recepción y envío de ambos portes. También de problemas con otras organizaciones asociadas con la de Miñanco con motivo de los dos alijos que le atribuye la Audiencia Nacional.

Situación penitenciaria

El juicio contra el narco arousano y los otros 44 acusados está en la recta final. Miñanco, mientras, sigue en tercer grado y llegando a cada vista a pie. La cuenta atrás de su última condena sigue avanzando y es cuestión de tiempo que regrese a la calle de manera definitiva hasta que la sentencia de la Audiencia Nacional, si es condenatoria, sea firme. De salir culpable, el de Cambados disfrutará de su último tiempo en libertad antes de regresar a la cárcel para cumplir una condena, si se confirma, superior a 20 años. Algo que a sus 70 años cumplidos, y tras haber pasado 31 y medio entre rejas, supone un balance desalentador.

La tesis judicial que prevalece en forma de condenas avala las tres décadas de Miñanco durmiendo en una celda. Lo sitúa en la cresta del negocio de la cocaína de manera ininterrumpida desde finales de los años ochenta hasta su última detención, en el 2018, que ahora se juzga.

Lo habría hecho incluso estando en prisión, aprovechando permisos y privilegios de tercer grado. Porque la cronología delincuencial de Miñanco evidencia una reincidencia compulsiva que se recoge en sentencias y atestados policiales. Sus alegatos exculpatorios desde entonces son variados: creó una inmobiliaria; estuvo en el sector de las lanchas y astilleros; llegó a mayorista de tabaco desde Centroeuropa tras empezar como pescador de ría en su Cambados natal; vendió teléfonos encriptados iguales a los utilizados por las organizaciones criminales; y levantó un patrimonio inmobiliario tasado en 10 millones de euros, formado por propiedades situadas mayoritariamente en O Salnés, que cobijó bajo el paraguas mercantil de la inmobiliaria familiar.

La Audiencia Nacional retoma este lunes el juicio con sesiones señaladas hasta el jueves.