El crimen que turbó la calma del Camino

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Miguel Ángel Muñoz durante la reconstrucción de los hechos días después de su detención.
Miguel Ángel Muñoz durante la reconstrucción de los hechos días después de su detención. PACO RODRÍGUEZ

Se cumplen diez años de la resolución del asesinato de la peregrina estadounidense Denise Pikka Thiem con la detención de Miguel Ángel Muñoz, condenado a 23 años

12 sep 2025 . Actualizado a las 10:10 h.

Fue la película The Way la que llevó a Denise Pikka Thiem al Camino de Santiago. Tenía 41 años, acababa de poner fin a una relación sentimental y necesitaba reinventarse. Estadounidense de padres asiáticos, quiso hacer un gran viaje por Oriente para conocer sus orígenes al que planeó poner fin peregrinando a Compostela desde Pamplona. No llegó. En su ruta se interpuso Miguel Ángel Muñoz Blas, un hombre esquinado, huraño y violento que había sido okupa y estaba obsesionado con la ideología anarquista. Madrileño de nacimiento, se instaló en Castrillo de los Polvazares (León), al pie del Camino Francés. Con antecedentes por robos y hurtos, ya había tenido problemas por una denuncia de agresión sexual de una peregrina alemana que no se pudo demostrar pero por la que llegó a ser detenido. Denise corrió peor suerte. La mató en el asalto y enterró su cadáver. Ahora se cumplen diez años de su detención, unos meses después de la muerte de la joven. Pasa en una prisión de Madrid y en total anonimato los 23 años a los que le condenó la Audiencia Provincial leonesa, pena que después confirmó el Tribunal Supremo.

Thiem recorrió con tranquilidad los 350 kilómetros que separan Pamplona de Astorga. En el Camino conoció a un piloto de Iberia que viajaba junto a sus hijas y sobrinos. Denise se sumó al grupo y durante tres o cuatro días caminaron juntos. Fue él quien le aconsejó desviarse para visitar Castrillo de los Polvazares, un pueblo de apenas cien habitantes pero que merece la pena visitar. No en vano, en 1980 fue declarado conjunto histórico-artístico de alto valor monumental y forma parte, como elemento asociado, del Camino Francés.

La peregrina asesinada Denise Pikka
La peregrina asesinada Denise Pikka

Pasó su última noche con vida en el albergue de San Javier de Astorga, donde conoció a un peregrino italiano, Giorgio Candoni, que aquel 5 de abril del 2015 la vio partir hacia Castrillo de los Polvazares. Cuando salía del pueblo cayó en la auténtica trampa que había diseñado el asesino, que cambió las señales de la ruta para que los romeros acabaran en su casa con la intención de robarles.

Solo Muñoz Blas sabe la realidad de lo que motivó el asesinato. Él asegura que ella empezó a desconfiar de él, que se puso agresiva para que se fuese y que fue eso lo que provocó, en sus propias palabras, que «le diera la vuelta a la cabeza» y que le «cambiara el chip». Le asestó un golpe en la sien derecha con un palo «y cayó a plomo», le dijo al juez instructor tras ser arrestado.

No pudo probarse la agresión sexual, que fue siempre la tesis del grupo de la Policía Nacional que investigó el caso, por lo que solo pudo ser condenado a veinte años por el asesinato y a tres por robo con violencia, porque se llevó los 1.132 dólares que Denise llevaba encima. Lo que sí se demostró, porque así lo reveló la autopsia, es que además del palazo también le propinó una brutal paliza que produjo fracturas, lesiones y contusiones y que trasladó el cadáver hasta una zona apartada cerca de su finca donde la desnudó, le cortó el cuello y las manos y la enterró. Esa mutilación tenía como objeto tratar de evitar la identificación si hallaban el cuerpo. Ahí sacó el carnicero que fue durante el tiempo que trabajó de muy joven en Madrid en la empresa cárnica que regentaba su padre. Cuando creyó que le seguían la pista, tuvo miedo y movió el cuerpo de sitio para que, si lo encontraban, no ataran cabos.

Pasaban los meses sin resultado. La familia de Denise siempre tuvo claro que no se trataba de una desaparición voluntaria y el gobierno de Estados Unidos presionaba para que se esclareciese qué le había pasado a su ciudadana, por lo que la Policía estaba bajo una presión enorme. Finalmente, el 11 de septiembre del 2015, hace ahora diez años, se detenía a Miguel Ángel Muñoz Blas, que ya no volvió a recuperar la libertad.

Inicialmente confesó el crimen y el mismo día de su arresto condujo a los agentes al lugar en el que había enterrado por segunda vez el cadáver. De no haberlo hecho, jamás habría aparecido, como reconoció la inspectora de la comisaría de Astorga que dirigió la investigación y sin cuya tenacidad quizás no se habría resuelto el caso.

Muñoz Blas dio después marcha atrás. Afirmó que había admitido el asesinato bajo presión, mantuvo silencio durante el proceso y su defensa alegó trastorno mental en el juicio. De poco le valió. Las pruebas que pasaron por delante del jurado popular fueron más que contundentes, como el testimonio de los 111 testigos, entre ellos los psiquiatras forenses que lo calificaron como un violento depredador solitario y asocial. Acabó entre rejas. A Denise Pikka Thiem, la Catedral de Santiago la homenajeó con un diploma póstumo que señala que ahora disfruta «de la vida eterna».

J. Casares | EFE

Los 1.132 dólares que el criminal robó a su víctima y cambió en un banco

Miguel Ángel Muñoz siempre figuró en la lista de sospechosos por su historial delictivo y por la denuncia de agresión sexual de una peregrina alemana previa a la desaparición de Denise Pikka Thiem. Sin embargo, lo que resolvió el caso, fue la perseverancia de la inspectora que dirigió las pesquisas, que decidió retomar la pista del dinero robado a la víctima, que no había dado frutos, y se recorrió todos los bancos en los que el asesino tenía cuentas hasta que encontró a una empleada que confirmó que había estado en la sucursal y que había cambiado dólares por euros. Aquello fue lo que permitió conectar al asesino con la víctima y el crimen.