La presentadora gallega, que soñaba con ser como Mayra Gómez Kemp, se ha situado en el número del entretenimiento, fiel a su estilo
22 jul 2012 . Actualizado a las 12:44 h.Lleva más de veinte años enredada entre los cables de un plató ?su «hábitat natural»? pero Paula Vázquez (Ferrol, 1974) se resiste a la cobardía de la comodidad. Tras un año de sequía que se tradujo en inquietud, ha vuelto a reventar las audiencias bajo la presión de un talent show y la necesidad de demostrarse a sí misma que siempre puede ir a más. Se reconoce en la testarudez de quienes tienen claros sus principios y marcan la línea de una profesión «difícil por los altibajos,», pero que le ha permitido crecer y crecer hasta situarse en el número uno. Pero ella es imparable en trazarse retos personales. Tanto es así que ya está planeando subirse en una bicicleta para hacer el Camino de Santiago dentro de unos días.
-Tenga cuidado con la propina cuando llegue a la catedral...
-[Risas]. Sí, sí... Hay que andarse con ojo, lo del códice ha sido tremendo y que lo descubrieran con esa frase «¡no, no, el códice no está quemado!». La verdad es que me hace mucha ilusión lo del Camino, llevaba años dándole vueltas y ahora he convencido a unas amigas y lo haremos pronto.
-Pero a usted le va la aventura: la isla, la selva, «Pekín Exprés»...
-Yo creo que la experiencia más dura que he tenido ha sido la de Pekín, porque no teníamos ni hotel, hicimos 7.000 kilómetros en coche y yo aún no me había recuperado de mis problemas de estómago en la isla. Pero la selva me cambió por completo.
-Explíquelo.
-Me cambió la perspectiva, y desde entonces, gracias a esa experiencia televisiva, he aprendido cómo ser feliz gratis, me enseñó a disfrutar de las pequeñas cosas, allí tuve que reajustarme, saborear un amanecer, un instante. Lo repetiría mañana mismo.
-¿Pensó en tirar la toalla cuando se agravó su salud o el año pasado cuando estuvo sin trabajar?
-En ninguno de esos momentos, pero sí he pensado en tirar la toalla alguna otra vez. Pero ha tenido que ver más con un descontento profesional, por ver el camino que tomaba la televisión, hacia derroteros amarillos, rosas... Entonces sí pensé «este ya no es mi lugar». Yo no encajo en esta televisión. Lo del año pasado fue puntual, es difícil estar en casa, porque yo en cuanto no estoy en un plató me siento huérfana, pero la profesión es así. Además aún tenía contrato con Antena 3 y eso me permitía cierta tranquilidad.
-Y ahora es la número uno.
-Uf. Sería muy vanidoso pensar eso. ¡Claro que no! Primero yo estoy agradecida por tener trabajo y de que Antena 3 me haya dado un prime time, familiar, blanco... Porque siempre he tenido claro el tipo de entretenimiento que me gusta hacer.
-Un mundo no muy de mujeres.
-Pues no. Yo siempre he querido ser presentadora de entretenimiento (antes hice de modelo, de bailarina, de azafata). Yo soñaba con ser como Mayra Gómez Kemp, que disfrutaba tanto. A mí siempre me ha gustado transmitir con alegría.
-¿Ha sufrido machismo?
-No directamente, pero sí en el sentido de que he tenido que pelear para conseguir esa oportunidad. Antes la mujer hacía de partenaire o de azafata, y las reuniones solo eran con hombres mayores. Ahora no.
-¿Y su imagen de rubia explosiva encaja ahí?
-A ver, a mí me gustan un ratito esos estilismos de vedete que me ponen, pero mi motivación ha sido siempre otra. De hecho, antes de hacer la isla, la idea era que lo hiciese un hombre para ahorrar en maquillaje, peluquería, etcétera. Yo me planté y les dije que el problema era suyo, porque yo no tenía inconveniente en salir en bikini y con la cara lavada. Fue muy liberador, nadie lo había hecho antes.
-¿Su profesión la ha absorbido en lo personal?
-De una manera directa no, pero al principio sufría mucho cuando me sacaban en revistas, les prohibía a mis abuelas que las vieran... Con los años me he blindado para que no me hagan daño cuando me sacan con novios falsos o cuando quieren dar una mala imagen de mi salud. Sí soy muy crítica con mi trabajo.
-Vamos, que ha tenido clara su meta. Ha ido como una hormiguita.
-¡Porque nunca me creí que pudiese llegar a vivir de esto! Pero he sido muy responsable siempre, a mí me han cortado la luz y el teléfono por rechazar trabajos que no iban conmigo.
-Y de gallega qué le queda.
-¡Todo! ¡Me paso el día hablando de mi tierra! Del pan, de las playas, del marisco...