Vinzenzo Italiano, que ganó la Copa en su primera temporada en el club, tiene en su libro de estilo la máxima de «jugar para ganar, no para no perder»
11 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En el Mundial 82, Vigo fue la sede en la que Italia jugó sus partidos de la primera fase. La saldó con tres empates, ante Polonia, Camerún y Perú. Era la Italia del catenaccio, la de una época y un fútbol que apostaba por esperar y desesperar al rival, a la que le tocó cruzarse con al Brasil del jogo bonito que tenía un centro del campo imperial integrado por Cerezo, Falcão, Sócrates y Zico. Y ganaron los transalpinos. Ese partido y el título. El suplente del mítico portero Dino Zoff era Giovani Galli, arquero del Bolonia.
El Bolonia que visita al Celta en la Europa League defiende una idea de fútbol totalmente distinta, de la mano de su entrenador, Vicenzo Italiano. Una de sus máximas es toda una declaración de intenciones: «Jugar para ganar, no para no perder». Busca combinar la solidez con la intensidad, sobre todo a la hora de defender muy arriba. En su etapa en la Fiorentina, antes de encarar la final de la Conference ante el West Ham, hablaba en una entrevista a la UEFA de «valentía, dinamismo y capacidad de adaptación». En la medida de lo posible, busca recuperar la posesión cerca del área rival. Y, cuando es su equipo el que tiene el balón, apela a un buen manejo de la ecuación que combina tiempo y espacio para hacer daño.
La pasada campaña, la primera de su etapa al frente del Bolonia, protagonizó una de las grandes sorpresas al conquistar Copa, doblegando al Milan en la final. Fue el primer título de fútbol en 27 años para una ciudad con gran tradición de baloncesto. En la Europa League, llega a Balaídos con ocho puntos, uno menos que el Celta. Pero solo ha perdido un partido, en la primera jornada y en uno de los desplazamientos más complicados, ante el Aston Villa (1-0). Empató en casa con el Friburgo (1-1), ganó al FCSB en Rumanía (1-2), igualó sin goles en su feudo ante el conjunto noruego del Bann y viene de golear, también en casa, al Salzburgo (4-1).
Vincenzo Italiano no llega al extremo de Claudio Giráldez a la hora de introducir cambios en el once inicial. Pero tampoco es un entrenador de sota, caballo y rey. Suele jugar bastante con las variantes. Comparece con cuatro bajas. El medio centro Freuler, una pieza de peso en la sala de máquinas, tuvo que pasar por el quirófano por una rotura de clavícula. El portero polaco Skorupsi y los centrales Casale y Vistik se recuperan de percances musculares de distinta índole.
Columna vertebral más definida
Vincenzo Italiano no es remiso a la hora de hacer cambios. Pero los suele concentrar más en los costados, y no tanto en la columna vertebral del equipo. Lesionado Skorupsi, le está dando la titularidad debajo de los palos a Ravaglia, un guardameta que se desenvuelve bien balos palos y también a la hora de darle salida al balón. La pareja de centrales más utilizada por el técnico transalpino es la integrada por el internacional noruego Heggem y el colombiano Lucumí, un portento físico al que le gusta sacar la pelota jugada desde atrás, a menudo con largos desplazamientos.
En los últimos partidos se está decantando por Pobega en el doble pivote, una veces formando tándem con el escocés Ferguson, otras con el croata Moro. Cualquiera que sea la pareja que elija garantiza presencia física sin olvidar la confección. Por delante suele situarse el noruego Jens Odgaard, un tráiler que se maneja mejor con la zurda, que se ofrece como punto de referencia cerca del área y que tiene gol.
En punta, el que está disfrutando de más minutos es el joven argentino Santiago Castro, un delantero que sabe buscar la espalda de la zaga y atacar el espacio. En los costados es donde más cambios está haciendo Vincenzo Italiano. En el lateral izquierdo se está consolidando Juan Miranda, jugador de la cantera del Betis cuyo nombre ocupa un lugar destacado en la historia verdiblanca porque fue el que convirtió el último penalti en la final de Copa ante el Valencia.
Uno de los grandes peligros del Bolonia está en el otro lado. Orsolini, pese a ser zurdo, juega como extremo por la banda derecha. Tiene regate y tiene gol, y es de los que no se arrugan a la hora de encarar en el uno contra uno.