El nuevo capítulo de la ficción de la HBO, de más de una hora de duración, muestra uno de los momentos más esperados desde el inicio de la serie, aunque no salga como se espera
21 ago 2017 . Actualizado a las 13:11 h.A Juego de Tronos el invierno le sienta mejor. Por necesidades de rodaje, HBO decidió emitir toda la séptima temporada en pleno verano por primera vez y, si nos ponemos supersticiosos, parece que la decisión le ha dado mal fario.
Primero, hace ya muchos meses, la filtración en noviembre del guion completo de toda la nueva entrega (que, por cierto, no ha fallado en nada). Luego, el ataque de hackers a la cadena que acabó con un episodio filtrado y la publicación de los teléfonos de los actores. Y, para rematarlo, el penúltimo capítulo de la temporada, titulado Más allá del Muro (Beyond the Wall), se emitió por error en dos países con días de antelación.
(Este artículo contiene spoilers del último capítulo emitido, así que si todavía no lo has visto, te recomendamos que no sigas leyendo)
A Juego de Tronos, repetimos, el invierno le sienta muy bien. Y en Más allá del Muro, el penúltimo episodio de la penúltima temporada, hay mucho invierno.
La acción empieza donde lo habíamos dejado en el episodio anterior, poco después de que la tropa de Jon Snow haya atravesado el Muro con la intención de capturar a un Caminante Blanco y, de este modo, poder convencer a Cersei de que la lucha por el Trono de Hierro es una soberana estupidez.
Más allá del Muro está el verdadero invierno, que podría ser el definitivo si no luchan contra ese ejército de vida. Pero no solo es invierno, sino algo más. «La muerte es el enemigo», dice el seis veces resucitado Beric Dondarrion para intentar explicar por qué R’hllor, el Señor de la Luz, los ha traído de vuelta del mundo de los muertos.
El camino del grupo de exploradores entre la nieve bebe de las películas de Kurosawa y, a modo de western crepuscular, los siete magníficos de Jon encadenan anécdotas y conversaciones que acercan a unos personajes que apenas se conocían, y producen los momentos más hilarantes del episodio.
Tormund y El Perro, como siempre que aparecen, roban todo el protagonismo, con sus salidas de tono y sus comentarios irónicos (impagables las conversaciones sobre Brienne o con Gendry), pero el momento más emocionante de esa travesía lo protagonizan Jon Nieve y Jorah Mormont cuando intentan decidir cuál de los dos debería quedarse con Garra (Longclaw), la espada de acero valyrio que perteneció al Lord Comandante Mormont de la Guardia de la Noche, mentor de Jon y padre de Jorah.
¿Cuál es la historia de Garra?
Garra fue, durante cinco siglos, el arma ancestral de la Casa Mormont y, como tal, estaba en posesión de Jeor. En un momento dado, tras acabar la rebelión de Robert (en la que él fue con el bando vencedor), lord Mormont decide abdicar en favor de su hijo, ser Jorah Mormont, y vestir el negro.
No le costó convertirse en lord Comandante de la Guardia de la Noche. Pero, poco después, algo desafortunado pasó. Su hijo Jorah había tratado de vender a unos cazadores furtivos como esclavos (algo prohibido en Poniente), de modo que tuvo que irse al exilio para evitar que el Señor del Norte, Ned Stark, le cortase la cabeza como castigo.
De modo que Jorah, que había avergonzado a su familia, decidió dejarse a Garra en el hogar familiar. Finalmente, regresó a Jeor, y este se la regaló a Jon en la primera temporada de Juego de Tronos como compensación por salvarlo de un espectro.
Caminantes Blancos y muertos vivientes
El hasta entonces plácido camino del grupo de Jon se tuerce cuando se encuentran, en medio de una tormenta de nieve, a un oso revivido que se lanza con furia contra ellos. El sacerdote Thoros de Myr es víctima de unas heridas que acabarán siendo fatales para él.
Pero, pasado este momento, todavía sigue en pie lo que, siendo muy generosos, vamos a llamar «el plan de Jon». Supongamos que aceptamos el hecho de que ir a cazar a un Caminante Blanco para enseñárselo a Cersei es algo admisible (es mucho suponer, porque todos sabemos que es una de las ideas más estúpidas de las siete temporadas de Juego de Tronos).
Pues, aceptado eso, cabría esperar que Jon, que sabe muy bien que los Caminantes son un enemigo terrible, tendría algo parecido a una estrategia. Quien lo piense, está muy equivocado. Jon se lleva a esos grandes guerreros a pillar a un muerto viviente como quien va a buscar plantas medicinales a la montaña.
Y claro, la cosa sale tirando a mal. A Jon le salva el hecho de que Garra y su acero valyrio son como kriptonita para los Caminantes Blancos. Y, con un solo golpe de espada al líder del grupo, gran parte de los muertos vivientes se deshacen con él.
La debilidad del ejército de muertos parece ser, por lo tanto, mayor de lo que se pensaba. Al acabar con la vida de los grandes líderes, todo el mal podría llegar a su fin.
En este episodio de Juego de Tronos queda patente la diferencia entre los Caminantes y los espectros. Los primeros habían sido humanos y, o bien fueron creados por los Niños del Bosque al introducirles vidriagón en el corazón sobre las raíces de un arciano, o bien fueron convertidos mientras todavía vivían por el Rey de la Noche y sus secuaces, como habían hecho con los bebés de Craster.
Por su parte, los espectros son seres que ya estaban muertos y fueron devueltos a la vida por dichos Caminantes Blancos.
La novedad es que, acabando con un Caminante, automáticamente todas las criaturas que han sido devueltas a la vida por ese en concreto volverían a morir.
Interludio: Guerra fría en Invernalia
Pero antes de pasar a las escenas culminantes del episodio, hablemos del otro escenario del capítulo: Invernalia. Allí, las cosas no pintan bien para nuestros personajes más queridos. La relación entre Sansa y Arya, envenenada por los trucos sucios de Meñique, no pasa por su mejor momento. Las hermanas no confían la una en la otra.
Arya piensa que su hermana mayor solo busca lo de siempre: el poder y la comodidad por delante de su propia familia. Sansa, por su parte, tiene miedo de en qué se ha convertido la pequeña Stark.
En una discusión sin pelos en la lengua, ambas tienen argumentos de peso. Sansa fue, en el pasado, una cobarde por no enfrentarse a la situación en la que se encontraba. Arya nunca lo habría permitido.
Pero a la pelirroja tampoco le falta razón. «Tú no habrías sido capaz de vivir lo que yo», le dice a su hermana pequeña. En efecto, Arya se habría rebelado abiertamente contra las atrocidades que vivió su hermana y, con toda probabilidad, habría muerto prematuramente por no participar en el juego de tronos.
En la habitación de Arya, la niña le demuestra a su hermana mayor que se ha convertido en una personita insondable y peligrosa, algo que sin duda le da pavor a Sansa.
Pero, ¿por qué Sansa deja marchar a Brienne poco después de que Meñique le explique que la guerrera es su mejor protección? ¿Es real la carta de Cersei, que llama a Sansa a su presencia, e incluso la trata como Señora de Invernalia, cuando la pelirroja es una enemiga frontal del Trono de Hierro? Son preguntas que seguramente se responderán en el último capítulo.
Aislados en un mar de hielo
Volviendo al otro lado del Muro, el escuadrón suicida de Jon consigue, por fin, capturar a un muerto todavía con vida (es un decir). Pero, como la organización de la expedición es, tirando por lo alto, bastante patética, la cosa tarda solamente unos segundos en volverse desastrosa.
Rodeados por miles de criaturas sin vida, y con la única esperanza de que Gendry avise a Daenerys a tiempo para salvarlos, el grupo de Jon pasa frío durante lo que podrían ser varios días ante la mirada atenta del funesto ejército.
El flexible paso del tiempo
Si hay algo en lo que Juego de Tronos ha sido siempre una serie fallida es en la representación del tiempo. Para lo que antes hacían falta un montón de capítulos (esos largos caminos de Arya, por ejemplo), ahora se resuelve en uno solo. Los movimientos del episodio anterior, con Daenerys primero en el campo de batalla, regresando posteriormente a Rocadragón, viéndose todavía con Jon y con el «bastardo» llegando al Muro en apenas 45 minutos parecía uno de los ejemplos más extremos. Pero en este capítulo se superan.
No es que no pueda dar tiempo a que Gendry llegue a Guardaoriente, mande un cuervo a Rocadragón y que Daenerys consiga llegar para salvar a Jon al otro lado del Muro. El problema principal es que, narrativamente, no da la impresión de que haya pasado el tiempo necesario.
En todo caso, la llegada de Daenerys a lomos de Drogon y acompañada por Viserion y Rhaegal es apoteósica. Es la previa de la batalla que todos estábamos esperando desde los inicios de Juego de Tronos.
La khaleesi, que tiene un atuendo ideal para la ocasión sacado del musical sobre hielo de Frozen, se encuentra con Jon y los suyos en plena pelea con el ejército de muertos, después de que estos le dieran una tregua a los protagonistas (quién sabe por qué), y de que la paz acabara porque el Perro se aburría y decidió jugar con los muertos al béisbol.
Daenerys se encuentra con todo el percal, pero aún así se confía. Después de ver que ante los humanos el poder de sus dragones es insuperable, no se espera para nada el doloroso chasco que está a punto de vivir. El Rey de la Noche derriba con facilidad pasmosa a una de las criaturas aladas (se dice que es Viserion) y, con ello, los protagonistas descubren que el ejército de muertos es todavía más peligroso de lo que se pensaba. Hace falta estrategia (aunque sea mínima, Jon) y no solo fuerza bruta. La unión de todas las fuerzas de Poniente es imprescindible.
Se acerca el empalagamiento
A Daenerys no le queda otra que huir dejando a Jon Nieve rodeado de muertos vivientes. No pueden perder otro dragón si su intención es vencer en algún momento. Y mucho menos a Drogon.
Por suerte, siempre que un Stark está en peligro, ahí está el bueno del tío Benjen para acudir en su rescate. Pero parece que será la última vez que el hermano pequeño de Ned Stark les salve la vida a sus sobrinos.
Jon consigue llegar al Muro a tiempo para que Daenerys se lo lleve con ella. Los sentimientos de ambos son ya evidentes. Y en ese momento en el que Jon, en su despertar, le llama «Dany» algo se remueve en los corazoncitos de la khaleesi y de los espectadores más románticos.
La relación entre los personajes más intensos de Juego de Tronos parece estar al caer, para desgracia de los enemigos de las series almibaradas. Y eso sin contar que, encima, ambos son familia. Aunque, ¿desde cuándo es eso un impedimento para el amor en Juego de Tronos?
El Rey de la Noche ya tiene su bomba atómica
En el fondo, lo que hicieron Jon y el Rey de la Noche fue el trueque más raro de la historia. Tú me das un muerto viviente y yo te regalo un dragón muerto. Y ahora, los protagonistas tienen un inservible espectro y los Caminantes Blancos, un arma de destrucción masiva. El dragón caído de Daenerys tiene ahora unos bonitos ojos azules. Ups.
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