Entre los posibles efectos adversos se encuentran la somnolencia, la reducción de reflejos o los mareos, entre otros
14 ago 2024 . Actualizado a las 10:22 h.Uno de cada tres medicamentos disponibles en la farmacia pueden afectar a la conducción. El total asciende a unas 5.400 presentaciones comercializadas, las cuales guardan relación con casi un 5 % de los accidentes que se producen al año en España, según la Dirección General de Tráfico. A su vez, algunos tratamientos que se administran en el ámbito hospitalario también pueden derivar en esta consecuencia.
Con motivo del puente del 15 de agosto, para el que la DGT prevé unos 8,2 millones de desplazamientos —el de números más elevados en todo el año—, el Consejo General de Colegios Farmacéuticos recomienda tener en cuenta este posible efecto adverso. Para saber si un medicamento o no puede incrementar el sueño, lo mejor es consultarlo con un boticario. Además, los que se encuentran en la lista deben contener en su envase un pictograma que indique que pueden reducir la capacidad de conducir o manejar maquinaria peligrosa con una señal de un triángulo rojo y un coche en su interior.
Pese a ello, diversos estudios concluyen que un 17 % de los usuarios conduce bajo tratamiento farmacológico, y entre ellos, hasta tres de cada cuatro dice no tener información suficiente sobre el efecto de su medicación.
Las consecuencias más habituales, en este sentido, son un aumento de la somnolencia, reducción de los reflejos, sensación de relajación y aumento del tiempo de reacción, alteración de las distancias y aparición de problemas visuales o auditivos. Entre los culpables se encuentran hasta nueve familias de distintos fármacos.
Los hipnóticos, empleados para tratar trastornos del sueño como el insomnio, y que contienen melatonina, doxilamina o zolpidem; los ansiolíticos, usados en el contexto de la ansiedad o de la falta de sueño, como las benzodiacepinas (bromazepam, lorazepam o diazepam). También los antidepresivos, como la amitriptilina o la fluoxetina; los destinados a tratamiento de la gripe o catarros, como clorfenamina o dextrometorfano; algunos analgésicos para el dolor como es el caso de los opioides; fármacos antialérgicos y antihistamínicos, utilizados para las alergias primaverales; los antisépticos, los fármacos usados para tratar el párkinson, y para hacer frente a trastornos psicóticos, como la olanzapina o quetiapina.
Si bien la somnolencia es un efecto adverso en todos ellos, no siempre sucede. Es más, «si está bien tomado, el fármaco permite controlar la patología y mejorar la capacidad del paciente al conducir», explican desde la entidad. Con todo, cada situación se debe valorar de manera individual.
¿Por qué aparece la somnolencia?
En todos ellos, el mecanismo no es el único, sino que cada uno puede incrementar la sensación de sueño en base a distintos efectos sobre el organismo. «Entre los principales mecanismos se encuentran la potenciación de los efectos del ácido gamma-aminobutírico (GABA), que es el principal neurotransmisor con efectos inhibitorios en el sistema nervioso central o el antagonismo sobre los receptores H1 de la histamina en el sistema nervioso central», explica Pablo Caballero, técnico del Área de Divulgación del Consejo General de Colegios Farmacéuticos. Este mecanismo media, por ejemplo, en benzodiacepinas o hipnóticos.
Precisamente, la histamina —que habitualmente se relaciona con la alergia— presenta numerosas funciones fisiológicas, «entre ellas el mantenimiento del estado de vigilia, la capacidad para estar despiertos», señala Caballero. Por ello, los antihistamínicos suponen este riesgo. Eso sí, con un leve matiz: «Son los de primera generación, como doxilamina, clorfenamina o difenhidramina, los que más habitualmente lo producen. Aunque no es descartable, la somnolencia es menos común con antihistamínicos de segunda generación como loratadina, ebastina o bilastina», precisa.
En esta línea, existen otros fármacos que, aún sin ser clasificados como antihistamínicos, producen un efecto similar, y con ello, somnolencia. Este es el caso de «algunos antidepresivos, como la mirtazapina o la amitriptilina, o de algunos fármacos para tratar trastornos psicóticos, como la quetiapina», indica Pablo Caballero.
En suma, el experto recuerda que en esta larga lista de medicamentos no solo media la somnolencia, sino que hay otros signos de alerta, como los mareos o que contienen alcohol en su formulación, que lo compatibilizan con la conducción.
Para evitar este riesgo, el Consejo General de Colegios Farmacéuticos recomienda evitar conducir al iniciar un tratamiento que pueda «disminuir los reflejos o la capacidad visual»; tener especial cuidado con la administración de varios medicamentos a la vez, por si pudieran interaccionar y evitar el consumo de alcohol, aunque esta sustancia está prohibida al volante.