Mar Castellanos, neuróloga: «En el 90 % de los casos es posible la prevención de un ictus»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Mar Castellanos Rodrigo, jefa del servicio de Neurología del Chuac (A Coruña)
ANGEL MANSO

La experta asegura que los eventos cerebrovasculares podrían ser evitables hasta en el 90 % de los casos controlando los principales factores de riesgo

19 sep 2024 . Actualizado a las 14:10 h.

Este 18 de septiembre, la sede de la Consellería de Sanidade en Santiago de Compostela acogió la presentación del informe Investigación social sobre el impacto de las secuelas en las fases subaguda y crónica tras un ictus, evento organizado por la asociación Dano Cerebral Galicia en conjunto con Ipsen. La doctora Mar Castellanos, jefa del Servicio de Neurología del Hospital Universitario A Coruña (Chuac) y asesora colaboradora del informe, participó en esta jornada y expuso algunos datos relevantes acerca de esta enfermedad que, como señala Castellanos, podría ser evitable hasta en un 90 % de los casos.

—Los casos de ictus están aumentando, ¿esta tendencia continuará en los próximos años?

—Sí. En los próximos años esto va a ir a más, porque el principal factor de riesgo del ictus, que no es modificable, es la edad avanzada. Afortunadamente, cada vez vivimos más, pero una de las cosas que conlleva  el tener población mayor es que también la prevalencia del ictus aumenta en este grupo, por diferentes motivos. La frecuencia de los factores de riesgo de sufrirlo también es más elevada, por ejemplo, la fibrilación auricular es más prevalente en adultos mayores. El panorama que se nos presenta no es alentador si no conseguimos controlar de manera adecuada los factores de riesgo modificables. Si no, lo que nos va a pasar, y que ya nos está pasando, es que se está multiplicando el número de pacientes.

—¿Qué desafíos supone la prevención del ictus?

—Lo primero que hay que saber es que el ictus es, afortunadamente, una enfermedad prevenible y lo es porque conocemos muy bien algunos de los factores relacionados de manera directa con ella. Si controlamos la hipertensión arterial, el sedentarismo, los niveles de colesterol, la diabetes mellitus y las arritmias cardíacas, podemos evitarlo. Entre ellos, el factor de riesgo más relacionado con el ictus es la hipertensión arterial, que está asociada tanto a la aparición del ictus isquémico, que se produce por la oclusión de la arteria y supone el 80 a 85 % de los casos, como también el hemorrágico, que se produce por la rotura de una arteria. Pero no se están controlando adecuadamente los niveles de tensión arterial en la población.

—¿Qué falla en el control de esa hipertensión, en general?

—Es muy curioso que en el mundo actual, en el que realmente existe un arsenal terapéutico muy importante para el manejo de la hipertensión arterial, los diferentes estudios epidemiológicos que se van llevando a cabo muestran que, a pesar de todas estas opciones, no se controla correctamente. O bien porque hay personas que ni siquiera saben que tienen los niveles de tensión arterial altos, porque no se la miran nunca, o bien porque las personas que están ya diagnosticadas de hipertensión arterial no están bien controladas. A lo mejor no se adhieren de manera adecuada a la medicación, otros necesitan más medicación y no están consultando de la manera que sería necesaria para que los médicos prescriban los fármacos más apropiados.

—¿Cómo se podrían controlar los otros factores relacionados con el ictus?

—Cuando hablamos de que en el 90 % de los casos es posible la prevención de un ictus, hablamos del control de todos los factores que están asociados. La hipertensión es el más importante, pero la diabetes, el colesterol, el sedentarismo, el consumo excesivo de alcohol y el tabaquismo también están muy relacionados. Lamentablemente, la aparición de esta enfermedad es muy frecuente porque todos estos factores de riesgo, que podríamos teóricamente controlar, no se están controlando de manera adecuada.

—¿Cómo hay que actuar ante las señales de un ictus?

—El manejo del ictus en fase aguda afortunadamente ha cambiado muchísimo para mejor en los últimos años. Las terapias son efectivas, pero lo son mucho más cuanto más pronto se haga el procedimiento o se administre el tratamiento endovenoso. Por eso insistimos siempre en que hay que correr. Las personas que están alrededor y que se dan cuenta de que esa persona está teniendo una serie de síntomas compatibles con ictus, como alteraciones en el habla, en el rostro, o pérdida de fuerza repentina, tienen que reconocer ese cuadro y contactar lo más rápido posible con el sistema sanitario en el 061 o 112. El número al que llamar es diferente según la comunidad, pero es fundamental llamar rápido.

—¿Cuáles son estos tratamientos para la fase aguda?

—En la hemorragia cerebral, todavía no tenemos tantas terapias efectivas, pero en el caso del ictus isquémico, que es el más frecuente, hay diferentes opciones. Se han llevado a cabo los ensayos clínicos necesarios para demostrar la eficacia de lo que nosotros llamamos terapias reperfusoras en pacientes que tienen ictus isquémico. Son tratamientos que deshacen el trombo que ha tapado la arteria. Por un lado, tenemos la administración de un tratamiento trombolítico por vía endovenosa. Por otro lado, para los pacientes que no pueden recibir esta terapia, se entra con un catéter hasta la arteria tapada para extraer ese trombo, lo que se conoce como trombectomía mecánica. Estos tratamientos realmente han revolucionado el pronóstico de los pacientes con ictus isquémico.

—¿Cuál es la siguiente fase de la recuperación para estos pacientes?

—Depende de la respuesta del paciente a esas terapias, no siempre se recuperan de todos los síntomas, y seguimos teniendo un volumen muy notable de pacientes que, como consecuencia de las lesiones a nivel del cerebro que se producen por el ictus, quedan con secuelas de diferente tipo, ya sean alteraciones del lenguaje, físicas, conductuales o cognitivas. El ictus lleva muchos años siendo la primera causa de discapacidad en adultos en España, así como lo es en el resto de los países industrializados. Por tanto, una vez que el paciente ha pasado esa fase aguda, es importantísimo llevar a cabo una evaluación de las posibles secuelas que este paciente puede tener como consecuencia del ictus, y se inicie cuanto antes el proceso rehabilitador para conseguir la mayor capacidad funcional y la mayor recuperación posible.

—En ese proceso de rehabilitación, ¿cuáles son las recomendaciones para los cuidadores o familiares para apoyar a la persona que ha tenido un ictus?

—Esto también es importante. Las secuelas de un ictus le cambian la vida al mismo paciente, pero también a las personas que tiene alrededor, que van a ser sus cuidadores principales. Las recomendaciones van a ser diferentes en función de las secuelas. No es lo mismo alguien que tiene una pérdida de fuerza leve que le permite, por ejemplo, deambular, en cuyo caso existen opciones de ayuda y soporte para que no caiga y pueda tener fracturas, que alguien con otras secuelas más complicadas. A veces, si el paciente ha perdido la capacidad para reconocer su entorno, hay que tener una vigilancia más estricta. Si no puede comunicarse de manera autónoma, hay que reeducar al paciente y a los familiares, ofrecerles herramientas para facilitar la comunicación. En cada caso, la valoración tiene que ser individualizada para el paciente que tenemos delante.

—¿En la fase posterior al ictus es posible seguir haciendo prevención?

—Sí. Hablamos de prevención secundaria, que fundamentalmente es el manejo farmacológico de las variables que a ese paciente en particular le hayan favorecido la aparición del ictus. Esto ya se hace durante el propio ingreso, de manera que el paciente, cuando es dado de alta hospitalaria, ya lleva su lista de medicamentos adaptado a los factores de riesgo que tiene. Además del tratamiento antitrombótico, que en un ictus isquémico es estándar, hay que tener en cuenta los otros factores de riesgo. Si el paciente es diabético, si tiene hipertensión arterial, todo esto hay que considerarlo y es importante porque los pacientes que han tenido un ictus están en mayor riesgo de volver a tenerlo. 

—¿Por qué hay dificultades en esa adherencia al medicamento?

—Lo que nos dicen los estudios es que, en las primeras fases después de haber tenido un ictus, el paciente sí que suele ser bastante consecuente, toma de manera adecuada la medicación y sigue las recomendaciones que se le han dado. Pero después, a lo largo del tiempo, sobre todo en aquellos que se han recuperado bien, a veces hay una cierta relajación. Por otro lado, los pacientes tienen que tomar estas pastillas todos los días y con mucha frecuencia la persona que tiene un ictus es de edad avanzada y ya toma otras medicaciones. Eso hace que a veces se olvide de las medicaciones o que el tratamiento no se haga de la manera correcta, lo que aumenta las probabilidades de tener una recurrencia.

—¿Cómo de probable es ese segundo ictus?

—Los estudios epidemiológicos a largo plazo nos dicen que al cabo de diez años, hasta un 40 % de los pacientes han tenido otro nuevo episodio en ese período. Hay diferentes factores relacionados con esto, pero uno de ellos que es claramente prevenible es que el paciente no tome de forma adecuada la medicación. Por eso, se están estudiando cada vez más opciones para asociar diferentes fármacos en una misma pastilla, lo que facilita el tratamiento, sobre todo en personas mayores. Es mucho más fácil tomar tres compuestos en una pastilla única que tomar tres pastillas diferentes y esta es una de las cosas que el avance de la tecnología nos ha permitido.

—¿El impacto del ictus es mayor en mujeres que en hombres?

—Sí. Por un lado, el ictus es más frecuente en mujeres de edad avanzada, en las que claramente la prevalencia es mayor. Este hecho epidemiológico se explica porque las mujeres tienen una mayor esperanza de vida. Y después, hay datos que nos dicen, por ejemplo, que las secuelas que sufren las mujeres son mayores, en general, que las de los hombres. Especialmente aquellas relacionadas con trastornos depresivos o de ansiedad. Y este último factor podría estar relacionado con el hecho de que las mujeres responden peor a la rehabilitación. Esto está demostrado claramente y hace falta mejorar en este aspecto.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.