Café, alcohol o vida sedentaria: estos son los principales agravantes de la hipertensión

ENFERMEDADES

La hipertensión es uno de los factores de riesgo cardiovasculares con mayor prevalencia.
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Desde medirse frecuentemente la presión arterial hasta abandonar tóxicos como el tabaco, estas son las medidas más eficaces para controlarla

16 ene 2025 . Actualizado a las 13:10 h.

La hipertensión arterial es conocida a nivel médico como el asesino silencioso. Una persona puede estar años con la presión alta sin saberlo, porque se trata de una enfermedad que aparece sin manifestar síntomas claros. Sin embargo, impacta de manera grave en la salud de los pacientes, ya que es uno de los principales factores de riesgo para sufrir enfermedades cardiovasculares. Según explican desde la Sociedad Española de Cardiología (SEC), esta enfermedad «es el principal factor de riesgo de pérdida de salud en mayores de 49 años», por lo que mantenerla controlada es fundamental.

Sin embargo, la falta de síntomas claros puede dificultar este control adecuado. Al carácter silente de la enfermedad se suma el hecho de que, como señalan desde la SEC, las condiciones de medición de la presión arterial «pueden conducir a una interpretación inadecuada, especialmente cuando la presión arterial se determina con mediciones aisladas y tomadas solo en la clínica». Repasamos las principales medidas para reducir el impacto de la hipertensión con la ayuda del doctor Alejandro Berenguel, vocal de la Asociación de Cardiología Preventiva de la Sociedad Española de Cardiología.

Las consecuencias de la hipertensión

Cuando el organismo está sometido a una presión arterial elevada mantenida durante mucho tiempo, los efectos empiezan a aparecer primero en el sistema cardiovascular. «Puede fallar el corazón. Podemos desarrollar una cardiopatía hipertensiva, que es un crecimiento del tamaño del corazón y un engrosamiento de sus paredes fruto de tener que bombear sangre contra una presión elevada dentro de las arterias. Estos cambios en el corazón le impiden funcionar adecuadamente», explica el doctor Berenguel.

Con el tiempo, esto puede derivar en un cuadro de insuficiencia cardíaca. «Es posible que el corazón falle y empecemos a tener retención de líquido en los pulmones, en las piernas, y a tener problemas de fatiga», detalla el experto.

Por otro lado, la hipertensión arterial provoca aterosclerosis, una condición en la que las arterias, sobre todo las coronarias, se vuelven más gruesas y generan depósitos de calcio y placas de ateroma (colesterol). «Esto puede desencadenar problemas coronarios, infartos de miocardio o anginas de pecho», advierte el vocal de la SEC.

La aterosclerosis puede causar, a su vez, otras enfermedades, dependiendo de la zona del organismo en la que se acumulen las placas de ateroma. A nivel cerebral, una vasculopatía puede desencadenar un ictus. «Podemos tener aneurismas de aorta, patologías de la vista como una retinopatía hipertensiva que nos lleve a la ceguera. Si afecta al riñón, puede causar insuficiencia renal», enumera Berenguel.

Diagnóstico temprano

La hipertensión es tan frecuente que, como señala el doctor Berenguel, en la población que está por encima de los 50 años de edad, «prácticamente el 50 % pueden llegar a tener cifras de presión arterial elevadas». El problema es que muy pocas de estas personas lo saben, porque no tenemos el hábito de controlar nuestra tensión midiéndola con regularidad. Un error que no deberíamos cometer.

Dado que la edad es uno de los principales factores de riesgo para sufrir hipertensión, el experto sugiere que conviene empezar a tomar mediciones de nuestra presión a partir de cierto momento. «Una persona joven que no es hipertensa no tiene por qué medírsela, pero a partir de los 40 años, uno debe tomar el hábito de hacerlo cada dos o tres meses o, como mínimo, cada cuatro, si la última medición ha dado bien. No está de más. Porque la tensión está bien hasta que deja de estarlo y, si incorporo este hábito de medirla varias veces al año, tengo más probabilidades de detectar los problemas a tiempo», indica.

Este diagnóstico temprano es clave para el pronóstico, ya que existen actualmente numerosos fármacos que pueden ayudar a controlar la hipertensión para que no derive en consecuencias como las que hemos mencionado, pero esta medicación tiene que estar pautada correctamente por el médico y encontrar una combinación que consiga tratar efectivamente el problema puede llevar cierto tiempo. Por eso, lo mejor es revisarse con frecuencia para que, de ser necesario un tratamiento, se pueda comenzar cuanto antes.

El rol de la alimentación

Aunque un individuo pueda presentar una predisposición genética para tener hipertensión, el factor que mayor peso tiene a la hora de desarrollar esta condición son los hábitos de vida. Entre ellos, la alimentación resulta fundamental. Una dieta pobre en sodio es la principal medida, junto con el tratamiento farmacológico, para controlar la presión arterial.

Esto quiere decir no solo quitar el salero de la mesa, sino optar, ante todo, por productos frescos y alimentos de alto valor nutricional. En otras palabras, evitar los ultraprocesados, que son los que más sal aportan a nuestra dieta, muy por encima de la cantidad que echamos a la comida a la hora de cocinar o al comer.

«También es importante no comer demasiado, para mantener un peso adecuado. Una dieta muy hipercalórica nos va a llevar a desarrollar sobrepeso, que es un factor que desemboca en la hipertensión», apunta Berenguel.

Vence el sedentarismo

«Una de las situaciones que favorecen el desarrollo de una hipertensión arterial es la falta de actividad física. El sedentarismo, a lo largo del tiempo, nos puede conducir a la obesidad, porque vamos a ganar peso con el paso de los años», señala el experto de la SEC. La recomendación es, por tanto, priorizar el movimiento en el día a día. No se trata solamente de hacer ejercicio en el gimnasio dos horas a la semana. A día de hoy, los estudios han demostrado que eso no es suficiente. La clave está en lo que hacemos durante el resto del día.

El consejo que dan, una y otra vez, los expertos es intentar movernos un poco cada hora. Sobre todo si trabajamos sentados frente a un ordenador, podemos hacerlo poniéndonos alarmas para, cada cierto tiempo, levantarnos y hacer alguna pequeña actividad, así sea durante uno o dos minutos, como realizar una serie de sentadillas o subir y bajar un par de pisos de escaleras. Lo importante es sumar movimiento.

Deja de fumar

Dejar de fumar es una de las medidas más efectivas para controlar la hipertensión, ya que el tabaco afecta directamente al sistema cardiovascular. La nicotina, principal componente adictivo del cigarrillo, eleva temporalmente la presión arterial al estimular la liberación de adrenalina, lo que provoca un aumento en la frecuencia cardíaca y una constricción de los vasos sanguíneos. Este efecto contribuye a mantener la presión arterial elevada de manera constante en fumadores habituales. Además, el tabaquismo acelera el proceso de aterosclerosis.

La buena noticia es que, al abandonar el hábito, los beneficios son casi inmediatos. En solo 20 minutos, la presión arterial comienza a normalizarse y, con el tiempo, la elasticidad de los vasos sanguíneos mejora, facilitando un flujo sanguíneo más eficiente. A largo plazo, dejar de fumar reduce significativamente el riesgo de complicaciones cardiovasculares asociadas con la hipertensión, como insuficiencia cardíaca o aneurismas. Además, al no estar expuestos a los productos químicos del tabaco, otros factores de riesgo como la inflamación crónica y el daño oxidativo en las arterias también disminuyen, ayudando al organismo a mantener una presión arterial más estable y saludable.

Ni café ni vino

Las bebidas estimulantes están en la lista de cosas que deberíamos evitar si tenemos hipertensión, porque pueden elevar la presión arterial de manera significativa. La cafeína, presente en bebidas como el café, el té, los refrescos y las bebidas energéticas, bloquea la acción de la adenosina, una sustancia química que ayuda a relajar los vasos sanguíneos. Esto provoca una contracción temporal de las arterias y un aumento de la presión arterial. «En personas con hipertensión preexistente este aumento puede ser más marcado y prolongado, dificultando el control de los niveles de presión arterial y aumentando el riesgo de complicaciones cardiovasculares», observa Berenguel.

El consumo de alcohol, por otro lado, tiene un impacto más complejo. En cantidades moderadas, puede no causar efectos adversos inmediatos, pero «el consumo excesivo o crónico contribuye al desarrollo y empeoramiento de la hipertensión», sostiene el experto. El alcohol estimula el sistema nervioso simpático, lo que lleva a un incremento en la frecuencia cardíaca y la constricción de los vasos sanguíneos. Además, el consumo habitual de alcohol puede interferir con la eficacia de los medicamentos antihipertensivos y promover la retención de líquidos y sodio, agravando el problema.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.